Este es un antiguo minirelato convertido a micro para el reto de EL TINTERO DE ORO del mes de Enero, que consiste en escribir sobre un mito o la mitología. Me lo inspiró el enterarme de que la ciudad de Barcelona esta salpicada de estatuas de Hermes, la mayoria desconocidas por el gran público. Es por eso del comercio, creo.
Aqui podreis leer el resto de mitos versionados
Y AQUI una entrada sobre los Hermes barceloneses
Zeus tuvo muchos hijos. En el reparto de poderes, a Hermes le tocó la velocidad. Aunque Papá pensaba que correr es de cobardes, seguía siendo su hijo y decidió protegerlo. Lo dotó de una palangana, a modo de casco con lo que parecían alas pero que en realidad eran alerones; y también con otro par en los pies. Todo ello para que no despegara y se hiciera daño al caer.
Era eternamente adolescente, jovial, vivaracho y dicharachero. Todos le reían las gracias porque era hijo de Zeus; era bromista, a veces en exceso. Un vivalavirgen. Un palangana
Hermes se hizo amigo de Heracles, que lo defendía cuando su naturaleza bromista se desmadraba, y algún ofendidito quería ajustarle cuentas. Así se hizo acreedor del héroe, que le “obligó” a acompañarle en su viaje. Partieron nueve naves, pero en el Diluvio una se perdió. La de Hermes. La novena. Heracles decidió volver a buscar a la “BARCA-NONA”. La halló encallada en una montaña que sobresalía por encima del nivel de las aguas, que se llama Montjuic; al lugar lo bautizó como Barcelona.
Hace pocos años, Hermes se enteró de que Barcelona era la capital mundial del patinete, y como era un transporte veloz y divertido, acorde con su carácter, decidió trasladarse, y cambiar la palangana y los alerones, por una gorra y unas deportivas aladas.
Así que si pasa junto a ti, un patinete a gran velocidad con un individuo de esa guisa, grítale: “¡Palangana!”, verás como te sonríe al sentirse reconocido.