miércoles, 27 de noviembre de 2024

ME CAGO EN TODO

 Esta semana juevera nos convocan las amigas de ARTESANOS DE LA PALABRA con un reto en que describamos una situación vergonzosa, sin abandonar su tradición de retos difíciles. Parecen haber tomado el testigo de MAG (cuando vuelva de sus vacaciones blogueras, saldremos a difícil una semana sí y otra no).

Como por aqui nos dan mucho la bara con que reciclamos poco, pero los anuncios con los que tratan de combatirlo parecen pensados para que reciclemos menos, yo, esta semana, me he resistido y he reciclado un texto de hace dos años porque parecía que ni pintado para el tema. Ademas no lo leyeron mucho por aquel entonces, aunque alguna se acordará

Podéis encontrar el resto de vergüenzas AQUÍ

  A Darío le gustaba ir al lavabo del piso de arriba. Le gustaba la tranquilidad. Allí no había servicio mixto, pero daba igual porque en el piso de arriba no trabajaba nadie. En la planta baja donde estaban las oficinas la cosa era diferente.

          Darío bajaba por la escalera después de ingresar un importante depósito en la “Banca de loza Roca”. Le extrañó cruzarse en mitad del segundo tramo con Amelia, su amor secreto:

          ―¿Adónde vas? ―le preguntó despreocupadamente, así como aquel que no está enamorado.

          ―Al lavabo de arriba. En el de abajo está Tina, que lleva media hora llorando y no quiere salir.

          ―Ah ―comentó Darío, y siguió su descenso hasta que al llegar al descansillo, una duda le asalto: «Me cago en to. ¿He tirado de la cadena?». El frenazo fue como cuando caes desde un quinto piso y frenas contra el suelo. Las ondas de choque originadas por aquella detención petrificante sorprendieron a Amelia:

          ―¿Qué pasa?

          ―Nada… O sea, sí. ―El magín le trabajaba como el día del examen de selectividad. Por fin articuló―: No hay agua. En el lavabo, quiero decir. No hay agua. Mejor que esperes abajo.

          ―¡Anda ya! Como que no hay agua si me acabo de lavar las manos abajo. ―Y siguió su camino ascendente.

          ―¡Y tampoco hay luz! En todo el piso de arriba no hay luz. La han dado de baja. No subas, no te vayas a tropezar con algo y te hagas daño.

          ―¡Anda ya! ―Y continuó sin hacerle caso.

          Darío se lanzó escaleras abajo, saltando los peldaños de tres en tres, se apresuró al cuarto de contadores y cortó primero el agua y después la luz del primer piso. Luego se asomó al hueco de la escalera, se puso la mano en la oreja ampliando su pabellón auditivo, y esperó unos segundos, pero no oyó nada. Tras un par de minutos más de impertérrito silencio, se dirigió a su puesto en la oficina.

          ―No hay agua ―exclamó Tina saliendo del lavabo de planta baja.

          ―No. Es verdad ―la apoyó Darío―. Habrá que llamar a un fontanero.

          En ese momento Amelia reapareció en la oficina:

          ―No hay agua. ―Y volvió a sentarse en su sitio, al lado de Darío.

          ―Sí, eso mismo decía Tina ahora mismo ―observó el chico, evitando por todos los medios decir aquello de “ya te lo había dicho”.

          ―Y han dado de baja la luz del piso de arriba. ―Aquí no recibió apoyo alguno. Darío metió la cabeza y toda su atención en el monitor del ordenador.

          ―¿Cómo van a dar de baja la luz de piso de arriba? ―exclamó alguien.

          ―Pues no hay luz ¿verdad, tú? ―inquirió golpeando el muslo de Darío. Y luego bajó la voz de forma que solo él la oyera―: Y podías haber tirado de la cadena…

          ―Pero si no había agua ―le susurró al oído.

          ―Es verdad no hay agua ―aclaró alguien que había entrado al lavabo para comprobarlo―. Voy a llamar a un fontanero.

          ―Pero el tanque estaba lleno ―susurró esta vez ella al oído de él. Darío dejo caer su cara sobre el teclado―. Pero no te preocupes. Tu secreto está a salvo conmigo. Y mejor no subas ahora, al menos hasta que alguien vuelva a tirar de la cadena. ―El chico volvió a levantar la cabeza y la miró sorprendido, mientras ella se acomodaba en su asiento y volvía a fijar la mirada en su monitor―: Al menos el asiento estaba aún calentito.

          Entonces fue cuando Darío se dio cuenta de que su amor era correspondido.


miércoles, 13 de noviembre de 2024

TIEMPOS DE BONANZA PARAMÉDICA

 Este jueves nos convoca MARI desde su blog HACIA EL ÚLTIMO ESCALÓN DE LA MAGIA con un reto imaginativo (referido al nacimiento una imagen). Debemos centrarnos en una de las etiquetas de vinos que forman un collage y hacer nacer de esa imagen, un relato.

El resto de aportes AQUI

Este es el collage:


Esta es la etiqueta que he escogido yo:


 Y este es el relato :


        Hoss daba una vuelta por su extenso viñedo antes de acudir a la presentación que ofrecía su hermano en la ciudad. Fue a la caseta donde estaban las bombas de riego; había saltado una alarma, que en definitiva se tradujo en que un interruptor automático se había disparado. Tuvo la tentación de quedarse a averiguar cuál había sido el motivo; así lo hubiera querido su padre de no haber sabido que iba a perderse el gran día de su hermano Joe. Además su padre ya no estaba.

          Se volvió a montar en su biocicleta y aceleró para no llegar tarde. Atravesó lo que antes fue un inmenso rancho. Ahora era un inmenso viñedo. Con gran dolor de corazón, la familia abandonó el negocio del ganado y dedicó la finca enteramente al vino. Esto habría disgustado a su padre, pero las prioridades económicas son las prioridades económicas y mejor solucionar las cosas antes de que no tengan solución.

          Pasa como con la salud; más aún que con las prioridades económicas. La montaña de musculo macizo que conformaba el cuerpo de Hoss hace muchos años había ido convirtiéndose en una de grasa antimaciza. La inactividad física, los quebraderos de cabeza de los negocios, que asumía su padre anteriormente, fueron aplastando y ablandando los músculos de Hoss. Hasta que un día, su hermano Joe decidió tomar cartas en el asunto.

          ―¡Hostia, Hoss! ¿Eres tú? ―Candy era un antiguo empleado del antiguo rancho.

          ―Ya te digo, Candy. Te veo genial. ¡Qué bien te trata la vida!

          ―Hostia , pero ¿qué te ha pasado? ¿Te has hecho eso del balón gástrico?

          ―Bueno, parecido.

          ―Ah… eso del bypass

          ―Más o menos. ―A Hoss no le gustaba mentir pero le había prometido a su hermano que no desvelaría nada de la presentación. No es que faltara mucho para que se enterara todo el mundo, pero aun así guardó la promesa.

          ―Mira, ya empiezan. Me puedo sentar contigo ¿no?

          ―Claro, amigo.

           «Damas y caballeros, les presento al Dr. Hop Sing»

          ―Hostia, tu hermano Joe sí que esta igual igual que en los buenos tiempos

          Un viejo chino se encaminó con dificultad al estrado y subió a él.

          «El Dr. Sing es un insigne genetista, aunque lo que hoy le trae a este escenario es otro tipo de ciencia en la que él es máxima autoridad en la actualidad: La cyborgología. Y nos viene a presentar, aquí, en primicia mundial el invento que revolucionara para siempre el concepto que hoy en día tenemos de la nutrición: La biocicleta, que hemos bautizado con el nombre del negocio familiar…  

          Las cortinas traseras se descorrieron y apareció algo indistinguible de una motocicleta debajo de un cartel luminoso que anunciaba: “La Poderosa”. Y debajo, más pequeño: “Bebe para conducir”. Un clamor sacrílego recorrió el teatro.

          «Y ahora cedo la palabra al insigne Doctor…»

          El doctor explico, con acento chino y todo lujo de detalles, que la biocicleta tenía en el manillar dos latiguillos que se acoplaban a sendos implantes que al piloto le había injertado quirúrgicamente en las venas de la muñeca. En realidad, el izquierdo a la arteria radial y el derecho a la vena cefálica. El meollo del asunto es que la sangre del piloto sale de su cuerpo por la arteria, se metaboliza en el interior de la biocicleta ―que solo se parece e una motocicleta en que tiene dos ruedas y un manillar―, quema el alcohol que biociclista ha ingerido ―mejor de vino que de bebidas de más alta graduación―, y esa energía hace funcionar el motor. Pero esto se le podía haber ocurrido a cualquiera. Lo verdaderamente es que una vez consumido el alcohol, comienza a metabolizar también los azucares y posteriormente la grasa.

          ―Hostia, tío. ¿Eso es posible?

          ―Ya te digo ―contestó Hoss levantándose la camiseta y mostrando unas costillas perfectamente contabilizables.

miércoles, 6 de noviembre de 2024

LOS LEONES DE TSAVO

Esta semana nos convoca al reto juevero el compañero DEMIURGO DE HURLINGHAM, desde su blog del mismo nombre. El tema es la caja misteriosa, o sea... bueno, no hay que ser un lince.

 

Podéis encontrar el resto de cajas AQUI

 

          ―¿Los acuarios grandes, por favor?

          ―En el último pasillo; están pegados a la pared del fondo.

          El cliente se dirigió allí y fue ojeando precios y midiendo los tamaños con un metro que llevaba. El pasillo se acabó y la única que le servía era la segunda y no le gustaba mucho porque le iba aquedar espacio libre. El resto no le cabían. Al final había una caja de cartón, que sospechaba que podía contener otro acuario. En las solapas cerradas de la caja podía leerse: “No mirar”. «De abrir no pone nada», pensó. Se cercioró de que el dependiente no miraba y la abrió. Estaba llena de agua pero no había ninguna pecera. Incrédulo, tocó la caja pero no estaba mojada. Se asomó pero estaba oscuro; no obstante podían verse flakes flotantes, así que debía haber peces. Volvió a mirar a ambos lados y nadie le observaba. Sacó el móvil, encendió la linterna y miró el interior. No había peces. Pero en el fondo había unos muñecos que se desplazaban entre bolas de pienso y lo que parecían huesillos de pájaro o algo así.

          Volvió a cerciorarse de que nadie le observaba, se arremangó e intentó coger uno de los muñecos del fondo. Al meter la mano en el agua, se le encogió; pero no como la ropa de algodón, se le encogió muchísimos. La sacó y recuperó su tamaño. «Ha sido un efecto de la refracción», pensó. Le gustaba mucho la física y la ictiología. Volvió a meter la mano y se repitió el efecto. La sacó antes de llegar al fondo. Aunque fuera un efecto óptico le daba cierto repelús.

          ―¡Joven! ―llamó―. ¿Qué especie de pez tienen aquí?

          ―No está a la venta.

          ―Bueno, ya. Es que la pecera me interesa. Es justo…

          ―No es una pecera. Es una caja de cartón.

          ―Bueno, será un material que no sé… además en el fondo hay unos bichitos.

          ―No son bichitos. Fíjese bien ―Y encendió un foco que había justo encima de la caja. El cliente se asomó y el dependiente le dio una palmada en la espalda al grito de―: ¡Pa`dentro!

          El cliente cayó al interior y comenzó a encoger alarmantemente al ritmo del descenso. Lo que encontró en el fondo no eran muñequitos, sino humanitos, con agallas, aunque no eran muy valientes. Eran como las que le empezaban a salir a él. También su tamaño era ya el mismo que el de sus nuevos compañeros.

          Entonces el dependiente, fuera ya del alcance auditivo del cliente, dijo: “Es que no le gusta el pienso”, al tiempo que lanzaba una piraña dentro.

 

 

 

  

domingo, 3 de noviembre de 2024

PARA LA PRÓXIMA

Este micro iba a participar d un reto de 200, pero al final no lo envié porque el formato dialogado se descomponía al pegarlo en la pagina de la propuesta. Ahora lo reconvierto en el tema con el que participare en el libro colectivo de este año del taller de escritura EL VICI SOLITARI.

 

 

          Estaba en la sala de espera, nervioso como un flan, cuando el partólogo salió por el pasillo de las salas de parto:

          ―Don Pedro, tengo buenas y malas noticias.

          ―Las malas.

          ―Su hijo no ha sobrevivido. Esta es mala y buena, porque de haberlo hecho hubiera tenido una vida horrible, debido a las deformidades.

          ―Diosss… ¿Hay una buena?

          ―Por supuesto. Con el ADN de este feto, cuyos datos enviaremos inmediatamente a su clínica de fertilización, su genólogo podrá establecer un protocolo sin fallo posible. Y sabe que actualmente, a la tercera es imposible fallar. Aún así, su esposa y usted son tan distintos que deberían decidir a quién quiere que se parezca más su hijo. La parte delantera oscura y la trasera clara de su esposa, comprendo que es una característica muy apetecible, pero es difícil reproducirla; es muy especial. Pero esto mejor hablarlo con su genólogo. Ahí sale su esposa… Está perfectamente. ―Y continuó dirigiéndose a ella―: Doña Salvaje, permítame que la ayude a bajar de la silla.

          ―Vamos, cariño. Para la próxima dicen que no hay fallo posible ―comentó tranquilizador don Pedro, cogiéndole la correa.

          ―Beee… ―contestó su esposa.

         

 

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