martes, 2 de septiembre de 2025

COMO UNA CABRA EN UN GARAJE

Esta semana nos convoca NEOGEMINIS con un tema muy interesante. Todos nos hemos encontrado desubicados en algún momento. El titulo se refiera al ejemplo que se suele mencionar para definir la propia desubicación. Lo que pasa dentro no me ocurrió a mí, ni a nadie que yo conozca; aún.

  

AQUÍ encontraréis otros personajes perdidos.

 

 

          Dániel iba un pelín tarde aquella mañana. Bajó al segundo sótano dispuesto a salir a toda leche en su flamante todoterreno nuevo. Cuando se dirigía hacia él, escuchó unos pasos apresurados; de alguien con tacones, mucho más ruidosos que sus deportivas. Echó un vistazo, sin parar de avanzar, por sobre de todos los vehículos que atiborraban la planta, pero no vio a nadie. Cuando se disponía a franquear la última hilera de coches antes de alcanzar el suyo, una cabra salió por detrás del último. Ni siquiera le miró. Siguió su camino que al parecer terminaba encima del capó del todoterreno de Dániel.

          La sorpresa fue inferior al enfado de ver su nuevo vehículo abollado. La cabra intentó subirse a lo más alto del coche, que estaba a escasos veinte centímetros del techo del aparcamiento. Finalmente desistió, se recostó sobre el capó, y entonces sí que miró a Daniel.

          Pensó en bracear y gritarle para espantarla, pero se dio cuenta de que en aquella situación, la protectora civilización estaba comprometida. Recordó que vio en un documental, que las cabras son los menos domésticos de los animales domésticos. Intentó un acercamiento lento sin tener demasiado claro cuál sería su acción si llegaba a la altura de la puerta del vehículo sin que la cabra se soliviantara. No hizo falta porque la cabra se soliviantó. Se volvió a levantar y repicó con sus tacones sobre el capó. Aquello dolió más que una cornada. Se retiró despacio, y se deslizó entre las hileras de coches hasta alcanzar la rampa.

          Entonces escuchó que otro vehículo subía desde un nivel inferior. Lo paró poniéndose delante:

          ―Por favor, por favor, hay una cabra ahí sobre mi coche y no me deja salir. ―Tras repasar sus palabras pensó que quizás su argumentación resultaba poco verosímil. Entonces puso sus manos junto a sus sienes apuntando con los índices haca el techo. Comprendió que la situación no iba a mejorar. A todo esto, el conductor no bajaba la ventanilla, sin duda atemorizado, y no por la cabra―. Por favor, súbame hasta arriba, que aquí no hay cobertura.

          El conductor bajó finalmente la ventanilla, mientras continuaba hacia los niveles superiores:

          ―Es que llevo bastante prisa, pero tranquilo que cuando llegué arriba, avisaré a la policía.

          “Este cabrón no me inspira la más mínima confianza”, pensó Dániel.

          Subió a pie por la rampa, maniobra que le costó más de lo acostumbrado. Estaba mucho más empinada de lo que recordaba. Incluso tuvo que ayudarse de las manos. Al llegar a la salida de peatones del primer sótano, la puerta se abrió antes de que Dániel pudiera hacerlo, y allí estaba la autoridad perfectamente uniformada. El agente lo miró de arriba abajo antes de hablar:

          ―Está usted… ―Se quitó la gorra descubriendo su par de cuernos― ...fuera de lugar… ―Luego le miró el pecho, y percibiendo la falta de tetas, el boque acusó―: …, Hombre.

 

5 comentarios:

  1. Empiezo la lectura, se que me vas a sorprender, intento ir adivinando pero nunca llego al final preparada, siempre consigues sorprenderme. Un abrazo

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  2. Creo que puede ser al revés, no es el protagonista el que se encuentra fuera de lugar, sino más bien todos los demás están fuera de lugar y el prota es el único legítimo en aquel país caprino.... es la única explicación posible y plausible

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  3. Con las cabras hemos topado, o con el macho cabrio, jeje. Como siempre me dejaste cao con el final. Genial. Un abrazo y feliz semana

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  4. Uff, desquiciante. Me pasa como a Ester, eres totalmente desconcertante. Y dejas ese final abierto que mi mente necesita cerrar. Horrible sensación.

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  5. Pues menos mal que no era un rinoceronte.
    ¡Rinoceronte, rinoceronteee...!

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Aunque lo parezca, no todo es tan negro.

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