Esta semana nos convoca al reto juevero el compañero DEMIURGO DE HURLINGHAM, desde su blog del mismo nombre. El tema es la caja misteriosa, o sea... bueno, no hay que ser un lince.
Podéis encontrar el resto de cajas AQUI
―¿Los acuarios grandes, por favor?
―En el último pasillo; están pegados a la pared del fondo.
El cliente se dirigió allí y fue ojeando precios y midiendo los tamaños con un metro que llevaba. El pasillo se acabó y la única que le servía era la segunda y no le gustaba mucho porque le iba aquedar espacio libre. El resto no le cabían. Al final había una caja de cartón, que sospechaba que podía contener otro acuario. En las solapas cerradas de la caja podía leerse: “No mirar”. «De abrir no pone nada», pensó. Se cercioró de que el dependiente no miraba y la abrió. Estaba llena de agua pero no había ninguna pecera. Incrédulo, tocó la caja pero no estaba mojada. Se asomó pero estaba oscuro; no obstante podían verse flakes flotantes, así que debía haber peces. Volvió a mirar a ambos lados y nadie le observaba. Sacó el móvil, encendió la linterna y miró el interior. No había peces. Pero en el fondo había unos muñecos que se desplazaban entre bolas de pienso y lo que parecían huesillos de pájaro o algo así.
Volvió a cerciorarse de que nadie le observaba, se arremangó e intentó coger uno de los muñecos del fondo. Al meter la mano en el agua, se le encogió; pero no como la ropa de algodón, se le encogió muchísimos. La sacó y recuperó su tamaño. «Ha sido un efecto de la refracción», pensó. Le gustaba mucho la física y la ictiología. Volvió a meter la mano y se repitió el efecto. La sacó antes de llegar al fondo. Aunque fuera un efecto óptico le daba cierto repelús.
―¡Joven! ―llamó―. ¿Qué especie de pez tienen aquí?
―No está a la venta.
―Bueno, ya. Es que la pecera me interesa. Es justo…
―No es una pecera. Es una caja de cartón.
―Bueno, será un material que no sé… además en el fondo hay unos bichitos.
―No son bichitos. Fíjese bien ―Y encendió un foco que había justo encima de la caja. El cliente se asomó y el dependiente le dio una palmada en la espalda al grito de―: ¡Pa`dentro!
El cliente cayó al interior y comenzó a encoger alarmantemente al ritmo del descenso. Lo que encontró en el fondo no eran muñequitos, sino humanitos, con agallas, aunque no eran muy valientes. Eran como las que le empezaban a salir a él. También su tamaño era ya el mismo que el de sus nuevos compañeros.
Entonces el dependiente, fuera ya del alcance auditivo del cliente, dijo: “Es que no le gusta el pienso”, al tiempo que lanzaba una piraña dentro.
Hoy tu caja es diabólica total. Madre mía, me has dejado que no me arrimo a un acuario en la vida , no sea que me den un empujón y me coma una piraña. Jajajá.
ResponderEliminarUn besote, feliz resto de semana,
Ser cotilla tiene sus problemas, no se puede querer saberlo todo, a la piraña no le gusta el pienso como a Frankenstein le gusta la sangre. Un abrazo y me voy antes de que cierren el comercio
ResponderEliminarEra muy peligrosa esa caja. Hay que prestarle atención a las advertencias.
ResponderEliminarEl protagonista termnió mal por no tenerlo en cuenta.
Saludos.