miércoles, 26 de marzo de 2025

NO VEO LA META

Este jueves nos convoca desde su blog la simpar MARIFELITA para tratar el tema de las pioneras deportivas. Nada que ver con las neófitas en cuanto a oportunidades y emprendeduría, siendo también valerosas las actuales. Para ello nos ofrece un ramillete de fotografías de época, mostrando diferentes pioneras en diferentes deportes.

 Yo he escogido "La Temeraria". Este es otro de esos textos que funciona inextricablemente unido a la fotografía. De otro modo pierde su significado. Esta es "La Temeraria"

Podéis encontrar al resto de Pioneras AQUI

 

—¿Cómo se siente después de batir el récord del mundo?

 

—Ha sido un duro trabajo que al final ha obtenido recompensa.

 

—Usted hasta hace poco era una completa desconocida en el mundo del ciclismo ¿Cómo ha sido posible ese repentino ascenso? ¿Quién la entrena?

 

—Me ha entrenado mi padre durante los dos últimos años. De hecho comencé el entrenamiento aprendiendo a ir en bicicleta.

 

Un rumor recorrió la sala de prensa.

 

—Eh… que los demás también queremos preguntar —exclamó un impaciente..

 

—Perdón, no sé cómo funciona esto ¿quien da la palabra?

 

—Usted misma. Yo ya llevo un rato con la mano levantada.

 

—Ah… Perdón. Papá, será mejor que des tu la palabra.

 

—Si, hija. Pregunte Usted.

 

—¿Quiere decir que hace dos años usted no sabía ir en bicicleta y ahora ha batido el récord del mundo de esta especialidad? Es difícil de creer.

 

—Es la verdad. La práctica nos acerca a la perfección.

 

—¿Cuánto entrena?

 

—Ocho horas al día, más o menos. Lo mismo que cualquier trabajador.

 

—¿No le da miedo alcanzar esas velocidades en un circuito tan pequeño y cerrado?

 

—No. Una ventaja que tengo es que no siento sensación de vértigo ni de velocidad.

 

—¿Que le hizo inclinarse por esta especialidad?

 

—El circuito es fácil de memorizar. Jajja.

 

—¿Cree que en el futuro se dedicará a otra especialidad dentro del ciclismo?

 

—Jajja. Me parece que va a ser que no. ¿Alguna pregunta más?

 

—No. Ya está, hija.

 

La temeraria se levantó:

 

—¡Tormes! Nos vamos. Dejen pasar a mi perro, por favor —solicitó educadamente mientras se ponía las gafas negras, aunque ya estuvieran apagando las luces.

 

Otro rumor recorrió la sala de prensa.



martes, 18 de marzo de 2025

DEPENDEDIENTE

 Paseaba el otro dia por mi lista de lectura y veo un post de Patricia de ARTESANOS DE LA PALABRA sobre un reto basado en la detención del tiempo. Increíblemente hace 2 semanas escribí un texto para el libro anual de EL VICI SOLITARI, exactamente sobre eso. El reto en cuestión lo lanza Cristina Rubio desde su blog ALIANZARA. Hay que leer un cuento de Juan Rulfo titulado "No oyes ladrar los perros" en que se produce el referido efecto narrativo. Curiosamente, el mes pasado leí "Pedro Páramo. No me digaís qué cantidad de coincidencias. Me estoy extendiendo un poco en la presentación porque el reto no tiene límite de palabras.

Podéis encontrar el resto de detenciones AQUI


          ―¿Diagnóstico?

          ―Malo. Bueno, depende.

          ―¿De qué depende? ―canturreó la víctima.

          ―Bueno. Eso vendrá luego. Ahora… tres endodoncias irrecuperables, dos raíces para extraer porque ya no queda muela, y para rematar… limpieza de boca.

          ―En cristiano… tres o cinco implantes, ¿o se puede hacer alguno doble?

          ―No. Ve con Sandra que te hará el presupuesto. Yo tengo que hacer una limpieza y luego hablamos.

          Salí de la sala de tortura y me dirigí a otra sala de tortura, la del presupuesto, pero antes… lo primero. Fui al lavabo. Abrí, y aquello no era el wáter; observé desde el umbral y allí dentro había una serie de peceras enormes con grandes bichos en su interior. Apenas se movían, pero con seguridad estaban vivos. Volví a cerrar y me fijé en el letrero: “Donantes”. Busqué el que ponía lavabo. Pero antes abrí una puerta que decía “Pruebas”: era una sala de espera con tres personas, de bajo estrato social y aspecto famélico; su indumentaria les delataba. “Perdón” , me excusé. Por fin encontré el baño, y poco después llegué donde Sandra:

          ―¿Vas a entrar a degüello? ―bromeé. Había cierta confianza.

          ―Nueve mil más o menos. Solo lo más esencial.

          ―Ostras…

          ―Solo los tres implantes de las muelas irrecuperables. Es que llevas mucho sin venir, y claro, luego vienen las sorpresas.

          ―Bueno, pues, tendremos que hacerlo por partes. Bueno, en cualquier caso me ha dicho que me esperara, que me ibas a decir algo.

          ―¿Ah, sí…? ―comentó Sandra sorprendida.

          ―Sí. ¿Por qué? ¿Qué pasa?

          ―Nada, nada… Ya te lo explica ella.

          En esas salió Susana con el paciente de la limpieza, al que ya había despachado:

          ―Ella le cobrará. Tú ven conmigo al despacho. ¿Cuánto te ha dicho? ¿Diez?

          ―Nueve.

          ―Ya. Bueno… Quería proponerte un descuento del 50% porque hay unos implantes nuevos que tienen una alta subvención por parte de la farmacéutica que los promociona.

          ―¿50%? ¿En serio? Me suena raro. Lo barato sale caro.

          ―Yo te los recomiendo. No son como los normales.

          ―Ah… ya me parecía…

          ―En cierto sentido son mejores, aunque solo duran entre uno y dos años.

          ―¿Perrrrdona…?

          ―Perdonado. No provocan rechazo ni el trauma quirúrgico de los tradicionales, ni las multivisitas de ajuste…

          ―Todo lo que tú quieras, pero… ―interrumpí.

          ―…y luego vuelven a salir. ―Aquí se produjo el silencio.

          ―¿El qué vuelve a salir?

          ―Los dientes.

          ―Sí, hombre. ¿Me estas vacilando?

          Si me estaba vacilando lo hacía muy bien, porque finalmente me convenció. Me condujo por un pasillo a continuación de la sala a la que me había asomado por error.

          ―Antes, buscando el lavabo, me he asomado a este pasillo y he visto a esta gente de la sala de espera. Ya entiendo lo del cambio de nombre: “Escualident”. Jjajja.

          ―¿Por?

          ―Y también unas peceras grandes en otro pasillo…

          ―Aaah… jajaa. Entonces ya no hace falta que te explique mucho. Antes, cuando te lo proponía, recordé que una vez me comentaste que trabajabas en bolsa, ¿no?

          ―Bueno, hasta que me echen. No soy el mejor bróker de la empresa.

          ―Entonces estos implantes te vendrán que ni pintados, ¿no? Jajjaj.

          Reí el chiste ―supuse que era un chiste por como ella lo celebraba― para no parecer más tonto de lo que soy, aunque en realidad no lo entendí. Entramos en el despacho y tras rebuscar unos papeles me los presentó para que los firmara:

          ―Y ¿para qué tanta formalidad de firmar un documento para un implante?

          ―Es por la subvención. La subvención se supedita a la firma de un contrato de confidencialidad. O sea que no le puedes decir a nadie que llevas este tipo de implantes. Puedes decir que llevas implantes pero no de este tipo ni de esta marca. Es porque aún están en la fase final de experimentación.

          ―Y ¿qué marca son?

          ―Pues mira, si no lo sabes seguro que no se te escapa. Quedamos mañana por la mañana a las siete. ¿Te parece?

          ―¿A las siete de la mañana?

          ―Sí. Es que esto lo hacemos fuera de horario de clínica. Además todo se hace en una visita. Vaya, que mañana a las ocho ya tienes dientes nuevos.

          La operación fue de maravilla y se confirmó el pronóstico de Susana. A las ocho ya me subía al metro de vuelta a casa, sin ningún dolor ni molestia. No acostumbraba a ir en metro, por lo que aquella acumulación de gente me pareció excesiva. «Si lo sé cojo un taxi», pensé. No tuve que hacer ningún esfuerzo por subir al vagón, ya que la multitud me arrastraba. Era hora punta. La opresión de la gente comenzaba a resultar molesta. Me sentía como un pez enlatado. Notaba un escroto que se clavaba en mi nalga, pero no percibí ningún cambio de tamaño, al contrario que el mío, que se clavaba a su vez en la nalga de la chica que tenía delante, pegada irremisiblemente a mi cuerpo. Intenté apartarme, pero no podía porque estaba flanqueado por dos gorilas que hablaban entre sí por encima de mi cabeza. Mi excitación aumentaba sin remedio. La chica olía de maravilla. Convulsivamente, sin darme cuenta, en un movimiento espasmódico, bajé la cabeza para oler su pelo. Ese fue el punto de no retorno. Recé para llegar cuanto antes a la próxima estación y aliviar aquella presión cuando se bajara la gente, pero el tiempo no avanzaba. Los gorilas parecían hablar en cámara lenta. La chica susurró al cuello de su blusa: “C…e…r…d…o”, como arrastrando las letras, y en voz baja, para que solo yo lo oyera. La forma en que lo dijo, independientemente del contenido, me excitó más aún. Un instinto, hasta entonces desconocido, me alarmaba sobre la urgente imprescindibilidad de menguar  aquella excitación. Tensé el cuerpo y lo estiré hacia arriba en un intento de coger más aire y frenar el corazón que contrariamente al tiempo, aceleraba.

          «No…»

           Los fluorescentes parpadeaban sincopadamente, de forma cada vez más lenta. Podía percibir la oscuridad entre un parpadeo y el siguiente.

          «…soy…»

          Apreté mis nuevos dientes en un intento más de contención.

          «…un…»

          Las paredes en el exterior del convoy se desplazaban por la ventana cada vez más despacio; en breve se pararían.

          «…cerdo…»

          Me forcé a mirar hacia el techo en un intento de dejar de oler a la chica, pero su aroma ya me envolvía.

          «…Sss…»

          Apareció ante mí un oso blanco, sin que hubiera pensado en él.

          «…ssoy…»

          Me tensé más aún. Apreté los puños todo lo que pude.

          «…uuu…»

          Encogí los dedos de los pies en un intento de sujetarme, aunque fuera al suelo del vagón.

          «…uun…»

          De repente todo se volvió blanco. El tren se paró definitivamente. Todo el mundo quedó congelado. Y entonces, sin darme cuenta descargué la dentellada. La cabeza de la chica fue saltando de un pasajero a otro hasta que encontró un hueco para caer al suelo.

          «…tiburón.»    

          El cuerpo de la chica cayó también al suelo cuando el resto de pasajeros, tintados de sangre, se apartó. Lo único que no cayó fue su cuello que permaneció en mis fauces hasta que lo tragué.

          Susana pudo documentar un efecto secundario de los nuevos implantes, desconocido hasta la fecha.

miércoles, 12 de marzo de 2025

ESCONDIDO A PLENA VISTA

 Esta semana nos convoca Mónica (La Retornada) desde su blog NEOGÉMINIS con un reto visual. O sea, un texto inextricablemente enredado con una imagen. Vaya que hay que empaparse de la imagen para entender el texto. Nos da a elegir entre unos cuantos, aunque obviamente el mas seductor es el que he elegido yo, que sin duda será el que elija también ella, o sea este:


 Podéis encontrar el esto de asesinatos AQUI


            No hace falta investigar nada. Yo soy el asesino; bueno, uno de ellos. El otro está ahí tirado; en este caso además es la víctima. Ni para eso puede pasar desapercibido; aunque aquí su protagonismo es de víctima, también es un asesino. Y tanto que es asesino. Deberíais haberlo visto todos ―incluidos los gatofilos― metiendo sus garras por la portezuela de la jaula, tratando de darme caza y luego devorarme. Por suerte pude encogerme hasta la desesperación e impedir que me desgarrara. Ya lo dice la tradición: todos los gatos son malos. Hasta en los dibujos animados los ratones son los buenos y los gatos los malos. No voy a poner ejemplos: todos los conocéis.

          Sshhh… ahí llega el forense. Me voy a esconder

          ―La muerte sobrevino hace cuatro horas por una única incisión punzante en el cerebelo del occiso, realizada con un arma de hoja curva extremadamente afilada.

          ―¿Podemos ya retirar… no sé si esto cuenta como cadáver?

          ―Claro que es un cadáver, ¡especista! Y no, no puede levantarse aún. Todavía tienen que venir los de la científica. No tocar nada, ¿eh? Y cuidado sobre todo con no romper nada. Aquí hay cosas muy delicadas. Irse saliendo al jardín. Cuidado con los jarrones. Y ¡cuidao, cuidao, cuidao…

          «Casi me tira el inútil este. Vaya montón de inútiles rondando al forense. Deben ser becarios. Con esta gente estoy a salvo. No valen ni para estar escondidos»

          ―… cuidao! Coge eso, que casi lo tiras, y sácalo al jardín.

          ―Pero ¿no ha dicho que no toquemos nada?

          ―Mejor eso que darle otro disgusto a esta familia.

          «¡Mierda! Tendré que seguir quieto y tieso como un palo. Aunque como me coja por debajo de las alas, con lo cosquilloso que yo soy, no voy a poder controlarme»

          ―Mira de dejarlo en plano. No se vaya a volcar.

          ―¿Aquí está bien, jefe?

          ―Sí. Ahí está bien

          «Ya te digo si estoy bien aquí afuera. ¡Hala! A volar…»

          ―Ostras, jefe. La estatua del flamenco ha salido volando.

 

 


 

lunes, 3 de marzo de 2025

TOCky

Este mes, LIDIA CASTRO NAVAS nos reta desde el rincón "escribir jugando" de su blogcon la siguiente propuesta:

1. Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la carta.

2. En tu creación debe aparecer el mineral: Amatista

OPCIONAL : Que aparezca en la historia algo relacionado con esta flor de Bach: Cherry Plum.

Esencia indicada para el miedo a perder el control y hacer algo terrible. Todo lo que se reprime de uno mismo y que no se quiere que se manifieste en la vida. Para ello son personas que controlan todo al máximo. Cuando se baja la guardia, se pierde el control. El descontrol puede manifestarse a nivel nervioso: ataques de ira, gritos, tics nerviosos, represión, temblores, descontrol de esfínteres.

Podéis encontrar el resto de micros AQUI

 

        Eustaquia, TOCky para los amigos, esperaba que el semáforo en rojo cambiara. Llevaba cuarenta minutos así. 

 

          La calzada era de carril único.

 

         Cada dos minutos el rojo se desdibujaba vagamente, pero el verde no se definía con claridad. En estos momentos, sus insensatos vecinos osaban cruzar. 

 

          Una vez, armándose de valor, casi los imita, pero a doscientos metros apareció un coche.

 

          A punto de darse la vuelta, vio que una mujer vestida de amatista venía desde la otra acera directa hacia ella:

 

          ―Cruce ―le dijo.

 

          Instantáneamente el rojo se apagó y el verde se iluminó con una definición desconocida.

 

 



 

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