Nuestro Regaloa de Neogeminis

martes, 28 de diciembre de 2021

INTERRUPTUS MUTATIO

 

Esta semana nos convoca Imma en su blog MOLI DEL CANYER al último reto del año, incitandonos a dar CAMBIOS drásticos en nuestra vida, o en la de otros. El tema de los cambios da para mucho, hasta para tomarselo en serio, pero no es obligatorio.

Hago notar que no me he pasado de las 350 palabras. Podéis ver el resto de aportes AQUI  

Y como esta será la última convocatoria juevera del año, aprovecho para desearos un muy feliz año a todos, y que os portéis bien, pero solo lo justo, y que no cambieis. Lo de este párrafo Sí que es obligatorio.

 

 

          “My Taylor is poor”. Eso es lo único que recuerdo de la última vez que me apunté a inglés. Antes ya sabía decir “my Tailor is rich”. Un claro ejemplo de que una cosa y su contraria, pueden ser ambas falsas, porque no tengo sastre. Además, ahora no recuerdo si era con “i” latina o con “y” griega.

          Mis lorcitas ya no merecen el diminutivo. Ni imaginar quiero, lo que diría mi sastre. La última vez que me apunté al gimnasio, con la ayuda del… ahora no me acuerdo como se llama ese que te dice los ejercicios que tienes que hacer, y te hace una dieta ―es algo en inglés, por eso no me acuerdo―, bueno, con su ayuda conseguí quitarme quince kilos. Pero seguir aquellas restricciones alimenticias y aquellas proacciones físicas, se puede mantener durante un tiempo, no para siempre.

          Eso me pasó, sin duda, porque me precipité en mi toma de decisiones y me apunté al primer gimnasio y a la primera…

          ―Por favor, señora, deme algo para comer.

          ―¿Qué?

          ―Que me dé algo para comer.

          ―Es que no tengo monedas…

          ―No hace falta que sean monedas.

          ―Ya, claro. A ver que tengo aquí… ¡Tenga!

          ―Su cambio, señora.

          ―¿Qué?

          ―Que tome su cambio, señora. Si le aceptara más dinero del que necesito para comer, me lo gastaría en vicios.

          ―Ah, gracias.

          “Señora” ¿Cuántos años se pensara este tío que tengo? Al final me voy a tener que apuntar al gimnasio. Pero a otro diferente. Tengo que cambiar de gimnasio. Y de escuela de inglés. No tengo que precipitarme. Para el año que viene tengo el propósito y he tomado la decisión de ser más indecisa, y pensarme mejor las cosas.

          Cualquiera que lea esto pensará: “Esta, seguro que al final, no se apunta a nada”. Y, al final, tendrá razón.



martes, 21 de diciembre de 2021

NI ROSA NI AZUL. VERDE

 

 Esta semana nos convoca Mag con desde su TRASTIENDA DEL PECADO, y nos reta a escribir un cuento de Navidad. Lo siento, pero no podia apretar tanto un cuento como para meterlo en 350 palabras, o sea que esta vez me he pasado mas de lo habitual, y aun asi resulta una lectura precipitada.

Podeis encontrar el resto de aportaciones AQUI

Y COMO ESTA SERÁ LA ULTIMA ENTRADA ANTES DE LA FECHA SEÑALADA, APROVECHO ESTE ESPACIO PARA DESEAROS DE TODO CORAZON UNA FELIZ NAVIDAD A TODOS

 

          Lisa llegó a casa después de otro tedioso día de trabajo. Lo primero que hizo fue no besar a su marido porque, no tenía, ni lo quería, ni lo necesitaba. Luego no subió a arropar a su hijo porque, no tenía. Curiosamente sí que tenía habitación para él o ella. Verde, ni rosa ni azul. Después escuchó los mensajes del contestador. Padres sí que tenía, y la invitaban, como cada año, a pasar Navidad, fin de año y Reyes, que era el único día del año que veía a sus sobrinos. Optaría, como siempre, por el primero y el último.

        ...

          Mr. McRedhead se presentó en el hospital sin avisar. Era el dueño y no acostumbraba a venir de Escocia para felicitar la Navidad a sus empleados. Pero aquel año dijo tener algo importante que comunicar. Entró en el despacho de Lisa después de felicitar a todos los demás:

          ―¡Doctora Lisa Caddy! ¡Mi directora general favorita! ―voceó entusiasmado. Era un pelirrojo recalcitrante, peinado con raya a un lado y una laca antiarrugas reforzada, que no podía sujetar aquel rebelde pelo crespo. Además venia ataviado con un traje de un tono rojizo,que resultaría ridículo si no fuera el dueño. Lisa se levantó para darle el protocolario abrazo, pero el Mr. McRedhead venía a felicitar la Navidad como Dios manda, así que puso su mano en la parte baja de la espalda de Lisa y la apretó contra sí. Sus vientres chocaron pero sin la pasión necesaria para engendrar. Aquello a Lisa le pareció un contacto inapropiado. La mano se había posado entre la L2 la L3, o sea que el contacto no fue tan inapropiado como pudiera pensarse. Lisa era un poco sensible para los contactos―. ¡Feliz Navidad! ―exclamó, para teminar susurrándole al oido―: Y verá qué regalo… ―Luego se despidió, y se fue arropado por su séquito.

          Se encaminó al restaurante a comer sola. Los médicos que solían acompañarla se habían pedido fiesta. A sus cuarenta y siete años seguía siendo muy atractiva, pero tener hijos de forma natural era muy arriesgado en su caso. Había intentado adoptar pero las trabas eran infinitas y otros medios… Había renunciado.

          ―¡Merche! Guárdame un pack de calcetines de esos gordos sin goma, que cuando salga te los cojo ―gritó una señora que entraba al Condis.

          ―¡Vale! ―contestó una gitana con un antiguo carro de bebes adaptado como parada de mercadillo portátil. A su lado había dos churumbeles jugando, y llevaba otro en brazos. Lisa se paró. En frente de Merche había un eslavo tocando el violín con un amplificador.

          ―Deme algo señora… ―dijo alguien a escaso centímetros de Lisa mientras le tocaba el dorso de la mano. Aquello era otro contacto inapropiado, que la despertó de su ensimismamiento. Era un joven negro al lado de un cartel con tantas faltas de ortografía como palabras. Lisa apartó la mano, asustada, y se dirigió hacia la gitana. Se puso delante. Iba a decirle otra cosa pero no se atrevió:

          ―Deme unos de esos calcetines gordos sin goma. ―Merche tenía unos ojos tan claros y profundos como los de ella, pero en verde, en lugar de en azul. Lisa cogió el paquete y le pagó. Cuando la gitana le devolvía el cambio, alargó el brazo, como para no perder el contacto de su mano.

          ―¡Dios la bendiga, señora! Y feliz Navidad para usted y sus hijos. ―Lisa se giró bruscamente, casi enfadada…

          ―Deme algo, señora… ―Se volvió y encontró una mirada triste y negra. Le dio el cambio de los calcetines, que aún no había guardado. El joven cogió el dinero con una mano, y con la otra, cubrió la de ella. ―¡Feliz Navidad, Señora!

          Aquel había sido el día de los contactos inapropiados. 

           ...

          El día siguiente fue a pasar la Navidad con sus padres. La comida no le debió sentar muy bien porque dos días después se encontraba fatal.

          Cuatro días después, en su propio hospital le diagnosticaron el embarazo. Un embarazo perfectamente normal, pero de cuatro meses. Y así sucesivamente. Mientras los médicos intentaban averiguar qué era lo que le pasaba a su directora general, llegó el noveno día, y Lisa Caddy dio a luz, antes de que se pudiera descubrir el misterio.

          El día de Reyes se presentó en casa de sus padres. Uno de sus sobrinos abrió la puerta:

          ―¡Tía Lisa! ―gritó con tal nivel de sorpresa que llamó la atención de todos los de la casa. Su madre salió. Lisa llevaba su bebé en brazos:

          ―Pero Lisa…

          ―Mira, mamá ―contestó ella orgullosa, descubriendo a una preciosa criatura mulata, de profundos y claros ojos verdes. Menos mal que Gaspar es muy modesto y no salió también pelirrojo.

 

 

viernes, 10 de diciembre de 2021

LA PRESBICIA

 Esta semana nos convoca Myriam desde su blog DE AMORES Y RELACIONES, con un tema muy interesante. UN MANUSCRITO ROBADO. Voy llegando tarde, y no me fijé en que había cinco subpropuestas, hasta que ya lo habia acabado. O sea que no es un relato de misterio y aventuras, o sea que es un poco de coña de personajes recientemente introducidos, pero que es independiente. Esta basado en algo que corría por la red esta semana.

Podéis ver el resto de propuestas AQUI

 

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          La Clares estaba supercontenta. La noche en vela que acababa de pasar había dado sus frutos. Podía haber estudiado para el examen, pero una vez empezó el proyecto, se entusiasmó tanto, que le resultó imposible dedicar la noche a otra cosa.  

          ―Mira esto.

          ―¿Qué le pasa?

          ―Cógelo ―insistió la Clares.

          ―¿Qué le pasa? ―preguntó la Carrillo tomando el botecito, un poco harta de tanta insistencia.

          ―¿Te parece normal? ―Hubo un silencio mientras su compañera repasaba el objeto― Mírate las instrucciones.

          ―¿Las instrucciones de un bote de típex? ¿Estas tonta o qué? ―Pero después de mirarlas su tono cambió―. Wallaaaa… ¡¡Qué hija de puta!!

          ―Trae ―dijo la Clares arrebatándoselo de las manos―. Ja, ja ―se carcajeó orgullosa mientras se alejaba. La Carrillo se quedó con dos palmos de narices.

          Llego el examen. Todos entraron, tomaron asiento, desplegaron el contenido de sus estuches sobre el pupitre y esperaron la hoja de examen. La Carrillo se giró, sonrió a su amiga, luego cogió el típex que tenía sobre su mesa, lo miró detenidamente, y lo volvió a colocar en su sitio.

          Aquello sorprendió a la Clares; tomó su propio bote y leyó las instrucciones en diagonal: “Modo de empleo… mantener fuera del alcance… tóxico… inflamable…”, en vez de las fórmulas matemáticas que había estado copiando en miniatura durante toda la noche.

          ―¡Seño, Seño! ―requirió levantando la mano, aunque no espero el permiso para hablar―: La Carrillo me ha robado el bote de típex ―se arriesgó a acusar.

          ―Es mentira, Seño. Ella tiene el suyo en su mesa.

          ―Es verdad, Clares. Tú ya tienes el tuyo.

          ―Me lo ha cambiado. El mío estaba lleno y este está vacío. Además el mío es marca Galatex. ¿Cómo iba a ver la marca desde aquí?

          La profe se aproximó, cogió el bote y se lo separó para ver mejor la marca. Las dos chicas se miraron asustadas. Luego ambas se fijaron en las gafas de la maestra que estaban sobre su mesa. Volvieron a mirarse. La profesora, disgustada por no ver bien la marca del bote, cogió tambien el típex del pupitre de la Clares, se dio la vuelta y se dirigió a su mesa clavando tacones, enfundada en su estrecha falda. Abrió el cajón y metio ambos botes. Luego se dirigio a las mesas de ambas alumnas.

          ―¡Arreglado! ―exclamó triunfante depositando un lápiz y una goma encima de cada pupitre.

domingo, 5 de diciembre de 2021

EL REY JOVEN

 Esto es una combinacion del reto de David Rubio en su Blog EL TINTERO DE ORO, y el reto de CAMPIRELA para el jueves pasado. Lamentablemente por tarde y por largo no lo he podido enviar a los jueveros. El primero era un cuento de Navidad de 900 palabras y el segundo un texto sobre la esclavitud

 

          5 enero. 8:00:

          ―Despierta, Walty, Vamooos cariño, que tenemos faena.

          «”Walty, Walty”… Que yo no me llamo Walty», pensó Walty.

 

          24 diciembre. 4:00:

          ―Walty, despierta puto vago. Llevas ya más de tres horas durmiendo. ¿Cuántos te faltan? ―voceó “el gordo Nick” derrochando todo el cariño que era capaz de ofrecer a alguien cercano; un hijo, por ejemplo. Antes era Nicky, pero cuando el apelativo se unió al nombre, el diminutivo final en “y” resultaba ridículo.

          ―Unos 125000.

          ―¿125000? ¿Y te pones a dormir?

          ―¿Qué quieres? Hay seiscientas impresoras estropeadas ―replicó Walty

          ―Ponte a currar puto vago. Solo quedan veinte horas. Ya dormirás luego, todo el año si quieres ―El gordo Nick abrió la puerta pero antes de salir se dio la vuelta y preguntó―: Por cierto, ¿qué has pedido a Papa Noel?

          ―Papa Noel no existe.

          ―Jo, jo, jo ―se rió ridículamente antes de salir.

          Era mentira. Más bien lo odiaba, pero aun así le pidió algo. Como Papa Noel se daría cuenta de estos sentimientos, Walty le mandó una carta anónima. Pedía que cierta persona se convirtiera en un muñeco colgante de árbol de Navidad, en forma de gordo barbón vestido de rojo. Tambien pedía que le liberaran de aquel puesto, y que le ofrecieran trabajo en otra empresa de mensajería.

          Como Papa Noel subcontrataba los encargos mágicos y peticiones sobrenaturales, no prestó demasiada atención a la carta de Walty. La empresa que se encargaba de estos menesteres era NATYSA.

 

          Hace tiempo:

          Walty no siempre fue un esclavo al mando de 125000 desaprovechadas impresoras 3D, que solo funcionaban quince días al año ―también se subcontrataban para el Black Friday―. Antes de ostentar tan insigne cargo, era un muñeco de chocolate negro del 99%, de ese que solo los pedantes dicen que está bueno. Una vez un niño compró uno igual, se comió su cabeza, y luego la escupió. “Puaj” ―dijo literalmente―. La noticia corrió por redes sociales y ya nadie compró a Walty. Hasta que un día llegó Nicky ―entonces no estaba tan gordo―, y lo compró, pero no se lo comió. Encargó a Naty ―dueña, gerente, directora general, encargada y única empleada de NATYSA― que “animara” e hiciera crecer hasta el tamaño de un niño de quince años―más pequeño no le servía para trabajar― a Walty. Y así fue como el chico consiguió un padre, un jefe y una mierda de trabajo.

 

          Hace más tiempo aún:

          Gaspy y Merche tenían ―y aún tienen― una empresa de mensajería seminstantanea. Este tipo de mensajería se caracteriza por no ser tan instantánea como el whatsapp, pero ser capaz de enviar mensajes materiales. Opera mediante tecnología aún pendiente de inventar. Su característica diferencial es la velocidad. Mediante el uso de 125000 dromedrones es capaz de repartir millones de paquetes durante una única noche. Hay que programar los destinos y tal, pero eso es trabajo informático. Solo se les puede enviar un mensaje al año, y ellos lo contestan el 5 de enero.

 

          25 de diciembre y siguientes:

          Era el día de las devoluciones, pero eran las doce del mediodía y no había llegado ninguna. Más curioso aún era que todavía no le habían traído el almuerzo. Y lo raro, raro, raro era que el gordo Nick aún no había entrado, ni en forma de padre ni en forma de jefe, para echarle la bronca por algo. Notó que en el árbol de Navidad había colgando un muñeco de Papa Noel, que el día anterior no estaba. Salió de su sala de fabricación-reclusión y no vio a ninguno de los repartidores. Ni siquiera el encargado Rudy andaba por allí. Abrió la puerta de la calle sin dificultad y, por primera vez después de muchos años, pisó la calle. No le causó la alegría que cabría esperar. A la izquierda había una cola de gente en silencio, con paquetes para devolver, pero como no había nadie que los atendiera, Walty pensó que no iba a hacer el trabajo de los demás, y empezó a caminar sin prisa; no había nadie para perseguirle. Pensó en el muñeco de Navidad.

          Consiguió trabajo en la segunda empresa de mensajería más importante del mundo. Naty había cumplido sus deseos. Varios días más pensó en el muñeco. En esta empresa le trataban muy bien, le daban alojamiento en la misma casa de los dueños, y le trataban como a un hijo. Merche y Gaspy no tenían descendencia, y rondaban la edad en que ya no podrían tenerla. Lo único que le impedía ser feliz era el pensamiento recurrente del muñeco de Navidad. Finalmente cambió su carta a los Reyes Magos, por otra en que pedía que el gordo Nick volviera a la vida y recuperase su tamaño; incluso se permitió añadir, que con un poquito menos de peso, para que pudiera volver a llamarse Nicky.

 

          5 enero 8:01:

          ―Vale, ya voy. ―Se desperezó con parsimonia―. Pero con una condición: no me llaméis más “Walty”. Llamadme “Balty”. Al fin y al cabo no me llamo Walter. Me llamo Baltasar. Uno se llama como uno quiere llamarse, ¿no?

          ―¡A la orden! ―contestó Merche sonriente sentada a su lado en el borde de la cama. Hizo una pausa sin dejar de mirarle―. He visto tu carta a los Reyes Magos ―siguió orgullosa sin perder la sonrisa.

          Balty bajó la cabeza avergonzado. Al ver que ella no se enfadaba, también sonrió sutilmente. Luego pensó: «Vaya empresarios. No me extraña que vayan segundos».

 

         

 

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