Esta semana juevera MAG nos reta a construir un texto incluyendo las cuatro palabras fruto de otras tantas adivinanzas. Para finalizar el año con un reto "facilito"...
Aqui dejo mi propuesta esperando haber acertado con las palabras, aunque alguna tenga algun error de transcripción (malapropismo del protagonista (esto de los malapropismos da mucho juego)), y alguna otra cambiada por su conjunto en lugar de por la unidad.
Podéis encontrar el resto de aportaciones AQUI
Marcelino era un monaguillo de reciente incorporación a la catedral de Santiago. Ya había ejercido esa labor en otras iglesias pero no de la importancia de esta.
Llegó el día en que por primera vez tuvo que hacer uso del botazumeiro. Obviamente esta era una parte de la liturgia que nunca se había encargado de preparar. Sabía que el referido artilugio era el encargado, sino de eliminar, sí de disimular el olor que la acumulación de peregrinos, adornados de los efluvios propios de un intenso esfuerzo físico, desprendían. Con buen criterio dedujo que el zumo que mejor podía disimular el olor intenso era el de limón.
Prefirió no preguntar con qué fuente de calor se alimentaba aquel aparato, para no parecer tonto. Así que por su cuenta decidió usar unas piedras basálticas de calentamiento, de alto rendimiento y liberación prolongada. De este modo se aseguraba que el zumo no se evaporara hasta finalizada la misa. Cargó generosamente el artilugio con zumo natural en vez de con Fanta, que era su primera opción, porque estaba dispuesto a lucirse en su estreno.
La misa comenzó, pero al cabo de pocos minutos, dado el bajo punto de ebullición del zumo de limón, aquello empezó a hervir. Los vapores de limón comenzaron liberarse con mayor rapidez e intensidad de lo previsto por Marcelino. Cada balanceo del artilugio regaba de vapores cítricos un extremo y otro de la catedral. Las burbujas más pequeñas generadas por la ebullición conseguían salir por las rejillas pero las mayores no cabían. La tensión superficial propia de las burbujas de zumo de limón, impedía que las más grandes explotaran y quedaban atrapadas en el cúpula del botazumeiro. Las que conseguían salir al exterior explotaban y comenzaban a estimular los lagrimales de los asistentes más sensibles.
Transcurridos diez minutos la acción antigravitatoria de las burbujas acumuladas en el interior del artefacto lo liberaron de sus cadenas, y en el último de sus balanceos salió volando a través de uno de los ventanales de la puerta principal, coincidiendo con el inicio de un llanto generalizado entre todos los asistentes al acto.
La celebración fue calificada como la más sentida y emocionada de los últimos ciento cuarenta años. Nadie atribuyó el éxito a Marcelino pero tampoco se le culpó. De hecho, hasta ahora nadie sabía lo verdaderamente ocurrido aquella jornada.
Del botazumeiro nunca más se supo. Los gases acumulados, sin duda, le permitieron llegar al océano. La pérdida fue silenciada y actualmente se usa una imitación bastante digna.
La evidencia del vidrio roto en la cristalera de la entrada fue atribuida a Ronaldinho, que aquellos días rodaba un anuncio del Xacobeo 2004 justo en aquella entrada, demostrando sus habilidades futbolísticas.