Navidad 23 por Neogeminis

Navidad 23 por Neogeminis
Navidad 2023 por Neogeminis

viernes, 8 de marzo de 2024

EN UN PAIS MULTICOLOR

 Este jueves nos convoca CECY desde su blog DESHOJANDO RELATOS para rememorar y volver a vivir aquellas tardes de dibujos animados. Como había varios candidatos he tenido que esperara a que se me ocurriera algo de alguno. Tenía un titulo espectacular para este, pero se me ocurrió medio adormilado y no puedo acordarme (qué tontería, no sé para qué pongo esto).

Podéís encontrar el resto de dibujos AQUI


          ―Vaaa… Willy.

          Willy llegaba a donde Maya con su típico vuelo errático, como avanzando lentamente, pero si dejar de moverse también hacia arriba, hacia abajo, a derecha y a izquierda. Un desplazamiento completamente ineficaz. Maya lo esperaba sentada en una rama porque ya hacía rato que había acabado su jornada laboral.

          ―Mira lo que me han dado ―dijo ilusionada con sus brillantes ojos perfectamente redondos, mostrándole una medalla―. He sido la mejor recolectora del mes.

          Cuando Willy arribó a su lado, miró el premio con sus oblongos ojos triangulares cuyas pupilas se desplazaban asimétricamente tratando de enfocar, y preguntó:

          ―¿Cuántos botes has llenado hoy?

          ―Tres frascos completos de miel de milflores ―dijo orgullosa.

          ―Yo solo medio.

          ―¿Queeé? Y eso ¿por qué? ¿Te encuentras bien?

          ―Tengo sueño.

          ―¿No quieres jugar?

          ―Es que tengo sueño.

          ―¿Dónde trabajabas?

          ―Allí. En la zona 4.

          ―Tranquilo. Yo te ayudaré a completar el frasco. ―Y salió disparada.

          ―Noo… Que ya se hace de noche. Y además… ―Pero Maya ya no oía nada.

          Una hora después volvió con el típico vuelo errático de Willy; aunque sus ojos conservaban su redondez, las pupilas también iban cada una `por su lado:

          ―Solo he hecho dos viajes. ¿Qué planta es?

          ―No lo sé. Una nueva. “Marijuana” pone en el frasco.

          ―Tenemos que ir a hablar con Recursos Apícolas. Esto es muy duro; tienen que subirte el sueldo. Pero primero vamos a echar una siesta.

miércoles, 21 de febrero de 2024

EL BICORNIO

 Esta semana nos convoca MAG desde su blog LA TRASTIENDA DEL PECADO con el tema de los sueños de un famoso. Justo antes de publicarlo he vuelto a leer las consignas y me he aproximado sorprendentemente a casi todas, menos a la extensión.

Podéis encontrar el resto de sueños AQUI

 

          ―¡Esa gorra! ―gritó alguien del público que no podía ver el espectáculo. Napo se iba a girar a soltarle algo, pero entre que metido entre el público de un circo romano, que no era precisamente su ambiente, y que justo en ese momento, en la grada de enfrente, Bruto estaba matando a César, no lo hizo. Además era el punto de su pesadilla recurrente en que siempre se despertaba. Estaba obsesionado con la traición, y sus ultimas campañas, no muy exitosas, estaban acercando de forma alarmante su llegada.

          Aquella noche, contrariamente a lo acostumbrado, volvió a dormirse.

          ―¡Esa gorra! ―gritó alguien del público que no podía ver el espectáculo. Napo se iba a girar a soltarle algo, pero entre que metido entre el publico de una sala oscura, que aún era menos su ambiente porque aquella parte del sueño era nueva, que el tal Harry no estaba cometiendo traición al matar a aquel depravado, y que algo le llamó poderosamente la atención de aquel individuo, no lo hizo. Aquella pistolera invertida, sujeta por correas bajo el sobaco del tal Harry, era sorprendente, y le permitiría sacar su pistolón con gran rapidez cuando llevara la mano metida en la casaca como acostumbraba.

          Cuando Harry terminó de matar a todos, la luz de la sala se encendió y todo el mundo fue saliendo en manada silenciosa. Ya fuera, Napo iba pasando por delante de las tiendas pero ninguna era una armería. Aunque todo lo que veía era nuevo, él tenía un objetivo concreto: la pistolera. Pasó por delante de una librería y no pudo dejar de observar la promoción de un libro: “El arte de la guerra de Sun Tzu”; “la herramienta imprescindible para ganar una guerra”. Después de pasar por cinco librerías y ninguna armería, comenzó a sospechar que querían venderle algo. La frase promotoria cambiaba un poco: “la herramienta imprescindible para no perder una guerra”, “o como ganar siempre las discusiones”, “o cómo conquistar el mundo”, pero el título siempre era el mismo: “El arte de la guerra de Sun Tzu”. Pensó que en Sun Tzu había habido una guerra que él desconocía. Entró en la sexta librería y ojeó el libro. Por lo visto Sun Tzu era una persona, y Napo no tenía dinero, así que se metió el libro junto con la mano dentro de la casaca, como acostumbraba.

          ―Eh, el de la gorra ―inquirió el librero; y Napo se despertó. Se levantó de la cama, cogió una moneda de oro y se volvió a acostar.

          ―Eh, el de la gorra.

          ―Veo que está usted atento, joven. Tenga… ―y le entregó la moneda de oro; y a partir de entonces la Historia cambió.

miércoles, 14 de febrero de 2024

EL RESCATE

 Este jueves estrenamos anfitriona: NURIA DE ESPINOSA. Desde su blog BITACORA LITERARIA nos invita a escribir sobre OBJETOS; a elegir de entre una serie que nos ofrece.

Podéis encontrar el resto de aportes AQUI

Los pies de mi abuela, enfundados en sus zapatillas negras de paño, hacían girar, mediante un complicado sistema de bielas, aquella rueda de hierro. Cuando se iba frenando, la máquina que había arriba sonaba como el tren que nos había traído al pueblo. Cuando mi abuela la aceleraba sonaba mucho más rápido de lo que podría viajar nunca ningún tren. En esos momentos, la rueda giraba tan rápido que los radios desaparecían. La cuerda de cuero que la rodeaba vibraba, y era imposible ver pasar aquella grapa gruesa que unía ambas puntas. Según me contaba mi abuela, lo que había por encima del tablero, servía para coser; pero eso no me interesaba demasiado.  Lo verdaderamente fascinante era el mecanismo de giro de la rueda. Cuando mi abuela terminaba con ella, yo intentaba hacerla girar, pero no alcanzaba bien al pedal. Luego intentaba hacerlo con las manos pero estaba muy duro. Entonces le decía a mi padre que pedaleara él; y aunque no había nada que coser pedaleaba para que yo viera girar la rueda.

          Un año mi abuela murió. Fue la única vez en mi vida que fui al pueblo en invierno. Estaba todo nevado. Era un sitio diferente. Era el día de Reyes. Yo había pedido un “Electro L”, que me dejaron en casa, pero ya no fue “el día de Reyes”. Mi abuelo se vino a vivir con nosotros a Barcelona. En la casa del pueblo hicieron obras. Cuando volvimos en verano, todo era nuevo. Nada más entrar corrí hacia adentro aunque ya me temía que no iba a encontrar al macho en la cuadra; ya me lo había advertido mi padre. Ni siquiera encontré la cuadra, ni el corral, ni las gallinas, ni los conejos, pero todos estábamos muy contentos por lo bien que había quedado la obra. Con el paso de los días me di cuenta de que tampoco estaban las llaves de la luz de medio giro, ni el olor de la escalera… ni la máquina de coser.  

          En el pueblo había dos paletas: “Dios” y “Jesús”. El del segundo era su nombre real. Llamó por teléfono a Dios, que le explicó que se la había llevado Julián, el herrero. Bajamos urgentemente la calle mayor hasta llegar a la herrería. Julián, convencido de que la lógica estaba de su parte, argumentó: “Como ya no laiba a usar nadie… Ai ―en el pueblo se dice sin acento y sin hache― está; en el trastero”. Mi padre y yo la sacamos, pero pesaba muchísimo y la calle mayor es muy empinada, así que me mandó a casa Tidora, a buscar la carretilla del su padre, el tío Manuel. Era una carretilla de alto standing; era de dos ruedas, y tenía una estructura cuadrada de cerca de un metro que rodeaba un tablero de madera en el que cargamos la máquina. Mi padre estiraba del mango, pero la mayor fuerza de impulso la hacía yo empujando desde atrás.

          Cuando volvimos a Barcelona, nos trajimos la parte de arriba; la que cose. Mi padre le acopló un motorcillo y un pedal eléctrico. Él dice que sigue siendo una máquina de coser, y de hecho, aún cose con ella de vez en cuando.

          Pero la verdadera máquina de coser, la parte de abajo y el tablero, siguen en el cabalto de la casa del pueblo. Se llama “Singer”. Significa cantante. Es por la música que hace la rueda al girar.


martes, 13 de febrero de 2024

VAYA MIERDA

 Este mes EL TINTERO DE ORO nos invita a explayarnos con un texto referido a Italo Calvino y su novela El vizconde Demediado. Se trata básicamente de dividir al hombre en dos, la parte buena y la mala. Yo he segregado una parte de cada uno de los protagonistas y lo que ha quedado ha sido lo malo; lo bueno,  o más bien lo que equilibraba a lo malo, como pasa con las noticias, carecía de interés. AVISO a navegantes, que lo menos escatológico de este texto es el título.

Podéis encontrar el resto de aportes AQUI


 

          Michael y Larry eran mulatos; al menos ayer.

          No se conocían; al menos ayer.

          Ambos vivían en Boston; al menos ayer. Pero hoy las cosas van a cambiar. Y además hay elecciones.

          Esta mañana, nada más levantarse Michael sufrió un apretón que lo llevó presurosamente al wáter. Después de evacuar y antes de tirar de la cadena vio que su zurullo había aterrizado en el plano inclinado, retorciéndose y rompiéndose caprichosamente para formar algo parecido a un muñeco. Un muñeco blanco. Michael era demócrata. Al girarse, y antes de consultar en internet qué patología conducía a cagar blanco, vio en el espejo del baño que ya no era mulato. Era negro. Pero negro que te cagas. Como el chocolate del 99%.

          Larry también sufrió su correspondiente apretón, pero su muñeco era negro. Pero no de un negro normal. De un negro oscuro como si se hubiera bebido un cubo de tinta de calamar, pero sin habérselo bebido. Larry era republicano y su reflejo en el espejo era el de un blanco; resultaba un poco raro ver sus facciones de mulato en un rostro blanco. Además era un blanco de tono nórdico, no un blanco cualquiera. Como una tableta de Milkybar.

          Michael, libre de todo mestizaje, se dirigía resuelto y confiado al colegio electoral. Sin ninguna de las dudas que ayer le constreñían respecto al sentido de su voto. Hoy ya tenía plena confianza en su presidente y en su reelección. Todas la habladurías sobre la escasa capacidad del máximo mandatario de su país habían dejado de tener sentido.

          Larry, libre también de todo mestizaje, se dirigía también a votar. Exento ya de toda duda, que ayer se centraban en los esfuerzos que había hecho el actual presidente por nivelar las desigualdades interraciales, había decidido mantenerse firme en su decisión de votar republicano. Las desigualdades le traían al pairo; ya no era mulato. A pesar de su peinado afro, seguro que mañana le subirían el sueldo.

          Han ganado los demócratas y, primero los resultados electorales, y luego los disturbios que arrasaron todas las grandes ciudades, eclipsaron cualquier noticia sobre el color de las evacuaciones matutinas de los ciudadanos del país.

          ―Apaga de una puta vez la tele y ponme un whiskey, Wayne ―ordenó Larry al camarero―. Estoy hasta los cojones de ver al puto viejo paralítico ese que no se acuerda ni de cómo se llama.

          ―Tranquilízate, Larry. Hay más gente que quiere verlo. ―Wayne, aunque había cagado blanco esa mañana, era republicano.

          ―Los cojones, me voy a tranquilizar. ¿Tú te crees que vamos a aguantar cuatro años más al subnormal este alzheimerico,      que seguro que lleva pañales porque ya no se debe ni poderse aguantar los pedos? ―vociferó para que todos los del bar lo escucharan―. Wayne, ¿no me jodas que has votado demócrata?

          ―Un poco de respeto, que también es tu presidente ―dijo una voz desde el rincón más oscuro del bar. Era Michael, que se mimetizaba con las sombras. Los ojos le delataron.

          ―Los cojones, mi presidente. Será el tuyo, negro de mierda.

          “Negro de mierda” se lo habían dicho muchas veces cuando era mulato, pero nunca le había afectado demasiado. En cambio ahora, sin pararse a pensar si lo que había cagado por la mañana podía influir en su comportamiento, se lanzó como una furia contra Larry, derribándolo del taburete. Luego cogió una botella de la barra, la rompió contra el borde y cuando se la iba a clavar a Larry en el cuello, Wayne disparó por debajo de la barra. El frontal de madera amortiguó la bala pero no lo suficiente para perdonarle la vida a Michael. Larry se levantó y recolocó su taburete un poco más allá, porque el sitio donde estaba antes, ahora estaba ocupado.

          ―¡Que desperdicio! Imagínate que los demócratas hayan ganado por el voto de este desgraciado; que además, ahora se ha librado de tener que aguantar su gobierno. Te lo podías haber cargado antes de votar.

          ―Es que nunca había venido por aquí.

          ―Lástima... ―Luego miró a ambos lados para cerciorarse de que no había nadie lo bastante cerca―. Oye, esta mañana me ha pasado algo un poco raro…

          Afortunadamente, todavía hay mucha gente que caga marrón, aunque cada vez menos.



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