Este mes la convocatoria del concurso EL TINTERO DE ORO corre a cargo de MERCHE. El libro referente es LA CASA DE LOS ESPIRITUS. Y el relato ha de contener fantasma o espiritus o cualquier variante. Casi no participo porque hasta esta noche no se me ha ocurrido nada, a pesar de ver "cuarto milenio" todos los domingos desde la convocatoria. Bueno, siempre lo veo.
En fin , que ha salido esto.
AQUI están el resto de relatos.
El hombre abrió presuroso la puerta de su finca y subió a toda velocidad los cuatro pisos, saltando escalones de dos en dos y a veces de tres en tres, sin haber perdido un ápice de velocidad cuando llegó al cuarto. Abrió precipitadamente la puerta de su piso, cerró de un portazo y se abalanzó sobre a ventana que daba a su calle. Nadie le perseguía. Resopló y se dejó caer rendido sobre el sofá. Solo se permitió un par de minutos de paz. Antes de dirigirse al lavabo volvió a asomarse a la ventana; de momento estaba a salvo pero decidió no confiarse.
Frente al espejo sacó el cortapelos y le quitó el peine para afeitarse la barba al cero. Cuando subía por la patilla se detuvo un momento y luego siguió para que su melena siguiera el mismo destino que su barba. Luego giró la cabeza para cambiar de lado vio a un viejo detrás de él. Antes de que el corazón se le saliera por la boca se volvió bruscamente y se dio cuenta de que estaba solo. Volvió a ponerse frente al espejo sin tenerlas todas consigo. Siguió afeitándose y antes de percibir nada raro volvió a girarse repentinamente. Nada. Siguió afeitándose ya más tranquilo. Luego se inclinó a un lado para coger la toalla y volvió a ver al viejo. Llevaba un cartel, que no pudo leer antes de que el viejo volviera a ocultarse tras su reflejo. Se quedó quieto delante del espejo durante un minuto. Después, sin girarse, lanzó un codazo a su espalda y no llegó a lanzar un puñetazo porque se dio cuenta de la inutilidad del gesto.
Pensó una estrategia. Se apartó rápidamente a un lado dejando al anciano al descubierto. Los años le pesaban y no era muy rápido. “Soy el fantasma del futuro”, pudo leer antes de que volviera a ocultarse tras su reflejo. Pensó en el cuento de Dickens sin notar ningún paralelismo en su vida; quizás la falta de empatía, pero eso no era delito. Se giró lentamente sin esperanza alguna de encontrar a nadie. Ya no estaba asustado; aquello ahora le parecía un juego y estaba descubriendo las reglas.
Volvió a apartase y esta vez se centró en su cara; le pareció que el viejo ya no era tan viejo. Tambien vio de reojo que el texto había cambiado por otro más corto, aunque no tuvo tiempo de leerlo. Pero eso no era preocupante, el viejo era más joven pero parecía que su velocidad no le acompañaba. Cada vez era más lento; y podía repetir aquella operación tantas veces como quisiera. Al cuarto movimiento lateral vio que aparte de más joven se parecía mucho a él; cada vez más. Al siguiente movimiento leyó: “no te suicides”.
―¡Qué coño voy a suicidarme! ―le gritó al viejo que ya apenas se esforzaba por ocultarse tras su reflejo. Entonces se oyó:
―¡Policía! Abra la puerta o la echamos abajo.
Salió al salón y se precipito a la ventana. Abajo estaba lleno de coches de policía. Habían llegado sin las sirenas. «Si solo hubiese violado a la cría aquella, igual no se hubieran dado tanta prisa», pensó. «Es curioso cómo se va todo a la mierda en un momento dado por un error de cálculo».
Se situó lentamente frente al espejo del mueble viejo del salón. Esta vez el viejo, que ya solo era dos minutos mayor que él, salió él solito de detrás del reflejo del hombre; llevaba un cartel en el que, con ojos llorosos, ponía: “Por favor”.
―¡Abra la puerta!
El hombre sacó un revólver que llevaba metido en la cintura del pantalón, sin la menor intención de hacer caso al viejo.