ESTA SEMANA NOS CONVOCA NEOGEMINIS CON UN RETO MEGADIFICIL. UN TEXTO QUE INCLUYA DOS DE LAS FRASES DEL COLLAGE QUE NOS ADJUNTA.
YO SOLO HE SIDO CAPAZ DE INCLUIR UNA, PERO EN COMPENSACION ES EL TITULO, Y ADEMAS HE AÑADIDO UNA "PERIFRASISDEIMAGENINCLUIDAENELCOLLAGE", Y HE PUESTO UNA FRASE REPETIDA DOS VECES (esto, en realidad, es para satisfacer los requisitos de otro reto, pero me gusta hacer de la necesidad virtud), TODO ELLO EN NEGRITA.
QUIERO DESTACAR QUE HACE UNAS SEMANAS CUMPLÍ LO DEL LIMITE DE PALABRAS.
PODEIS VER EL RESTO DE APORTACIONES (sin duda, ms ajustadas a los requisitos) AQUI.
QUIERO
CREER QUE FUE REAL, AUNQUE SABERLO NO CAMBIE NADA
“Es una historia real. Los hechos
descritos en este texto tuvieron lugar en Barcelona en 1985. A pedido de los
supervivientes, se cambiaron los nombres. Por respeto a los muertos, el resto
fue contado exactamente como sucedió”.
La clase
de kárate había empezado y se había desarrollado como todos los miércoles, con
la única novedad de que el chico más blanco de la clase, se había fijado por un
instante en el culo de la chica más delgada de la clase. Ella se había girado
alertada por el detector que todas las chicas tienen, y que se dispara cuando
alguien les mira el culo, pero el chico más blanco de la clase, ya había bajado
la mirada. Aquella tarde no había venido a entrenar el novio de la chica más
delgada de la clase, afortunadamente para el chico más blanco de la clase.
Hacia el final de la sesión se hacían los
combates. Era durante la época en que comenzaban las artes marciales de
contacto en los gimnasios. Se podían dar tanto patadas como puñetazos reales,
pero no en los genitales ni en la cara.
Al chico más
fuerte de la clase, le tocó combatir con el chico más blanco de la clase. En un
momento dado, a este último se le escapó una patada que impactó con la cara del
primero. Tras las oportunas disculpas, saludos y resaludos, el combate
continuó. Durante su desarrollo, el chico más blanco de la clase resbaló en el
suelo de sintasol azul ―no era un gimnasio de alto standing, con tatami y tal―,
impregnado de sudor ―tampoco había aire acondicionado―, y cayó. En el momento
de levantarse dio unos saltitos, indicadores de que se encontraba bien, y fue
en el intervalo aéreo de uno de esos saltitos, cuando se desató la furia ciega
del chico más fuerte de la clase, y lanzó la más potente patada lateral que en
el mundo ha sido. El impacto sobre el plexo solar ―boca del estómago― de su
contrincante fue demoledor. El chico más blanco de la clase reunió todas sus
ansias para acoger en sus pulmones la mayor cantidad de oxígeno, pero no pudo aspirar
más de cero centímetros cúbicos. Pensó que aquel pie se había hundido tan
profundamente en su barriga, que había tocado levemente su columna vertebral,
pero esto no fue real; quedó a un par de milímetros de ella. Aquella fue la primera vez que le
dieron una patada en la boca del estómago.
La clase
se dio por concluida. Llevaron al chico más blanco de la clase al vestuario y
poco a poco fue recuperando el aire, mientras el resto de sus compañeros se
duchaban e iban yéndose.
―¿Estas
mejor? ―preguntó el chico más bajo de la clase, que además era el maestro.
―Sí, ya
voy estando mejor.
―Tranquilo.
Te quedas solo. Cuando te vayas apaga las luces y cierra de golpe.
―Vale,
vete tranquilo. Ya cierro yo.
El chico más
blanco de la clase, se quitó el kimono y cuando se estaba metiendo en la ducha,
la puerta del vestuario se abrió, y un
dedo acusador le apunto:
―Tú,
marrano, me has estado mirando el culo durante toda la clase ―escupió la
deslenguada lengua de la chica más delgada de la clase, mientras no podía
reprimir una mal disimulada sonrisa.
Aquella fue la primera vez que
entraba en el vestuario masculino una chica desnuda. Pero no la última.