domingo, 29 de septiembre de 2024

ASSBOOK

 Este mes el microReto del EL TINTERO DE ORO  nos conduce al mundo de las redes sociales, que yo no uso, excepto el blog, así que no iba a participar porque obviamente soy un zote hablando de ellas, y un mínimo conocimiento debería tener, pero esta mañana me acordé de la famosa agencia de detectives del lejano Oeste y ya fue un no parar.

 

AQUI encontraréis el resto de microrrelatos 


 

          Syd acababa de salir de la cárcel y se dirigía a su casa sin muchas esperanzas de hallarla en condiciones, aunque pasó previamente por una imprenta en la que tenía un encargo por recoger desde hacía ocho años. La casa estaba okupada pero negoció con sus nuevos habitantes un desalojo civilizado, de modo que convivirían un mes hasta que encontraran un nuevo sitio.

          Arrancó su antiguo ordenador a vapor y se fue a ver una peli mientras se iniciaba, junto a dos de sus nuevos compañeros de piso. Le ofrecieron un ordenador actualizado pero él prefería el suyo. La conexión wifi sí que la aceptó.

          Cogió la lista ―que aun conservaba― de teléfonos fijos de los compañeros del colegio, y remarcó los bullys que él consideraba que le habían jodido la vida. Luego entró en la pagina en que todo el mundo salía ―esto lo aprendió en las clases de informática la cárcel―, y allí estaban casi todos. Afortunadamente, aparte de la foto del culo también salía una de la cara. No le sirvió para reconocerlos pero sí para notar que la mayoría eran punkys, y los que no lo parecían, sus gustos los delataban. Una vez reunidos los datos que precisaba, cogió su abrecartas ―que también abría cualquier otra cosa―, se probó el pasamontañas ―que se enganchaba en los piercings de la oreja, nariz y cejas, y además le aplastaba la cresta―, y finalmente se puso su camiseta recién recogida. En el pecho lucía: “Punkerton College”

jueves, 26 de septiembre de 2024

LA CARNICERA Y EL CARTERO y pablo neruda

 Este jueves nos convoca ARTESANOS DE LA PALABRA con un reto curioso; lo pongo tal cual por si no lo he entendido bien

Así que vayamos lentamente manejando o pedaleando o caminando o volando, (cada un@ elegirá la forma que mejor quiera) y  de pronto algo o alguien se descompone o le sucede algo que requiera detener esa marcha. Justamente en donde se produce el detenimiento hay un bosque y en él una bella cabaña, vacía para que se pueda pasar la noche. 

La noche llega y en algún momento, se decide abrir la puerta y ¡Oh sorpresa!, llegan hasta allí, cual hojas de otoño una cantidad de sobres que contienen cartas.

Ahí, justo ahí, está el punto en cuestión: ¿Qué dicen las cartas?, ¿Quién o quiénes las han enviado? ¿Para quién? ¿Desde dónde?

Si tienen ganas, es un buen momento para poner en práctica una técnica que en narrativa se llama "fluir de la conciencia". Les dejamos un videíto
explicativo de la técnica, para que - tal vez - puedan innovar. Un abrazo

 
Esto ultimo es lo mas peliagudo, y que no sé si he entendido bien. Seguramente no. Hace un año intenté Ulyses y nada. No me pareció particularmente atractiva esta técnica. Casi termino un relato de no recuerdo quien que se titulaba "Felicidad", y no detecté nada diferente de lo normal. Y pienso hacerme con "Al faro" de W.W. ya veremos. No creo que lo que he escrito se parezca demasiado a ninguno.
Podéis encontrar el resto de aportes AQUI

 

          ―He conocido a otro…

          Etc, etc… ya sabemos todos como sigue, así que vamos a saltar hasta un hecho diferencial, para arriba bien y para abajo ha saltado. La carnicera, Carni en adelante, agarró el volante y tiró de él haciendo saltar el coche por la cuneta. Descendió sin control varios kilómetros por una pendiente y fue a chocar con un olivo. Mil años le daban el título de inamovible. El simca 1000 ya no serviría más para hacer el amor, ―mira tú, tres palabras perdidas por no poner follar―, ni para ninguna otra cosa.

          ―Eres un imbécil. Pensé que eras una persona civilizada.

          ―Clarooo… civilizado para tragarse los cuernos. Para ponerlos no hace falta ―contestó el cartero, Cartediem, en adelante.

          ―Bahh ¿Qué hacemos?

          ―Yo voy a andar hacia allá que parece que hay un claro en el bosque. Tú llama a tu novio, que te venga a buscar, si encuentras alguna cabina.

          El claro estaba nevado. Había un microclima. La cabaña que había en el centro, también. Hubo que apartar la nieve de la puerta para entrar. Partiendo de la premisa “cero grados, ni frio ni calor”, el claro debía rondar los -25ºC, una nueva técnica antiokupa. Dentro había una chimenea sin leña a la vista, una mesa con un abrecartas sobre él, ―sí, tengo una fijación con los abrecartas―, y una silla, que Cartediem ocupó galantemente. Ya estaba oscureciendo y por la noche refrescaba un poquito. Carni se acurrucó en un rincón sin otra perspectiva que morir de frio. De repente se levantó aunque ya un poco rígida:

          ―Me voy al coche. Al menos no moriré congelada. Dame las llaves.

          ―Las he perdido.

          ―Gilipollas.

          Al abrir la puerta infinidad de cartas cayeron al interior provenientes de la montaña de ellas que cubría la casa, haciendo imposible la huida. Carni cogió alguna de ellas:

          ―Papá Noel, Papa Noel, Santa Claus…

          ―Debe ser la cabaña de Papa Noel. ―Nos ha jodío. No va a ser la del tío tom. Al final sí que va a ser gilipollas―. Y el claro de afuera es para que aterricen Rudolf y compañía. ―Ya te digo. Gilipollas acabao. Pero ¿qué Rudolf? ¡Rodolfo! ―que hizo campana la semana pasada―, que estamos en la sucursal española.

          ―Dame el mechero que haremos fuego.

          ―Estas flipando. ¿Quieres ir a prisión? La correspondencia ajena es inviolable. No se pude leer y mucho menos destruir. ―Esooo, en vez de aliviar un poco la faena a la subcontrata española… Nooo, que es sagrada. Se cree Kevin Costner, interpretando a Miguel Strogoff, si no se lo carga ella, me lo cargo yof.

          Cartediem pretendía esperar que ella muriera de frio y después prender el fuego. Cuando ella estaba alcanzando el último sueño, ese que provoca el frio, recordó que no debía dormirse, y en un despiste de él cogió el abrecartas y lo descabelló ―que no es quitar el cabello―.

          Pasada la noche al calor de la ardiente correspondencia inviolable, Carni llenó la cabaña de cartas despejando un camino hasta el exterior, donde yo la estaba esperando:

          ―Niña, esto es término municipal de Laponia, por aquí no veo policías, siempre podrías alegar defensa propia y yo soy un personaje de ficción.

 

martes, 17 de septiembre de 2024

EL GATO "VAYA"

 Esta semana nos convoca Mónica desde su Blog NEOGÉMINIS con el tema Gaterio (palabro de Perotti). Hay una estadística que dice que entre los escritores hay setenta por ciento que es más de gatos y un treinta por ciento de perros. Es una estadística reciente, de este mismo momento en que se me ocurre, y seguro que hay otra que dice lo contrario. Y los que se lo callan...

Como yo ni tengo ni he tenido gato, me lo he inventado todo, menos algunos personajes.

AQUI podéis encontrar el resto de aportes

        

           ¡Que dura es la vida del gato abandonado! Y más dura aun si se ha de fingir que uno es un gato cualquiera, y no uno que puede leer el pensamiento. Vaya, igual me he pasado un poco, pero sí capaz de evaluar a los bípedos por su aspecto.

          Este que viene ahora es de los que piensa en dar gato por liebre. Poco de fiar. Mejor me escondo detrás… No, no hace falta. Se arrima a las jaulas de enfrente. Es más de perros que de gatos. Suerte para el perro que escoja; le hará falta.

          Aquí me siento como las putas esas del barrio rojo, esperando que alguien las escoja. Bueno, con jaulas en vez de cabinas; nosotros esperando alguien a quien podamos hacer compañía; vaya en realidad también como ellas.

          Esta bípeda que viene ahora sí que busca gato. Vaya, esta es desconfiada, de las que piensa que en todo tiene que haber gato encerrado; como yo. Esta no me dejará salir; mejor me escondo, así, detrás de un travesaño horizontal de la jaula. Aquí detrás no puede verme. Uff… Ya ha pasado.

          Este que viene ahora…vaya, este no piensa nada. Tiene dificultades para pensar. Mejor no salgo del escondite.

          ―Oiga joven. ¿Es usted de aquí ¿no?? Pues el gato de la jaula 7,66 se les ha escapado. Ahí no hay ningún gato, aunque se escucha reír a alguien.

          Vaya, pues sí que pensaba. Era un matemático. En realidad ya estoy harto de matemáticos, así que mejor haberlo evitado.

          A ver esta que viene ahora, vaya… esta es de las que piensa que quien con gatos se acuesta arañado se levanta. No me dejará subirme a la cama. No me descubro.

          No sé para que me pongo aquí para que me escoja un bípedo, solo he conocido a una que valga la pena

          Este, vaya… Este es clarísimamente de los que piensa gato maullador poco arañador. Nos hace de menos. Y anda que si espera que yo cace ratones. Seguro que no le gusto, pero tampoco me voy a mostrar.

          Otro día más sin… ¡¡VAYAAA!! ¡Qué sorpresón! Ahora sí que aparezco, y hasta grito, aunque me descubra:

          ―¡Alicia!

          ―¡Cheshire!

martes, 10 de septiembre de 2024

DEUS EX MACHINA

 Este mes GINEBRA BLONDE nos tienta con la I.A. El reto consiste en crear un relato con este nuevo elemento tecnológico como protagonista, usando una de las imágenes sugeridas para inspirarnos.

 

La imagen que yo escogí es la siguiente:


De la Torre preocupado porque llega tarde al juicio

AQUÍ podéis encontrar el resto de aportes

 

          El juez De la Torre tenía un tic. Ocasionalmente levantaba una de las comisuras de la boca; a veces la derecha, otras veces la izquierda. Esto, supuestamente, representaría un problema, porque podía delatar el sentido de sus sentencias; como los antiguos jugadores amateur de poker, cuando se echaban un farol. Pero no en el caso del juez De la Torre. Entre abogados y fiscales ―que continuaban siendo humanos― aún se practicaba aquello de poner motes, y el apellido del juez “De la Torre” se le apostillaba con “colgará el acusado”. Era una exageración porque ya no hay pena de muerte, pero deja claro de qué lado suelen ir sus sentencias. Obviamente era un androide, como todo el resto de jueces.

          Cuando las IAs estuvieron lo suficientemente desarrolladas cambió la legislación y la judicatura humana quedó extinta. Primero era un ordenador cuántico conectado por miles de cables el que ocupaba el asiento del juez, pero la gente comenzó a negarse a ser juzgada por un mamotreto, y finalmente, cuando la robótica lo permitió, fueron los androides, indistinguibles físicamente de los humanos, los que tomaron el asiento. Que las máquinas no pueden fallar seguía siendo tan cierto como con los mamotretos, pero la gente ahora sí que lo aceptó.

          En el caso que nos ocupa, el acusado era un vendedor. Bueno en realidad era un comerciante porque igual hacia compra-venta que alquiler , leasing o renting de niños. Era un todoterreno. Uno pagaba una cantidad importante, en el caso de la compraventa y se lo quedaba para siempre. Si no tenía bastante dinero, hacía un contrato de leasing: pagaba mensualmente un alquiler y cuando había pagado todos los plazos se quedaba la mercancía en propiedad, para hacer con ella lo que quisiera. O podía hacer un renting: pagaba mensualmente una cuota y cuando la mercancía estaba destrozada por el uso, la devolvía y se la cambiaban por un niño sin estrenar. Esta era la modalidad más popular porque evitaba el aburrimiento del cliente.

          Los compraba, ―no quedó claro que los secuestrara―, los almacenaba en una jaula, todos juntos y luego, lo que el mercado dispusiera. Eran siempre niños masculinos. Haber mezclado hubiera sido poco decente según manifestó el acusado en el propio juicio, coincidiendo curiosamente con uno de los referidos tics del juez De la Torre; en este caso de la comisura izquierda.

          Llegada la hora de la sentencia la sala estaba atiborrada, porque se había convertido en un juicio mediático. El problema que se le presentaba al juez es que el secuestro no quedo demostrado, y mucho menos que el acusado abusara sexualmente de los niños. En este caso no hubiera habido problema en condenar a cadena perpetua. Y la sentencia por tráfico de personas, en aquel momento era de tres a diez años.

          ―El acusado queda en libertad, por falta de pruebas. Pueden abandonar la sala. Usted también ―apostilló dirigiéndose al acusado.

          Todo el mundo quedó petrificado en la sala. Ni siquiera hubo abucheos hasta cinco minutos después, solo murmullos. Todo el mundo intentaba digerir lo que acababa de escuchar, pero sin éxito.

          El acusado salió por su propio pie. La calle estaba vacía. Ningún periodista, ni cámaras ni nada. Todos estaban dentro. Nadie podía esperar que saliera en libertad. Se plantó en mitad de la Gran Vía alzando los brazos, casi podría decirse que a modo de provocación. La rueda de un 747 cayó del cielo obsesionada por ocupar el mismo lugar que el ex-acusado, aunque fuera por la fuerza. Esto coincidió con otro tic del juez De la Torre; en este caso de la comisura derecha.

          El informe pericial del accidente del desprendimiento de la rueda no tuvo una conclusión clara. Todo el sistema de aterrizaje del avión está completamente automatizado y controlado por un sistema informático. No quedaron registrados errores que justificaran el desprendimiento de la rueda. No hay intervención humana en ninguna de las fases de aterrizaje y nadie discute que las máquinas no se equivocan.

          También hubo estudios sobre las posibilidades de que la rueda cayera exactamente donde cayó. Estos fueron no oficiales, y concluyeron, como no podía ser de otra forma, que las posibilidades eran infinitesimales. La rueda no es en sí misma una máquina, pero puede considerarse parte de una, y todos sabemos que las máquinas, aunque sea en caída libre, no fallan. Excepto en el caso del juez De la Torre, que tiene ese fallo, ese tic, que cuando lo hace con la comisura derecha se parece extrañamente a una medio sonrisa humana.

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