miércoles, 10 de noviembre de 2021

GALLEGO VELOZ

 Esta semana nos convoca NEOGEMINIS, con un tema a elegir entre la VENGANZA, y ... no me acuerdo del otro, si que he elegido la venganza. No es que sea una venganza muy terrible, pero podia haber costado la supervivencia de la Galaxia. Podeis ver el resto de aportaciones AQUI  


          Soy un horrible emigrante. Nací en El Ferrol y hasta los dieciocho no salí de Galicia, y maldita la hora. Los principios no vamos a decir que fueran tan malos. Mi primera parada fue en la luna. Me apunte a un proyecto de relaciones interespeciales. No era de reproducción, como podría pensarse por lo de interespeciales. Era puro sexo, y no puedo decir que las extraterrestres estuvieran mal. Estaban todas bastante potables, y no precisamente para bebérselas. Pero a los dos meses ya me entró la morriña. Como tan corto espacio de tiempo, no me parecía suficiente para ser un emigrante como dios manda, aproveché una visita de la Armada Imperial al satélite terrestre, para alistarme.

          Me convertí en todo un miembro de la Flota Imperial, destinado en un Destructor Estelar, hasta que me asignaron a la Estrella de la Muerte. En la nave, la morriña era insoportable, mucho más aburrido que en la luna, y encima sin marcianas. Pero en aquella Superestación espacial, la más grande y poderosa construida en cualquier tiempo conocido, tenía su encanto. Ni en diez años la habría recorrido entera. Pero no hicieron falta más que dos, para que mi pegajosa amiga, la morriña, volviera a aparecer. El caso es que cuando firmas con el Imperio, es de por vida. Las dimisiones hay que presentárselas personalmente a Darth Vader, y como que no apetece mucho. Yo, ni siquiera soy su hijo.

          Pero eso no iba a impedirme, por lo menos, intentar escapar. Por aquel entonces yo ya sabía pilotar, pero no podía robar un destructor, y con un caza no llegaría a ningún sitio. Además, yo no quería ir a ningún otro sitio que no fuera El Ferrol; aunque fuera por etapas, necesitaba tener una cierta perspectiva de éxito.

          La casualidad me hizo coincidir con un par de rebeldes que venían con un mono gigante, a rescatar a una princesa. Hice un pacto con un tal Han, por el que yo le proporcionaba dos trajes de soldado imperial, y si lograban fugarse, me llevaban con ellos, pero los cabrones, si me descuido me dejan más tirado que una colilla.

          Conseguí colarme a escondidas en su nave, el Halcón Milenario, mientras ellos se peleaban con el jefe. Una vez dentro, iba a ser complicado convencerlos de que antes de ir a no sé qué coño de base rebelde, debíamos pasar por El Ferrol.

         

          ―Chewie, encárgate tú de ponerte a los mandos, que me está llamando la princesa Leia ―ordenó Han Solo su copiloto.

          «Iros a tomar por culo, cabrones, que me ibais dejar tirado», pensé yo poco antes de poner rumbo a la Tierra. Una vez entramos en la atmosfera, busqué el Atlántico, apunté a El Ferrol, pero la nave esa, corría que te cagas, y tuve que echar el ancla sideral, si no, me cargo a mi pueblo entero. Luego me quité el disfraz de mono gigante, y los zancos que me había puesto por dentro, para dar la altura, y me bajé. Desde la orilla vi que se asomaban todos por la ventana, y el mono braceaba cabreado, después de que lo rescataran de la bodega, supongo.

          Un par de años después, vi en la película, que aun llegaron a tiempo a la base rebelde, y destruyeron la Estrella de la Muerte; pero los muy cabrones, ni siquiera me mencionaron.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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