Esta semana nos convocan Patricia y Rosana desde su blog ARTESANOS DE LA PALABRA, con un reto oloroso. Ese sentido evocador que heredamos de los reptiles.
Se trata de urdir un relato en que el olor ancestral sea protagonista. A mi se me ha ocurrido lo siguiente:
AQUí podréis encontrar el reto de aromas.
“Tal y como ya se les informó, el trayecto a partir de San Andrés-Arenal deberá realizarse en autocar, por sabotaje en las vías. Con el número de su billete podrán ver en las pantallas qué autocar les corresponde”.
¡Joder, qué marrón! Con los años que hace que no me subo a un autocar… Espero que no me toque el autocar D, de devolver… A ver, a ver… numero 350.750… autocar V. Bueno no me ha tocado del D. Ahora en los andenes veremos cómo son los autocares.
Ah… pues son muy modernos. El D tenía muy buena pinta. R, S, T, U… ¡Hostia puta! Son todos nuevos menos el V. Aquel amarillo crema asqueroso con rayas verde oliva. Como los del colegio. ¡Qué asco! Intentaré no respirar muy… Puaj, que asco. Huele igual que el del cole. Se me ha ido instintivamente la mano al bolsillo, como de crio, pero claro no llevo “bolsa de arrojar”. ¡Qué nombre tan estúpido!
Pero ahora ya soy un adulto. Y he viajado mucho, aunque es verdad que no en autocar, precisamente porque… ¡Hostia, la V de vomitar! No lo había pensado.
Es increíble como hay aun autocares de estos, con este repugnante olor a gasoil mal quemado, mezclado con el del eskay recalentado de los asientos marrones, y el calor recirculado que sale por los zócalos dorados que rodean este engendro del pasado.
Pero esta vez no voy a sucumbir. Un tío de cuarenta años a merced… Uuugh, la segunda arcada. Esta vez me ha subido un poco de ácido. Menos mal que ya llegamos. Me voy a levantar para salir el primero… pero míralo, parece que me haya leído el pensamiento… Y otro más; ahora ni el segundo. El tercero. Ufff, al mover el aire, parece que todos se hubieran sentado de golpe y saliera todo ese olor rancio de los asientos por debajo, y el conductor hubiera dado un acelerón de humo negro, hubiera aumentado la velocidad del ventilador de la calefacción, todo a la vez y al mismo tiempo.
¡Ya ha parado! ¿Pero qué hace ese que no baja? ¡Qué tío tan, tan, tan…
―¡Venga, hombre, baje ya de una vez ―Por maleducado que parezca no me he podido contener.
…tan, tan, tan…
―Tranquilo, que es un hombre mayor ―Contemporiza el segundo, hasta que―: Uy, ¿Qué es este líquido caliente que me baja por la pantorrilla?
… tan lento.
―Venga, hombre. No se entretenga usted también ahora, que hay más gente esperando para bajar ―le azuzo limpiándome la boca.
Me he subido contigo a ese autobús y me han entrado arcadas. Horrible viaje aunque, contradictorio, me ha parecido corto, si te soy sincera.
ResponderEliminarJajajaja, no he podido más que reírme, aunque reconozco que ha sido una desagradable experiencia para el pobre cuarentón, eso sí que es mala suerte todos los autocares nuevos y ese, precisamente ese como uno escolar.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, muchas gracias por participar de nuestra propuesta y con una historia ( o la desventura de este pobre hombre) tan divertida de leer.
Un abrazo.
PATRICIA F.