domingo, 15 de enero de 2023

EL PALANGANA

 Este es un antiguo minirelato convertido a micro para el reto de EL TINTERO DE ORO del mes de Enero, que consiste en escribir sobre un mito o la mitología. Me lo inspiró el enterarme de que la ciudad de Barcelona esta salpicada de estatuas de Hermes, la mayoria desconocidas por el gran público. Es por eso del comercio, creo.

Aqui podreis leer el resto de mitos versionados

Y AQUI una entrada sobre los Hermes barceloneses

 

          Zeus tuvo muchos hijos. En el reparto de poderes, a Hermes le tocó la velocidad. Aunque Papá pensaba que correr es de cobardes, seguía siendo su hijo y decidió protegerlo. Lo dotó de una palangana, a modo de casco con lo que parecían alas pero que en realidad eran alerones; y también con otro par en los pies. Todo ello para que no despegara y se hiciera daño al caer.

          Era eternamente adolescente, jovial, vivaracho y dicharachero. Todos le reían las gracias porque era hijo de Zeus; era bromista, a veces en exceso. Un vivalavirgen. Un palangana

          Hermes se hizo amigo de Heracles, que lo defendía cuando su naturaleza bromista se desmadraba, y algún ofendidito quería ajustarle cuentas. Así se hizo acreedor del héroe, que le “obligó” a acompañarle en su viaje. Partieron nueve naves, pero en el Diluvio una se perdió. La de Hermes. La novena. Heracles decidió volver a buscar a la “BARCA-NONA”. La halló encallada en una montaña que sobresalía por encima del nivel de las aguas, que se llama Montjuic; al lugar lo bautizó como Barcelona.

          Hace pocos años, Hermes se enteró de que Barcelona era la capital mundial del patinete, y como era un transporte veloz y divertido, acorde con su carácter, decidió trasladarse, y cambiar la palangana y los alerones, por una gorra y unas deportivas aladas.

          Así que si pasa junto a ti, un patinete a gran velocidad con un individuo de esa guisa, grítale: “¡Palangana!”, verás como te sonríe al sentirse reconocido.




martes, 10 de enero de 2023

LA CASA DEL RELOJ

 Esta semana nos convoca Inma desde su blog MOLI DEL CANYER, con un tema multienfocal relacionado con el paso del tiempo,que se nos va sin darnos cuenta.

Para evitar la nostalgia desmesurada, he escrito algo en presente.

Podeis ver el resto de aportes AQUI

 

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17:59:45

          El niño se prepara. Se sube a la silla tras separarla de la mesa. Flexiona las rodillas, separa las palmas de las manos como poco antes de aplaudir, y fija su mirada en la pantalla en blanco y negro, donde el segundero del reloj acaba de abandonar el nueve y se dirige presto hacia el diez:

          ―Mama, cogge, ven.

          ―Ya voy ―contesta mamá, como hace cada día.


17:59:50

          Las pulsaciones del niño suben a medida que la saeta veloz abandona el diez y se dirige al once. De repente se escucha un gran escándalo en el exterior. El niño pasa de rodillas de la silla a la mesa y gatea hasta el otro extremo, donde está la ventana, y puede verse el exterior:

          ―Mama, tano, cogge.

          ―Ya voooy.

          Fuera el butanero cojo empieza a bajar bombonas del camión, mientras el butanero joven empieza a sacudir las que quedan arriba, tratando de hacer el mayor ruido posible:

          ―¡Tano, tano, tano! ―jalea el niño agitando los brazos desde la ventana cerrada del entresuelo.


18:00:05

          ―Buenas tardes Chiquilines ―saluda con entusiasmo Pedro Osinaga desde el interior del Anglo. El niño se gira sorprendido. El reloj ya no está en la pantalla. Queda estupefacto, sin palabras. Nunca se había perdido el momento en que el segundero llegaba al doce, y él saltaba de la silla al suelo aplaudiendo; en el mismo, justo y exacto momento en que la saeta alcanzaba el doce. Rompe a llorar. Mamá lo alza y lo consuela. El hombre hacía poco que había llegado a la luna, pero al niño solo le importaba cuando la saeta llegaba a la luna. Mamá lo sube en brazos y abre la ventana para que vea y escuche mejor al butanero. A los pocos segundos el niño vuelve a sonreír.

          O igual no era Pedro Osinaga.

 

 

martes, 3 de enero de 2023

SIN PERDÓN

 Participo por primera vez en el reto de J.A. Sanchez en su blog AVERVO DE LETRAS. Este mes el tema es "unas personas reunidas en cuya puerta dejan una caja", y armar algo a partier de ahi. No he podido ceñirma mucho a la premisa, solo a la primera parte.

Descripción del logo: Fotografía de fondo de una caja de cartón con pegatinas de "Fragile" en ella. En la parte superior aparece el texto "VadeReto", en rojo, con relieve y con trazo blanco bordeándolo. En la zona inferior, sobre una placa dorada con apariencia de estar clavada con cuatro tornillos, encima aparece grabado el mes y año en curso, en azul. En su vértice superior izquierdo aparece una pluma estilográfica y en el inferior derecho un lápiz con goma de borrar, ambos encima y cruzando la placa. La imagen queda formando un cuadrado, con los textos centrados horizontalmente.

Podeis ver el resto de participaciones AQUI

 


 

          Buddy Rycooder era un gato con apellido. Su compañero de piso consideró que ponerle apellido le daría distinción. Además le permitía llamarlo “Rycooder” en situaciones normales, y “Buddy Rycooder” cuando le tenía que echarle bronca por mearse fuera de la arena.

          “―¿A quién… ha matado primero?

          ―¿Qué?

          ―Cuando un pistolero se enfrenta a un grupo superior de hombres siempre dispara primero sobre quien mejor dispara.

          ―¿Es así?

          ―Sí. Me lo dijo Little Bill, seguro que es el primero al que mató.”…

          Carlos le acarició la cabeza a su compañero de piso mientras miraba la peli. Rycooder se sacudió la caricia: «Este Carlos es buen tío, pero a veces parece tonto. No sabe cuándo es momento de caricias y cuando NO», pensó el gato, e inmediatamente volvió a prestar atención a la película:

          “―Tuve suerte en el orden, pero siempre he tenido suerte a la hora de matar.”

          «¡Vaya por Dios! Este William Munny tampoco parece muy listo», pensó el gato justo antes de perder interés por la peli, abandonar el acogedor sofá, y la compañía de Carlos.

. . .

          ―Voy, y subo veinte euros ―habló Stuart.

          ―Venga Mikey, hablas tú ―ordenó Básil.

          ―¿Nadie ha traído nada de comer? ―interrumpió Jerry.

          ―Yo he traído una tabla de quesos, pero el rata de Básil no la quiere sacar; es un…

          ―La guardo para que te la puedas apostar cuando te hayamos desplumado. Va, Mikey, ¿a qué esperas?

          ―Bueno, voy. Dame cuatro.

          ―Sube veinte euros, vas… ¿y pides cuatro? ¡Joder, tío! Me siento culpable; me parece como si te estuviera robando el dinero.

          ―¡Saca el queso, coño!

          ―Calla coño, estate por la partida.

          ―Joder, si no hablo porque no hablo, y si hablo porque hablo ―sentenció Mikey.

          Toc, toc, toc... toc… toctoctoc, toc, toc... toc... toc.

          ―Voy a abrir la ventana. Aquí no se puede respirar.

 

          Rycooder encontró una curiosa caja en medio del pasillo, frente a una puerta. Buscó y rebuscó intentando encontrar un punto por donde meter la uñas y abrirla. Era una caja muy grande y pesada como para arrastrarla o empujarla a un lugar seguro. Se apresuró; por aquel pasillo pasaría en cualquier momento algún humano, y se apropiaría de su descubrimiento. Olisqueó y rebuscó por todos los recovecos. Aquella caja le interesaba. Empezó a ponerse nervioso.

 

          ―¿Han picado a la puerta y vas a abrir la ventana? ―inquirió Básil.

          ―Abre tú la puerta; igual es algún repartidor, y hay que pagarle, o peor aún, darle propina.

 

          Finalmente Rycooder encontró un hueco y consiguió rasgar la caja de cartón. Asomó la cabeza por la ventana que había conseguido abrir. El gato observó el interior y sonrió. “Básil, el ratón superdetective” le pareció el que mejor podría disparar.  

 

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