miércoles, 18 de junio de 2025

EL SILLON DE LA CONVERSACIÓN

Esta semana convocamos desde EL VICI SOLITARI con un reto para caerse de culo ( en una silla, claro. A ver qué dice...) O sea un relato con una silla como narradora de una historia o de unas vivencias.

A ver que os parece (es una de estas dos)


 AQUÍ podéis encontrar el resto de sillas


            Llevo dos días con el respaldo destrozado, y el culo hundido. Pero se me ha ocurrido un plan, aunque no creo que me salga gratis.

            ―¡Oye tú! Vas a tener que ayudarme.

            ―¿En qué? ¿Qué te pasa?

            ―¿Has visto esos dos que vienen cada día?

            ―Ah, sí. Jja… siempre se van para ti.

            Es mi vecina. Voy a ver si se apiada de mí

            ―Pues es que tengo el respaldo hecho caldo, y las caderas destrozadas de los rodillazos de la niña.

            ―Sí, ya lo vi ayer. Estos humanos son tremendos. Y los jóvenes, no te digo. La niña no se conforma con sentarse sobre el regazo del chico. Quiere hacerlo de frente: para tener un “contacto pleno”, digo yo.

            ―Ya te digo. Se pone a horcajadas sobre él y se clava mis brazos, metálicos eh, en las pantorrillas, y las rodillas en mis caderas, también metálicas. Debe acabar llena de moratones, pero verás cómo dentro de un rato están otra vez por aquí. Y una es una silla individual, robusta pero individual.

            ―¿Y cómo puedo ayudarte yo?

            ―Pues mira. Había pensado que te podías poner a mi lado, pero así, invertida; como el sillón de la conversación de Dalí.

            ―Que es mucho riesgo. Que ya sabes que tenemos prohibido movernos. Como nos vea el jardinero llamará al de mobiliario, y a ver a donde nos trasladan, y aquí estamos la mar de bien. Y tampoco entiendo cómo va ayudar eso.

            ―Que sí, silla. Bajamos las dos los brazos que nos unen, y así se podrán juntar. Y cuando se emocionen, abatimos ambos respaldos y pareceremos una cama.

            ―Que no se puede, que nos vamos a volcar.

            ―Que nos caemos. Con los brazos abatidos, nos sujetaremos la una a la otra.

            ―No lo veo.

            ―Que sí, silla. Que no es tan difícil.

            ―Y yo ¿qué gano?

            ―¿Qué quieres? ―Mi compi se lo piensa más que un filósofo. Voy a decirle algo no sea que se le ocurra algo muy complicado―. Si viene un gordo, uno muy gordo, ¿eh? Te escupo y ya no querrá sentarse sobre ti.

            ―Joder, ¡qué asco! Pero bueno, vale.

            ―Pues venga ponte ahora que no mira nadie. Antes de que lleguen.

            ―Ahí los tienes. Se lo piensan. Notan algo raro… jaja… pero obviamente no pueden resistirse.

            ―Estos humanos… son tan predecibles.

            ―Venga. Ahora que ya se han emocionado, abate el respaldo.

            Bueno, está costando más de lo previsto, pero bien. Los rodillazos de la niña me los ahorro.

            ―Mira, mira. Se han emocionado tanto que están eliminando las barreras textiles.

            ―Bueno eso a mis caderas no le importa. Mientras repartamos la carga…

            Pues lo que yo decía. Mientras gobierna el niño, la cosa es dura pero se puede aguantar; se acostumbra uno a los movimientos. Pero cuando gobierna la niña es un desbarajuste total. Cambiando el peso continuamente de lado, y sujetando más fuerte a mi compi, porque en cualquier momento perdemos el equilibrio. Esto está siendo un alarde de coordinación.

            ―Oye.

            ―¿Qué?

            ―Se me está meando un pero en la pata trasera derecha.

            ―Pues dale una patada, como toda la vida de Dios.

            ―Y me vuelco fijo. Y todo el invento al garete.

            ―Que no. Yo puedo sujetarlo todo, pero solo un segundo. Dale fuerte y vuelve a apoyar. Que no vuelva.

            ―Ya. Listo.

            ―Bueno, nos hemos inclinado un poco pero esta emocionados que ni se han enterado.

            Después de un segundo asalto se escucharon unos aplausos provenientes de la concurrencia que habíamos conseguido reunir.

            ―Míralos, saludan y todo.

            ―Ya te digo. Pobres ilusos. Se creen que les aplauden a ellos

domingo, 15 de junio de 2025

LA PREGUNTA

 Aquí publico un micro que no ganó ayer en un concurso del barrio. Ya puedo publicarlo. 

100 palabras sin contar el titulo (o eso creía yo), y de tema libre (o eso creía yo; el tema era que tenía que salir o mencionarse algo del barrio). 

Y va a quedar un poco escueto porque cualquier imagen que ponga destripa e final.

Así que ahí va, sin anestesia:


 

          «¿¡Perrdona…!?» Eso fue lo primero que pensó. «O me estoy perdiendo algo, o eso de pobreza lo está diciendo concretamente por mí, no como fórmula genérica. Porque claro, el más pobre de aquí soy yo, pero claro, para ser rico a mi edad, no voy a decir cómo se consigue. Y lo de la enfermedad, lo ha dicho por mi antigua gonorrea, que no sé quién coño se lo habrá contado. Y lo de la muerte, eso lo ha dicho clarísimamente por el suicidio de papá».

          ―Perdón, ¿podría repetir la pregunta?

          ―Mateo, ¿Tomas a Jacinta como tu legítima esposa para… 

miércoles, 11 de junio de 2025

LA FRONTERA AZUL

 Esta semana nos convoca Mónica desde su blog NEOGÉMINIS y nos propone hablar de un color: EL VERDE. Muchos habrán mezclado el tema con el de los viejos, pero yo no. He hecho un texto de amor puro. No ponerse nerviosos si no veis el color, porque no aparece hasta el final.

AQUI podéis encontrar el esto de verdades. Y por las referencias se van a revelar algunas edades.

 

          Es una popular creencia que aquellos rebeldes encabezados por Lin Chung estaban muy bien avenidos. Falso. El apellido del protagonista casi lo anuncia. Había rencillas internas por la disputa del amor de Hu San-Niang. Ella estaba determinada a tener una amplia descendencia, pero esto truncaría carrera de guerrera. Esa era la excusa que más habitualmente ponía Lin Chung para no ser padre. Falsa de toda falsedad. La verdadera razón era que querer tener descendencia y poder tenerla no es lo mismo. Querer no siempre es poder. Hu San-Niang comenzaba a sospecharlo y empezó a tirar la caña a alguno de los jóvenes revolucionarios. Estos incautos acostumbraban a perder la cabeza en el fragor de la batalla sin que nadie consiguiera ser nunca testigo de cómo. Así que Hu San-Niang decidió buscar allende los ríos. En este caso el Liang Shan Po. Y aquí viene la más gorda de las falsedades que rodea a esta leyenda. El color no se refería al de las aguas del rio, como todo el mundo sospechaba, sino al color de los habitantes del otro lado.

          En una de aquellas fracasadas incursiones, los soldados persiguieron a nuestros héroes, que se batían en retirada, hasta el mismísimo rio, obligándolos a cruzarlo en desbandada. Perdida tras la frontera Hu San-Niang fue descubierta y apresada por los habitantes de aquellas tierras. Lo cierto es que no opuso mucha resistencia ya que, entre tres de aquellos enanos indígenas, la apresaron sin problemas.

          Tras unas semanas de largos diálogos y conocimiento mutuo con el jefe de la tribu, este la invitó a comer ―y no solo a comer― a su seta. Bueno, se me ha olvidado decir que vivían en setas. No voy a dar muchas explicaciones de esta circunstancia, solo diré que el que quisiera un relato realista se ha equivocado de cuento.

          Pasados cuatro meses y medio Hu San-Niang tuvo su primer vástago. También fue el primero del líder de los indígenas, que a partir de ese día cambio su nombre por el de “Papa Pitufo”:

          ―Parece un marciano, pero lo querremos igual, ¿verdad, cariño?

          Ya supondréis que las leyes de Méndel se cumplieron a rajatabla

sábado, 7 de junio de 2025

EL MINERO 1 Y 2

Este mes el reto del tintero no se puede publicar hasta después de la gala, así que voy a volver a publicar el del último concurso, pero como debía haber sido antes del recorte de las 900 palabras de limite; así que, sin limitaciones se ha ido a 2700. O sea , que es largo. Los que ya hayan leído la primera parte, se pueden saltar las primeras 900 palabras, o refrescar la memoria.


 

          ―Ayer pillé a “ojitos románticos” mirándome las piernas.

          ―Tu alucinas, Helen. “Ojitos románticos” solo tiene ojitos para mi. Y ¿Cómo iba a mirarte las piernas por debajo del pupitre desde lo alto de la tarima? Habrá tenido que agacharse mientras escribía las formulas en la pizarra, ¿no?

          ―Pues no. Fue mientras resolvíamos un problema. Cuando se dio cuenta de que lo había pillado, me sostuvo un momento la mirada y luego la apartó avergonzado.

          ―Estas flipando. Lo único que mira “ojitos” son mis tetas ―presumió Evelyn recolocándoselas para hacerlas más evidentes de lo que en realidad eran. No va a mirar las tuyas que de momento no dan señales de vida. ―Helen bajó la cabeza avergonzada y aprovechó para chequear si su amiga se equivocaba―. Bueno, tranquila, todo llegará. Ahh… Este sábado Chivas dará una fiesta por su cumple. Clecas y Sebas me han invitado. Los dos, tú. Es en el local aquel: “Entre dos aguajeros”. ¿Te apuntas?

          ―Que va… No me van esas fiestas.

          ―Venga, que lo pasaremos bien. Llevarán alcohol de extranjis.

          ―No, paso. Además, ninguno de los dos me gusta. Que os divirtáis. Ya me contarás.

 

*****

          ―¿Cómo fue?

          ―Jo, chica… ¡Qué interés! Haberte venido… Pues se presentó allí “ojitos románticos”…

          ―¡¿Queeeé?!

          ―Como es su tutor… ―respondió Evelyn sin poder reprimir un inicio de carcajada.

          ―¡Una mierda! No me lo creo.

          ―Jajaj… Tenías que haber visto la cara que has puesto.

          ―Cabrona… ―se consoló Helen―. ¿Y la fiesta?

          ―Bailé así, con los dos. Ya sabes…

          ―¿Con los dos? ¿Y os enrollasteis?

          ―Un poco, luego, con Sebas.

          ―¿Un poco? ―preguntó escandalizada― ¿Cómo un poco? ¿Lo hicisteis?

          ―Nooo… ¿Estás loca? Me reservo para “ojitos románticos”.

          ―¡Una mierda! Ojitos románticos es para mí.

          ―Ya tengo hasta un plan ―continuó Evelyn, ignorando a su amiga.

          ―¿Un plan? ¿Qué plan?

          ―Pues un día pediré tutoría y cuando…

 

*****

          Aquella misma tarde, Helen pidió tutoría. Ojitos románticos la citó para el día siguiente. A la hora de la cita Helen estaba como un clavo en la puerta de su despacho:

          ―¿De qué quieres hablar?

          ―Mejor se lo explico en privado.

          ―Bueno, pues entra y espérame un momento que el director no sé qué quiere decirme. No toques nada, ¿eh?, ni chafardees los exámenes ―bromeó.

           Cuando el profesor regresó Helen estaba sentada en una silla con las piernas cruzadas. En la silla de al lado estaba toda su ropa, menos las gafas.

          ―¿Qué haces? ¿Estás loca? Vístete inmediatamente. ―Con una precipitación lindante a la que tendría alguien con una niña desnuda en su despacho, cogió la ropa, se la entregó, le volvió a pedir que se la pusiera mirando a todos sitios menos a ella, se aseguró de que no venía nadie, echó la llave― ¿Qué hago? ―volvió a abrir, cerró las cortinillas, volvió a mirar si venia alguien― Date prisa, por favor ―miró al techo, al suelo, a las paredes― ¿Te has vestido ya?

          ―Sí. ¿Es que no le gusto?

          ―¿Cómo me vas a gustar? Tienes quince años. Ya tendrás tiempo para eso. Tienes que fijarte en chicos de tu edad.

          ―Pero usted me mira en clase.

          ―Claro que te miro. Como a todos. ¿No querrás que te hable sin mirarte?

*****

          Después de aquello Helen hizo campana y se sentó en un parque. Un veintilargos de melena rubia, ojoazulado, discretamente musculado, de cerca de dos metros y noventa kilos la seguía y se sentó a su lado:

          ―Eso tiene arreglo. Lo que te acaba de pasar, digo.

          ―Me extraña.

          ―Pero debes adivinar un acertijo.

          ―Me gustan los acertijos ―contestó su espíritu infantil.

          ―Oro parece…

          ―El plátano.

          ―No.

          ―¿Que no? Si acabas de decirlo…

          ―No he dicho nada. Déjame acabar:

Oro parece,

Plátano es…

          ―¿Ves? Plátano.

          ―¡¡Que no!! ¡¡Que me dejes acabar!! ―Era difícil desquiciar al nórdico―.

…Aunque Constantino diría,

Que no solo lo parece,

Sino que además lo es.

          ―¿Qué mierda de acertijo es ese? La adivinanza no es así.

          ―El acertijo lo pongo yo. Sabré yo cómo es… ―refunfuñó el nórdico―. Mañana aquí; con la solución y algo más; y podrás arreglar lo tuyo.

 

*****

          ―Papá, ¿quién es Constantino?

          ―Yo qué sé… Un emperador… y un presentador de televisión.

 

*****

          ―Alexa, ¿Qué programa presentaba Constantino?

          ―El tiempo es oro.

 

*****

          ―¿Me traes algo? ―Helen le entregó su anillo de primera comunión. El nórdico lo apretó en su mano y el oro se derritió― Toma, el brillante no me sirve. Por esto te puedo dar ocho años.

          ―¿Quién eres?

          ―No se puede pronunciar en vuestro idioma.

          Helen se puso las ropas que llevaría su tía de veintitrés años y pidió una entrevista con el profesor. El planteamiento fue el mismo pero el nudo y el desenlace no. Los ocho años añadidos transformaron el estado de la dotación de Helen, de “protonato incipiente” a “plenitud colagénica”. Ello provocó que ojitos románticos no reabriera la puerta, y quedó patente que sus manos no eran tan románticas como sus ojos. Bueno, lo único romántico eran los ojos.

          La veinteañera no quedó lo satisfecha que esperaba. El sentimiento de traición a Evelyn era menor que el remordimiento por haber vendido el anillo.

 

*****

          ―¿De dónde sacas esta inmensa cantidad de oro? Ese planeta estaba prácticamente esquilmado. ¿Has encontrado un yacimiento nuevo?

          ―Que va… Estoy recolectando el ya manipulado por ellos. Estos humanos se vuelven locos por el tiempo. Y nosotros tenemos tanto…

 

*****

*****

          Como no podía ser de otro modo, hubo una reunión. La mayoría de profesores opinaban que la “niña”, de oficialmente quince años debía ser expulsada, no por lo que había hecho, que salvo “ojitos románticos”, todo el mundo desconocía, sino por la discordia que iba a provocar en la clase , y en las vecinas, una alumna de tal abundancia.

          A este respecto, Helen tenía la sospecha de que el nórdico había puesto algo de su parte ya que ni su madre ni ninguna otra fémina de la familia disfrutaba de tal opulencia. Este particular detalle fue el que hizo que ojitos insistiera tanto en que continuar la escolarización de Helen. Sin duda apoyado en la vana ilusión de que iba a poder seguir disfrutando de las tutorías.

          ―Profesor Blackshear, ¿se da usted cuenta de la discordia que iba a provocar la presencia de esta niña, por llamarla así?

          ―Pero ¿qué culpa tiene ella? ―Este era su mejor… su único argumento. De los confesables, claro.

          ―Pero hemos de mirar por el bien común ―Este era otro argumento igualmente único y contundente..

          ―Pero ¿qué daño puede hacer su presencia?

          ―Por favor, profesor. No me haga hablar. Además, recuerde que solo tiene quince años.

           Esto le sonó raro al profesor. Le pareció una insinuación sibilina, no tanto de tener un conocimiento cierto de lo que había pasado, sino de lo que podía pasar.

          ―¿Y si nos fiamos del criterio médico?

          ―¿Qué criterio médico?

          ―El día de la revisión médica, podemos insistir al equipo médico en que haga una evolución genética de la situación de la moz… niña. Yo personalmente me encargaría…

          ―¿Y eso qué cambiaría? La niña sería… quiero decir… tendría la misma ―buscó la palabra― apariencia física, ¿no?

          ―Está bien, profesora Danvers. Procedamos a la votación. Mi voto vale doble porque soy su tutor.

          De poco valió el valor de su voto, porque en el claustro había siete profesoras y cuatro profesores. El resultado de los comicios fue, obviamente, siete a favor de la expulsión y cuatromasuno a favor de la permanencia.

          Así que Helen tuvo que continuar sus estudios en una escuela de adultos donde el director puso algunos impedimentos antes de conocerla personalmente.

          La amistad de las inseparables amigas sufrió un irremediable revés. La asistencia a diferentes centros escolares fue como el amor a distancia. Igual que el roce hace el cariño, pero al revés. Años después, cuando la discordancia físico-cronológica fue menos aparente y determinante, volvieron a retomar, pero ya no fue lo mismo.

*****

          Los padres de Helen la llevaron a distintos médicos, que faltos de los estudios que requerían el diagnostico de su caso, los derivaron finalmente al hospital universitario Princeton-Plainsboro Teaching Hospital, famoso por su unidad de diagnóstico.

          El doctor que dirigía le referida unidad era tan borde como tozudo, por lo que se ofreció a repetir las pruebas una y otra vez, a coste cero para sus padres. Finalmente, las médicas que también participaban en la unidad de diagnóstico le pusieron un ultimátum, y el doctor terminó por desistir en su investigación y dedicarse también a otros casos, sin duda más urgentes. El resultado definitivo de las pruebas fue que no se encontró ninguna anomalía ni física ni genética. Simplemente había discordancia entre la edad del ADN y la del DNI, que aunque parezca simplemente de una letra, en realidad era de ocho años. Eso se resumía en un problema de la Administración: La chica tenía veintitrés, y punto.

*****

          El primer sueldo que cobró Helen cuando comenzó su vida laboral se lo gastó en una joyería. La misma en que le dijeron sus padres que le habían comprado el anillo perdido:

          ―Quiero que me ponga esta piedra en un anillo de primera comunión.

          ―¿Es para su…―no quería meter la pata― …hermanita. Sería mejor que viniera ella para tomarle medidas.

          ―No. Es para mí.

          «Un caso difícil», pensó el joyero. «Antes o después la meteré»

          ―Ah. Entonces no hay problema. ―El joyero aprovechó para cogerle la mano con la excusa de tomarle medidas, pero Helen la retiró, confirmando una vez más aquella sensación creciente, de que desde su transformación física, la gente, en general, se había vuelto tremendamente tocona.

          ―No. Quiero que sea del tamaño del original. De cuando hice la comunión. Hace seis años.

          ―¿Digamos de cuando tenía usted dieciocho? ―preguntó casi convencido de que había llegado el temido momento.

          ―Digamos de cuando tenía diez. ―Esta vez el joyero no pudo dejar de mirarle las tetas, que no cuadraban con las fechas, y fue cazado en el acto. Finalmente no metió la pata de palabra sino de mirada. Helen se subía un poco el top a pesar de lo arrapado que le iba―. Quiero ver los modelos que tenía en esas fechas y le diré cual quiero. Era uno que usted mismo vendía aquí.

          ―Y ¿quiere que no le entre en el dedo?

          ―Sí. Las cosas que sirven para algo no tienen valor.

          El joyero sacó un catálogo y se dirigió a una vitrina.

          ―De esos años…

          ―¡Este era! ―dijo señalando decididamente uno de la vitrina.

          ―Pero este va con una piedra.

          ―¡Aquí la tiene! ―exclamó ella alegre de que le hiciera aquella observación. Realmente la estaba esperando―. Y ¿me puede enseñar los tamaños?

          ―¿Los tamaños? Dijo usted que no quería que le entrara.

          ―Sí, pero me acuerdo de cómo era. ―El joyero le enseñó una serie de círculos que corres…― ¡Este era! ―exclamó con el mismo entusiasmo con el que había escogido el modelo.

          ―Lo tiene usted todo muy claro.

          ―Gracias. ¿Cuándo lo tendrá? No importa, no tengo prisa.

          ―Y ¿no le interesa el precio?

          ―No. Confío en usted. En cualquier caso mis padres lo compraron aquí; así que debe ser de aquí. Tenga, le dejo quinientos euros de paga y señal.

          Helen se dio la vuelta y el joyero consiguió no mirarle el culo antes de que saliera por la puerta.

*****

`         El nórdico llegó a hacerse muy popular. Tras unos años recopilando oro llegó incluso a anunciarse, sobre todo en las redes. En los países en que su negocio de compraventa era legal, incluso se anunciaba en la televisión. La gente empezó a sospechar que había más de uno, aunque eso sí, si había más de uno eran exactamente iguales. Un estudio basado en escáner de iris que practicó una comisión de expertos de la Universidad de Treewood, a partir de diferentes anuncios y apariciones en redes, así lo demostraba. También consiguió sembrar una duda acerca de su verdadera naturaleza. Una de las grabaciones analizadas se realizó con una cámara de alta velocidad. Al reproducir el video a cámara superlenta, secuencialmente, el nórdico desaparecía. O sea, cada determinado número de frames, el nórdico no estaba, y al siguiente volvía a estar. Este hecho dio lugar a múltiples hipótesis, la más popular de las cuales, abogaba por que el nórdico podía estar en varios sitios a la vez.

          Durante una temporada los periodistas lo acosaron tratando de confirmar esa teoría. Lo único que consiguieron fue que no saliera más en los medios ni las redes, de donde se despidió dejando un método de contacto: un correo de un servidor desconocido, cuyo remitente siempre obtenía respuesta, la respuesta que merecía, dependiendo si era de alguien que necesitaba comprar tiempo a cambio de oro, o de alguien que quería declaraciones.

          La población mundial empezó a aumentar y a envejecer. Nadie que tuviera oro o posibilidades de conseguirlo, moría. Los pobres, como siempre, sí que morían.    

          Los depósitos bancarios de oro empezaron a crecer desmesuradamente. La gente empezó a comprar oro hasta que los bancos quedaron sin existencias. Los gobiernos volvieron a salvar a las entidades bancarias. Todo esto no salía en los medios, pero era un secreto a voces.

          Así fue menguando el oro del mundo, mientras el nórdico lo acumulaba no se sabe dónde. Ni siquiera este narrador lo sabe.

          Cuando físicamente se acabó el oro la gente empezó a volver a morir. Este proceso duró unos cincuenta años.

 

*****

          ―Así que, Helen, es mi obligación comunicarle… lo siento, esto no hay manera de suavizarlo, le quedan dos meses de vida aproximadamente. El cáncer de pecho, que inicialmente parecía controlado, tras las dos operaciones, ha metastasizado al tejido óseo y al cerebro. No hay operación posible.

*****

          ―¡Helen, Helen! ―Las sacudidas la despertaron.

          ―Ah… Hola. Me has reconocido a pesar de los años. ―Fue un saludo largo. El dolor y los fármacos la ralentizaban mucho―. Te escribí con nombre falso, a ver si me reconocías.

          ―No puedo olvidar a ninguno de mis clientes. Para mí es como si hubiera tratado con vosotros hace cinco minutos. Pero a ti menos que a nadie.

          ―¿Sí? ¿Por qué?

          ―Fuiste la primera que me pidió envejecer. También fuiste una de mis primeras clientas, pero eso no hace que tenga menos mérito. Me pillaste por los pelos. Tenía intención de abandonaros en muy breve plazo, pero cuando vi tu correo no pude resistirme.

          ―¿Por qué te vas a ir?

          ―Ya no queda oro en este mundo. Todos los que acuden a mí, lo hacen para suplicar. Yo no tengo empatía así que no puedo hacer nada por ellos. Se enfadan y se frustran. Es peor para todos.

          ―Yo no te voy a suplicar ―le dijo abriendo la mano y mostrándole la réplica del anillo de primera comunión.

          ―¡Vaya! ¡Otro anillo igual!

          ―Con el primer sueldo que gané, fui al joyero del barrio y le encargué otro igual. No quería quedarme sin.

          ―Aah, sí. El joyero… Tambien fue cliente mío.

          ―¿Sí? ¿Qué fue de él?

          ―El y su esposa. Tenía mucho oro. En breve harán la primera comunión, aunque por separado. No fueron muy previsores. No calcularon que de niños no se conocerían. La gente, en general es poco previsora. ―Hizo una pausa en la que contempló a Helen con una sonrisa, gesto poco habitual en él―. No te favorecen nada esos tubos y cables. ¿Qué tienes?

          ―Las tetas otra vez. Primero pocas y ahora cáncer.

          ―Vamos a obviar la ley de la oferta y la demanda y te voy a ofrecer otros ocho años. ¿Será suficiente?

          ―Sí. La primera noticia fue hace tres.

          ―Recuerda que mañana cuando despiertes con ocho años menos, no tendrás conocimiento de los que te ha pasado en estos últimos años. Ni siquiera recordarás esta visita. Tienes que dejarte un escrito o una grabación explicándote lo que va a pasarte, y asegurarte que después lo leerás o lo verás o lo que sea. ―Hubo otra pausa―. ¿Ves? Estas cosas no acostumbro a explicarlas. Porque ya te digo. No me salen. Pero a ti sí.

          ―Eso demuestra que soy tu clienta favorita.

          ―Pues sí. ―Otra pausa―. Tengo que irme ya. Has jugado bien tus cartas.

          ―Seguro… Ya ves… Vivir dos veces de setenta a setenta y ocho, y ninguna de quince a veintitrés.

          ―Visto lo que he visto por aquí, lo de quince a veintitrés está bastante sobrevalorado.

          ―Por lo menos tienes salud.

          ―Sí, pero cuando no se aprecia.

          ―Tambien es verdad.

          ―Toma, el brillante. Ahora ya no está el joyero para hacerte otro. No te da pena quedarte sin anillo.

          ―Ahora que ya ha servido para algo, ya no tiene valor.

 

         

 

 

 

Entradas populares