Navidad 23 por Neogeminis

Navidad 23 por Neogeminis
Navidad 2023 por Neogeminis

miércoles, 31 de mayo de 2023

DAMIÁN, EL CAZADOR

 Esta semana juevera nos convoca Mónica desde su blog NEOGEMINIS con el tema de los engaños, y las trampas. En este relato aparecen de una forma un poco sui géneris (ahora no sé si géneris lleva tilde). Lo escribí la semana pasada previendo que Mónica iba a traernos este tema (Es mentira, fue para otro objetivo, pero ha coincidido; siempre coincide todo)

Podéis ver el resto de aportes AQUI

 

          El verde del paisaje tiene tonalidades múltiples; desde el valle del Rednitz hasta más allá del valle del Tauber se extienden espesos bosques, en su mayoría de coníferas. Sin embargo, alrededor de los pueblos hay un ancho espacio cultivado, pues desde muy antiguo aquella es tierra de labrantío. En los numerosos estanques, la hierba crece más alta; tanto, a menudo, que sólo se perciben los picos de las manadas de gansos, y a no ser por sus gritos, legaríais a tomar esos picos por flores prodigiosas, dotadas de movimiento.

          La caza era otra fuente, sino de ingresos monetarios , sí de cárnicos. Los niños aprendían de los padres a imitar los graznidos, para atraer a los machos en época de celo. Los mayores solo podían instruirlos, ya que con la madurez de la voz humana, el engaño pierde efectividad. Así pues, los niños eran imprescindibles para este tipo de caza.

          Damián fue un aprendiz aventajado. Bordaba el graznido; tanto que los machos se le acercaban hasta el punto de quitarle la manta bajo la que se ocultaba. Entonces les atizaba con un palo que llevaba y ya había carne para el caldo. Damián cazaba solo; no necesitaba ni a su padre ni a ningún otro adulto con una escopeta.

          Un día, tras repetir en varias ocasiones el graznido, notó como su víctima le quitaba la manta, lanzó su garrote pero justo antes de impactar con el animal, se dio cuenta que era una hembra, y desvió el golpe lo suficiente para no darle en la cabeza, pero sin poder evitar impactar con el cuerpo.

          ―¡Ay! ¿Qué haces? ¿Por qué engañas? No eres una gansa ―preguntó dolorido el animal.

          ―Tú eres la que engaña. No eres un macho. Eres una hembra. ¿Por qué acudes al reclamo? ―contestó Damián.

          ―Es que a mí me gustan las hembras ―argumentó la gansa.

          Antes de contestar el chico pensó: «Uff… Que complicada es la vida campestre. Ahora cada vez que vaya de caza, tendré que asegurarme antes de sacudir, porque mamá me dijo que la carne de gansa no es tan buena para hacer caldo como la de ganso». Finalmente preguntó:

          ―¿Y cómo es que hablas tan bien en alemán?

          ―Imito el habla humana. Igual que tú los graznidos. Me enseñó mi padre. ―La gansa se miró el ala y continuó―: Y ahora ¿qué hacemos? Me has roto el ala; ya no puedo volar.

          ―No sé. Nunca me he encontrado en esta situación. ¿Quieres que te cuide y te alimente hasta el día de tu muerte?

          ―No me hace mucha gracia. Una gansa que no puede volar ¿para qué sirve? Mejor mátame ―sugirió la gansa como quien solicitaba que le espantaran un tábano.

          ―¿Cómo te voy a matar?

          ―A garrote.

          ―Es que no me gusta matar hembras. No es nada personal, ¿eh? De otros animales tampoco.

          ―¿Acaso no matáis a los caballos cuando se quedan cojos, y ahorcáis a los galgos cuando ya no pueden cazar?

          «¡Qué complicada es la vida», suspiró Damián para sus adentros. Finalmente dijo:

          ―Bueno… Tú ganas. Venga, ponte.

          La gansa bajó la cabeza y Damián, muy a su pesar, lanzó el estacazo de gracia;  pero justo cuando iba a impactar, volvió a desviar el arma, y consiguió no desnucar al bicho, pero le rompió el otro ala: «Pero ¿qué he estado a punto de hacer? Puedo ganar una fortuna en las ferias con un ganso que habla», pensó sorprendido.



sábado, 13 de mayo de 2023

LA APRENDIZ Y EL GALGO

 Con este micro participo en el reto mensual de LIDIA CASTRO NAVAS, en el que este mes hay que escribir un relato de máximo 100 palabras (sin contar el título) referido a la carta y a la runa de madera que aparece, que indica Renovación. También puede hacerse referencia o nombrar la Flor de Saint Germain: abies de Lourdes, que está indicada para anular las limitaciones. Esto ultimo en el micro se ve muy por los pelos. Se me ha hecho particularmente difícil encajarlo en 100 palabras. Parece imposible que haya 100 palabras. Un día no me voy a fiar del contador de word y las voy a contar.

Podéis ver el reto de aportes AQUI


          ―¡Guau!

          La flecha mató al suelo.

          ―¿Guau? Has asustado la liebre. Brrr…

          La aprendiz volvió a casa y explicó lo sucedido.

          ―Ve al animalciante, y llévate a los perros. Para vigilantes ya no los necesitamos.

          Una vez allí volvió a explicar lo sucedido:

          ―Llévate este. A cambio de tus perros.

          ―¿Qué raza es?

          ―No es un perro. Es un galgo.

          ―¿Ladra?

          ―No

          ―Todos los perros ladran.

          ―Que no es un perro. “Canis Galicus”. Es otra especie. ¿No lo ves?

          La chica no se fue muy convencida, pero el día siguiente, tras la caza, volvieron ella, el galgo y una sonrisa.


miércoles, 10 de mayo de 2023

LA MANETA

Esta semana toca DUO. Un texto para dos retos. La culpa es de CAMPI. Tenía pensado escribir esto para EL TINTERO DE ORO, y nos pone como reto juevero LA PUERTA. Ni a Fernando VII se la ponían así. 

Esta torpe interpretación de una escena de una película era mi segunda opción para el microrreto de hace dos meses. Y este mes David nos propone LAS EMOCIONES, y como pocas veces he visto tanta emocion concentrada en una imagen, pues no me he podido resistir. Al final del texto se trasluce cual es la película 

 

AQUI podéís ver el resto de aportes al reto juevero.

Y el resto de aportes a la paleta de emociones, AQUI. 


          La furgoneta frenaba y el momento llegaba. Una vez se paró, él detuvo el motor y se quedó mirándola. Ella desde el asiento del acompañante no se atrevía a mirarlo a él. Miraba al exterior, a su granja, y callaba. Él tampoco dijo nada. Pasaron unos segundos de indecisión. Ella cogió con su mano derecha la maneta de la puerta. Él le cogió su mano izquierda, mientras miraba hipnotizado la mano en la manija, sin tirar de ella aun. Ella seguía con la mirada perdida. El continuaba mirando la maneta de la puerta. Por fin ella tiró suavemente de ella, sin accionar el mecanismo. El apretó su mano. Ella quería llorar pero no podía. Solo podía pensar en su granja, su marido y sus hijos, ya mayores. Ella tenía cuarenta, veinte menos que él. Sabía que el cartero puede llamar dos veces, pero no tres. Aflojó la tensión sobre la maneta, pero no se atrevió a mirarle a él. Miró su delantal y sus zapatillas de granjera. El sueño estaba allí dentro con ella. La realidad estaba fuera, aporreando silenciosamente la puerta de la furgo. La maneta estaba a un milímetro de accionar el mecanismo. Entonces ella por fin le miró a él, y la puerta, inadvertidamente, se abrió. Nunca estuvo segura de haber sido ella quien la accionara, pero lo que es cierto es que la realidad del Condado de Madison inundó todo el vehiculo. Luego salíó y se dirigió a su granja sin mirar atrás.

martes, 2 de mayo de 2023

PÚGIL

 Este jueves nos convoca MAG desde su blog LA TRASTIENDA DEL PECADO, con un reto megadifícil. Construir un relato que contenga unas frases que construiremos previamente, iniciadas con la consonantes de la palabra iNSPiRaCioN, pero tal como está aquí escrita; sin hache. No ha quedado muy claro con esta explicación pero ya llegará el ejemplo. El contador de palabras marcaba 506, pero quitando las frases muestra del principio, quedan en 350 justas

Podéis encontrar el resto de aportes AQUI

Las frases a incluir son:

Nunca gires a la izquierda

Sabiendo eso hubiera sido más fácil decidir

Pocas oportunidades como esta

Razón no le falta

Cuando las barbas de tu vecino

Nadie sabrá nunca nada

 

 

          ―Y recuerda que tendrás pocas oportunidades como esta.

          El púgil salió lanzado en dirección a su contrincante. Tras unos segundos de tanteo comenzó el intercambio de golpes. Cuando estaba a punto de acabar el primer asalto, una derecha incontestable dio con uno de los boxeadores en el suelo.

          ―¡Eh, eh, despierta!

          ―¿Qué? ¿Qué pasa?

          ―¿Cómo que qué pasa? Que te has tragado un derechazo que ni lo has visto venir. ¿Qué te he dicho cuando veníamos hacia aquí? ¿Qué te he dicho en cuanto hemos sabido quién era el rival?

          ―Pues no lo sé. No sé a qué se refiere. Me ha dicho usted muchas cosas.

          ―”¡Nunca gires a la izquierda! Ese tío tiene una derecha demoledora y si…”

          ―Pensé que se refería al tráfico ―mintió el púgil―. Como íbamos conduciendo…

          ―Pero ¿qué tráfico? ¿Para qué te iba yo a hablar del tráfico? Si además conducía yo, ¿Para qué te iba a decir…

          ―Ya. Es que tras el tanteo inicial me había trazado una estrategia que consistía en… pero claro, sabiendo eso hubiera sido más fácil decidir otra. Pero, tranquilo, ahora me levanto y sabiendo eso, se va a enterar este…

          ―Pero qué levanto ni leches, si ya hace media hora que te derribaron. Ya no queda nadie aquí.

          ―Ah…

          ―Pensábamos que te despertabas ya, porque empezaste a mover la piernas y murmurando “izquierda, izquierda, izquierda derecha izquierda”. ¿Estabas soñando con el ejército o qué?   

          ―Pues no sé. No me acuerdo. Nunca me acuerdo de lo que sueño ―siguió el púgil haciéndose un poco el tonto intentando cambiar de tema.

          ―Pues ya te dije que vas a tener pocas oportunidades así. Este, aparte de la derecha, era un paquete.

          ―Ya, claro. “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…”

          ―¿Qué?

          ―Es un refrán… ―arguyó como pidiendo disculpas.

          ―Ya sé que es un refrán. Pero aquí no viene a cuento de nada. ―El púgil hizo una pausa simulando que estaba pensando si el refrán encajaba, y finalmente dijo:

          ―Pues es verdad. Razón no le falta. -El entrenador se lo quedo mirando-:

          ―Oye, ¿estás bien?

          ―Sí, sí. Estoy bien ―contestó sin demasiada convicción.

          ―Pues venga, que hoy me tienes que llevar tú a casa. No hace falta que te duches que no te ha dado tiempo ni de sudar.

          ―No, no. No estoy demasiado bien. Un poco mareado. Mejor conduzca usted ―se excusó el púgil, ocultando a toda costa que nunca se pudo sacar el carnet de conducir.

          ―Pero ¿no has dicho antes que estabas bien?

          ―Sí, pero ha sido ahora al levantarme…

          Cuando el entrenador-chófer llegó a destino, paró y el púgil se bajó.

          «Otro día que he salvado. Un boxeador disléxico. Si alguien se enterará… pero no. Nunca sabrá nadie nada», pensaba el púgil mientras se dirigía a la puerta de su casa buscando en el bolsillo derecho las llaves que estaban en el izquierdo.

 


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