Este mes, el reto de EL TINTERO DE ORO se centra en la vejez, algo que nos toca a todos de lleno o por cercanía. Participo con una republicación levemente retocada ya que no se me ocurría nada nuevo. Además fuera de concurso porque el limite de palabras es de 250. Este texto, aunque cruel, se centra en los albores de la vejez, así que no es tan dramático.
Podéis conocer al resto de ancianos AQUI
Gerónimo salía de su paseo por el cálido centro comercial, cuando vio una máquina que el día anterior no estaba allí. Leyó todas las indicaciones de las que fue capaz con las lupas de 2 dioptrías, y tras 40 minutos de esforzada lectura, volvió a casa. No pudo esperar al día siguiente. Cogió su bolsa de monedas rojas y las gafas de +3.50, y fue con ellas al encuentro de su nuevo reto tecnológico.
Vació la bolsa en la cesta receptora y leyó lo que salía en la pantalla: “86€ y 40 cts. menos 8.64€ de comisión, su líquido queda en 77€ Y 76 cts”. La referida cantidad fluyó hasta depositarse en la bandeja dispensadora.
Gerónimo se fue a casa contentísimo de haber superado su reto tecnológico; uno de cierta dificultad, mucho mayor que la de sacar una tarjeta de metro, Por la noche, mientras no dormía, pensó en el billete de 500€ que tenía guardado y que no le aceptaban en ningún comercio, ni siquiera en el cajero automático del banco, del que ya se había hecho amigo. Lo había guardado como recuerdo, pensando que, por su escasez, algún día tendría un valor superior; pero no, a quien había llegado la escasez era a él, y la costumbre de guardar recuerdos valiosos, había pasado a mejor vida.
Por la mañana se dirigió al emplazamiento de su nueva amiga con su billete y otro más de 50€ de comisión. Había leído en alguno de los múltiples carteles que adornaban la máquina, que solo entregaba monedas, no billetes. Así que, previsor como era, se acompañó del carro de la compra y una bolsa grande del ikea. Introdujo por la ranura ambos billetes y en la pantalla apareció: ”Introduzca su edad en el teclado”. Como que no le pareció un dato demasiado íntimo, y como que la maquina ya se había tragado el billete, lo hizo: “78”. Despues demandó:”¿Sería tan amable de ponerse de perfil?”. No pudo resistirse a una petición tan educada. Tras el flash informó: “Su operación se está procesando”. En esta ocasión el proceso de la operación fue más largo y ruidoso que el del día anterior, y la pantalla no mostró ningún mensaje matemático. Cuando Gerónimo empezaba a buscar con la mirada algún responsable de aquel artilugio, tras haber repasado todos los carteles de la máquina ―incluso los que precisaban gafas +3.50―, buscando un número de teléfono ―tenía un smartphone― para poder hablar con una persona, cayó una moneda en la bandeja dispensadora.
La recogió ―ciertamente era más grande que una de 2€, incluso mayor que las de cien pesetas de Franco―, y miró su valor nominativo: “500€”. Luego, náufrago en medio de un mar de perplejidad, se fijó en la pantalla, esperando nuevas instrucciones. “En caso de que no se vea capaz de manejar la situación, vuelva acompañado de una persona joven”. Ni siquiera ponía “más joven”.
De vuelta a casa consultó a su nieto, ya que su hijo no tenía tiempo y es probable que no entrara en los márgenes que el artilugio entendía como “joven”. Su nieto cogió la moneda la miró por ambos lados, luego observó detenidamente a la cara a su abuelo y dijo:
―Pero, yayo… Tú no eres el Rey.