miércoles, 26 de octubre de 2022

ILARIO Y EL VIENTO

 Esta semana nos convoca Mag desde su blog LA TRASTIENDA DEL PECADO con un relato de jálogüin y aledaños locales. Yo tenia por cierta una leyenda o saber popular, pero como me la desmintieron, me la he reinventado. 

Ilario va sin hache en italiano

Podeis encontrar el resto de aportes AQUI 

 

          ―¿Dolcetto o scherzetto? ―espetó Ilario en cuanto le abrieron la puerta―. Atchiss. Perdón. ¿O castagnetto? ―continuó tras estornudar.

          ―¡Jesús! ¿Castagnetto? ¿Qué son? No somos de aquí. ¿Castañas? ―contestó la señora como si fuera gallega, aunque no lo era.

          ―¿Quién es, Laia? ―voceó alguien desde dentro.

          ―Sí, castañas. Castagnetto es para que rime ―contestó Ilario.

          ―Un chico. Pide dulces. O castañas. O la venganza será terribleeee ―contesto ella incrementado el tono de miedo a medida que ofrecía las posibilidades.

          ―¿Castañas? ¿Pide castañas? ¿Es costumbre por aquí? ―preguntó Cristóbal mientras se acercaba a la puerta.

          ―Atchiss. Perdón. No, no es costumbre pero ya ve cómo estoy de constipado. Mi abuela Ilaria siempre dice: “Castañas en el bolsillo contra el resfriado”

          ―Pues castañas sí que tenemos. Sácale un puñado, Laia. Porque dulces no tenemos ―aquí cambió a tono tenebroso― y el terrible scherzettoooo tampoco nos haría gracia. Es un poco tarde, no…?

          ―Ilario. Me llamo Ilario, Es un nombre muy familiar. Sí, es un poco tarde, pero aún falta para anochecer.

          ―¿Vives cerca?¿Quieres que llame a tus padres?

          ―Soy de Spiazzo. Sí, cerca. ¿Estas casas pertenecen a Spiazzo o a…

          ―Toma ―interrumpió Laia―. Abre el bolsillo, que te las echo. ―El chico sacó una.

          ―¿Esto son castañas?

          ―Siiií. Asadas y peladas. En nuestra tierra se asan por “todoslossantos”.

          ―¿No tiene crudas? Mi abuela no me dijo si asadas hacen el mismo efecto. At… ―se contuvo, no se sabe si por arte de magia.

          ―¡Vaya! Pues parece que funciona. Me apunto el remedio ―apuntó Laia.

          ―Sí . Es que mi abuela… Pues muchas gracias, señores. Que pasen un feliz Halloween

          ―Igualmente. Ve con cuidado. Y no te entretengas ―contestó Cristóbal.

          Ilario comenzó a caminar en dirección a casa. En Spiazzo hay un microclima único en todo el valle Rendena. Toda la zona es ventosa, pero en Spiazzo se producen frecuentemente ráfagas aisladas muy intensas, y aquella tarde estaban arreciando.

          Entre el hambre del chico y los efluvios que salían de su bolsillo, las castañas fueron disminuyendo en cantidad, mientras las ráfagas de viento, intentaban , sin éxito por el momento, levantar al niño del suelo. Aceleró el paso, y también aumentó la velocidad con que disminuían las castañas. Cuando solo quedaba una, Ilario se la echó a la boca, al mismo tiempo que una ráfaga lo levantó en volandas

          ―¡Atchís! ―Se acabó la magia justo cuando el chico ya viajaba por encima de los árboles del camino. No obstante, tuvo el buen tino y la buena suerte de atrapar la castaña disparada por el estornudo. En ese momento, la lucidez le inundó, y se la metió en el bolsillo. Inmediatamente, el chico comenzó a descender con delicada suavidad hasta aterrizar en el camino. El viento siguió lanzándole sus ráfagas, pero el chaval volvía a ser inmune. En cuanto llegó a casa lo explicó a su madre, que también se llamaba Ilaria, y a su abuela.

          ―Y el resfriado ¿cómo va? ―preguntó la primera generación.

          ―Bien. Con solo una castaña asada en el bolsillo, ya no he estornudado más ―contestó la tercera.

          La segunda generación era la directora del AMPA del colegio del pueblo, y esparció entre todas las madres la buena nueva. Algunas no lo creyeron pero al día siguiente, todos los niños llevaban castañas asadas en el bolsillo.

          Y ahí nació la leyenda local de que las castañas asadas en el bolsillo, evitan ser llevados por el viento. Lo de las castañas crudas y los refriados ya lo sabía todo el mundo.

         

miércoles, 19 de octubre de 2022

UY

Esta semana juevera nos convoca Inma  desde su blog MOLI DEL CANYER con una serie de fotografias infantiles a cual mas entrañable y bonita. Pero eso no quiere decir que sea facil el reto. Hay que meterse en la cabeza del infante o infanta, y revelarnos sus pensamientos, tarea nada facil, porque corre por ahi la idea de que se piensa con palabras, y algunos protagonistas de las fotos no deben saber hablar, y si saben haremos como que no, al menos yo. En realidad, sí que sabemos las palabras pero no sabemos aun decirlas, que me acuerdo yo. ¿Valeee?

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          ¿Quieres bailar? Así cogidas. Ahora mueve el culo. Como con mi hermano. Tienes que moverte, aunque sea un poco. Yo te ayudo. Tienes que moverte. Uy, que niña más tiesa. Tienes que moverte. Mueve el culo así como yo. Mira. ¿Ves? Pues tú igual. ¿No te mueves? Pues te abrazo, ¿vale?

          Aparta un poco el brazo, que te abrazo. Un poco, abre un poco más los brazos, que no entro. Uy, que niña más tiesa. Abreee… ¿No quieres tampoco abrazos?

          Pues por detrás. Aunque no me abraces tú, ya te abrazo yo. A ver que me pongo bien. Está un poco alto estos zapatos que llevas. Uy, casi me caigo pero entro muy bien. ¿Ves? Ahora, abrazooo. Uy, que calentita estas. Mmmm. ¿Ves que bien? Pero así solo te abrazo yo. Ahora por delante, pero tienes que abrir más los brazos.

          Uy, no puedo. No puedo salir. Uy. No puedo salir. ¡Qué daño en los pies! ¿Dónde está mamá? Uy, uy, uy…

          ―¡Mamaaaaá! ¡Mamaaaá! ¡Buaaaaa…!

          Ya viene mamá.

          Uy, no, no, no. Mamá, que me haces daño. Uyyy… Mamá, no, que me haces dañooo… Suelta. Uy. No, no, no…

          ― ¡Buaaaa…!

          Mamá es muy fuerte. Puede cargar conmigo y la niña tiesa debajo del brazo. Ahora vamos a casa con la niña tiesa, y cuando no esté el tato, podré jugar con ella. Uy, no. No vamos a casa. Vamos a casa del señor sucio de los hierros, que siempre lleva un martillo y tiene una caja de fuego que me da miedo. Y hace mucho ruido…

          ―¡Mamaaaá! Nooo. ¡Buaaaa…!

 

 

miércoles, 12 de octubre de 2022

LOVE IS IN THE AIR

 

 Esta es mi aportación dentro del concurso El TINTERO DE ORO de este mes de Octubre. Se trataba de explicar una historia de amor frustrada por los prejuicios. Aqui hay varias tentativas de historias de amor, imposibles por los prejuicios (aunque quizas tengan algo que ver tambien las circunstancias). En 900 palabras, no podia adentrarme mas en la progresion de la historia (aqui quizas ni con 9000).

Algun personaje y circunstancia son tomados de otros relatos de este blog,. como este


 

Podeis encontrar el resto de textos participantes AQUI



          Ángel era un ángel divino, bajado del cielo. Cada mañana , al despertarse pensaba: «¡Qué bello es vivir!». Ya saben a qué tipo de ángel me refiero.

          Damián era un demonio; un angelito caído ―no es lo mismo que bajado― del cielo, en forma de niño tuerto. Recientemente le habían hecho un extraño trasplante de ojo, pero la forma de niño tuerto la lucía igual. No tenía una maldad maligna, sino más bien curiosa. A la edad de un año mató a su hermano gemelo. Durante su convivencia dentro de la barriga de la madre, el gemelo había arrancado con las uñas el ojo a Damián. Fue involuntariamente, pero esto a Damián no le importó.

          Ángel había sido adoptado por la madre de Damián a pesar de aparentar treinta y cinco años. El niño lo había conocido en el hospital tras el trasplante, y le había invitado a su casa. Le parecía curioso y tenía ganas de divertirse con él. Ya le había confesado que no creía en seres divinos, pero aún así, Ángel aceptó la invitación. La madre de Damián no tenía marido, condición que favoreció notablemente la “adopción”. Este término no se alejaba demasiado de la realidad, puesto que Ángel era bastante inocentón, casi un niño grande; en cambio tenía cuerpazo de gimnasio.

          Un día, mientras estaban en el parque frente a casa, Damián retó a Ángel a que demostrara su condición y volara.

          ―No, no podemos demostrar nuestros poderes durante nuestra estancia en la Tierra.

          ―Eres un cagao. ―Miró a su alrededor y divisó un niño de unos ocho años. Damián tenía doce―. Si no me demuestras que puedes volar, le doy una paliza al chaval ese. ―Aquello pilló desprevenido al adulto. El niño se fue disparado hacia su objetivo, pero Ángel lo atrapó antes de que pudiera cumplirlo. Marina no perdía detalle desde un banco lejano―. ¡Déjame! ¡Déjame! ―chilló. Marina estuvo a punto de levantarse―. Y si no , ya sabes lo que te toca.

          ―Vaaale. Vamos ahí. Detrás de la vegetación. Que no nos vean.

          Cuando llegaron al sitio acordado, ocultos de miradas indiscretas, Ángel levitó un palmo sobre el suelo.

          ―¡Wallaaa! ―exclamó el niño. Entonces le pegó una patada, todo lo fuerte que pudo, en el tobillo, más por ver si giraba como un molinillo que por hacerle daño.

          ―¿Qué haces?

          ―Nada. Era para ver si girabas como un molinillo.

          ―No se pega a la gente. ―Lo cogió del brazo y lo llevó a un banco, de vuelta a la zona visible del parque. Lo sentó sobre sus rodillas y le empezó a aleccionar sobre las bondades de ser bueno. Aquello fue demasiado para Marina, que aunque no tenia buena audición desde aquella distancia, sí que tenia mucha imaginación. Se dirigió indignada al banco:

          ―¿Es usted su padre? ―preguntó asegurándose de que todo el parque la oyera.

          ―No. Soy…

          ―¡Pervertido! ―acusó más fuerte aun de lo que había preguntado―. ¡Policía! ¡Llamen a la Policía! ―gritó mientras arrebataba al niño de los brazos de Ángel y lo apretaba contra su pecho.

          Alex estaba acabando su bocadillo en su “descanso del almuerzo”. Siempre bajaba a almorzar sin su prótesis. Había estado observando a Marina desde hacía rato. Aunque calculaba que ella tendría treinta y cinco, y él siete menos, entraba en su margen. Además le gustaban rollizas o poco menos. Se acercó a la escena.

          ―¿Qué ocurre? ―preguntó con aire despreocup ado. Damián se separó un poco de Marina, pero solo para acomodarse mejor metiendo la nariz entre sus pechos.

          ―¡Llame a la Policía! ―ordenó. El niño se apretó más a ella.

          ―Yo soy policía. ―Al sacar la placa con la izquierda, fue cuando Marina vio el muñón cuatro dedos por debajo del codo. El niño se liberó el brazo izquierdo y la abrazó por el culo. Marina no podía apartar la vista del muñón.

          ―¿Usted es policía? ―preguntó consiguiendo mirar hacia otro lado. El niño magreó lo que tenía en la mano. Marina estaba recibiendo más inputs de los que podía procesar.

          ―Inspector Magno, para servirla… y protegerla ―se presentó melosamente en tono de “y además estoy disponible”. La mirada de Marina había vuelto a ser atrapada por aquella extremidad, mientras evaluaba si le estaban metiendo mano. Cuando el niño repitió el abrazo por debajo de la falda, tuvo la certeza.

          ―Pero, niño. ¿Quién es aquí el pervertido? ―saltó mientras apartaba y zarandeaba al niño.

          ―¡Señora! ―recriminó el policía, que no veía como meter mano a la situación para agradar al Marina.

          ―¿No te gusto? ―preguntó el niño, que ya hacía meses que había sentido el ataque de las hormonas.

          ―Pero ¿cómo me vas a gustar si eres… ―Su mirada volvió a quedar atrapada por el muñón, a pesar de sus esfuerzos por mirar al niño.

          ―¿Es porque soy tuerto?

          ―¿Qué? ―El único rastro que le quedaba de haber sido tuerto es que tenía un ojo marrón y otro verde.

          ―¡Hostia! Eres manco. No había visto nunca ninguno. ¿Puedo tocar…

          El policía vio los ojos de colores del niño, y lo relacionó con un caso que tenía entre manos:

          ―¡Venga! Todos a comisaría.

          Los cuatro desfilaron. Marina cogió al niño de la mano para que no siguiera tocándole el culo. La mano que le quedaba libre hubiera sido la que le habría gustado coger a Alex si… si se hubiera atrevido.

          Y otra historia de amor frustrada por ese maldito prejuicio: Tres son multitud.

 

 

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