Este jueves nos convoca DEMIURGO con una propuesta multitemática. Hay que elegir entre varias frases para construir un relato a su alrededor. Yo he elegido esta:
4) Un mutante con habilidades sobrehumanas construye a una bella androide, quien se convierte en su secretaria, enfermera y amante.
He intentado entrar en los parametros de límite de palabras. pero se me hecho imposible, aún acabando de forma un poco tajante.
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Gastromán era su nombre de guerra; no quería que se conociera el verdadero, por eso en su juventud, cuando formó parte de un grupo de mutantes de lucha contra el crimen, llevaba máscara. Su poder, para formar parte de este grupo era “arrojar”; no devolver ni vomitar. “Arrojar” es un verbo que alcanzaba su máximo esplendor cuando él lo practicaba.
Había sido dotado de una acidez estomacal casi tan inmensa como su inteligencia tecnológica. Reducía a sus enemigos a un amasijo de carne informe cuando eran alcanzados por sus arrojamientos. Sabedor de la voracidad de sus ácidos, solía lanzar un poco desviado, para no causar daños irreparables a sus enemigos. Su inteligencia tecnológica, como su verdadero nombre, también era un secreto; no es este un poder tan magnifico como pudiera suponerse. En el colegio no le había ido demasiado bien haciendo uso de él, así que a partir de la adolescencia decidió ocultarlo.
Enseguida se cansó de luchar contra el crimen; solo estuvo en activo entre los diecinueve y los veinticinco. El tiempo de hacer algo por los demás en agradecimiento por los dones concedidos. Su retirada se precipitó precisamente cuando se dio cuenta de que sus dones, en realidad no eran tales. Su desmedida acidez estomacal iba acompañada de una halitosis del mismo tamaño. Una halitosis de dos metros de distancia de seguridad. La pandemia lo cogió ya entrenado. Las chicas, aunque era bien parecido, ni se le acercaban. Tuvo relaciones con dos que habían padecido el covid, pero finalmente recuperaban el olfato.
Empezó a trabajar en un empresa de diseño biomecánico. En realidad pretendía ser una fábrica de clones, pero ese nombre era políticamente incorrecto, y la tecnología punta del momento, tampoco alcanzaba a que eso fuera algo más que una pretensión. Aquí, por fin pudo hacer uso de su inteligencia tecnológica, pero no para beneficio de la empresa, si no para el propio. Se fabricó un clon. No era exactamente un clon, porque no era igual que nadie, aunque se parecía bastante a Marilyn. «Ya puestos…», pensó.
Aunque no tenía olfato, sí tenía capacidad de procrear. No era un ser enteramente biológico; tenia partes mecánicas. Esto fue fatal para su hijo, que las heredo de su madre, junto con la acidez de su padre. Todo ello le produjo una enfermedad degenerativa de los huesos que lo llevó a la parálisis.
Después de la jubilación, el deterioro del que una vez fue Gastromán, se aceleró sin motivo justificado. Pensó que posiblemente era otro de sus dones.
Los últimos años de su vida los dedicó a transformar a Marilyn en un ser exactamente ―esta vez sí― igual a él. Un tránsito de género nunca visto a tan avanzada edad. Era la única forma de que, tras ocultar su propia muerte, Marilyn siguiera cobrando su pensión para poder atender al hijo de ambos hasta que muriera. Luego Ella-El volaría libre, hasta que Dios quiera.