Este relato es mi aportacion al reto de GINEBRA BLONDE
para el mes de octubre.
El tema son LOS MIEDOS, y podeis ver el resto de aportaciones AQUI
LA PISTOLA
Había ido ya a muchas manifestaciones, sentadas, protestas etc… sabía perfectamente en que consistían, pero aquel día no entró en la imagen que tenía formada. Algo raro pasó que ni las peores previsiones preveían. No voy a negar que me sobresalté cuando alguien gritó: “Ya vienen”. No esperaba que vinieran a un colegio del extrarradio de un barrio obrero, de los más reivindicativos de Barcelona. Pero vinieron. Las mariposas empezaron a revolotear en mi estómago y no precisamente agitadas por el amor. Después vinieron los gritos: “¡Cuidado, vienen muchos! No os apartéis”
Luego, antes de ver nada, ya que no alzo más de metro cincuenta y cinco, escuché primero las quejas y luego los gritos, reducidos a susurros por los megáfonos: “Apártense, vamos a entrar”, repetía una voz calmada y firme. Yo no había ido allí para apartarme. Cuando los gritos resultaron tan cercanos que convirtieron en susurros la cantinela de los megáfonos, vi cómo la gente delante de mí, caía o salía despedida, en el mejor de los casos. Pisoteada en el peor. Vi cómo se acercaba un tren de mercancías y todo se tornó gris. Blanco y negro. Vi como las armaduras negras se volvían uniformes grises y retrocedía en un segundo, cuarenta años, porras en alto. Me dispuse a ser arrasada. Mi corazón había llegado al límite de pulsaciones. Apreté los ojos, apreté los puños y apreté cada uno de mis cincuenta kilos. Bajé la cabeza a un lado y no me aparté, aunque mi cuerpo no pudiera servir más que de alfombra a la locomotora de más de cien kilos que se me venía encima. Cuando por mero instinto de supervivencia, me agarré a sus piernas para que no me pasara por encima y me clavara en el suelo, me cogió por el pescuezo como a un gato y me lanzó contra una valla. Yo no tengo las habilidades de aterrizaje de un gato, ni sus siete vidas. Mi cabeza se libró del impacto, pero pocos huesos más. Mi fibromialgia me pareció una broma comparada con aquel impacto. Se apagó la luz durante unos segundos. Cuando volvió estaba tirada en el suelo, en el submundo. El mundo por debajo de la cintura. Un mundo oscuro en el que iban cayendo las víctimas de las ostias que repartían en el mundo superior. Había gente pisoteada, que se arrastraban hacia mí, que era una zona un poco más despejada, pero que poco a poco se iba reduciendo.
Entonces, desgraciadamente, vi el cinturón. Pensé que con aquello no iban a hacer daño a nadie más. Me arrastré a gatas, y lo cogí. Se le debía haber caído a algún policía que se bastaba con sus manos y su armadura, porque aún llevaba colgando la porra y la pistola. Retrocedí hasta la valla y apoyándome en ella, me incorporé. Cuando estuve de pie, me di la vuelta y tres de aquellos monstruos me estaban mirando en una especie de posición previa al ataque. Dos de ellos ya no llevaban las pantallas faciales. Estaban rojos, uno de ellos con los ojos inyectados. El otro habló:
―Señora, ¿qué coño está haciendo? Suelte eso…
Faltaban escasos segundos para que volvieran a embestirme. Miré mi mano izquierda sujetando el cinturón por la cartuchera de la pistola. La porra se había caído al suelo. En ese momento me di cuenta de la verdadera situación. Con un arma en la mano, aunque fuera enfundada, podrían hacer conmigo lo que quisieran. Me daba perfecta cuenta de que estábamos en los años setenta y que podía pasar cualquier cosa. Habíamos abandonado la realidad del siglo XXI hacía ya diez minutos. Cuando el que aún llevaba pantalla facial, se disponía a embestirme, tuve la lucidez de lanzar la pistola lejos. El que había hablado la fue a buscar. Los otros dos me cogieron uno de cada brazo, me izaron del suelo y me metieron en uno de aquellos furgones-autocar. El incidente pasó inadvertido a la mayoría del público y los que lo vieron estaban triturados en el suelo, así que estaba sola frente a la maquina represiva policial. Dentro, me sentaron, me cogieron el bolso lo registraron, sacaron la documentación, y se quedaron todos los presentes mirándome como a un terrorista, mientras uno de ellos llamaba para informarse de mí. Aquello me dio cierta esperanza en mi futuro. No me iban a hacer desaparecer automáticamente. Parecía que retornábamos al siglo XXI. Sin darme cuenta, aguanté la respiración hasta que contestaron.
―Está limpia. Echarla fuera. Señora,
no se le ocurra volver a coger una pistola de la policía.
―Solo quería… ―En ese momento me di
cuenta de lo poco que les importaría la explicación y me callé.
Cuando estuve fuera, vi el panorama del colegio, pero aun así respiré y sentí como si hubiera vuelto a nacer.
Y esto que sigue, son los mismos acontecimiemtos pero ya no en tono
dramatico, ya no hay miedo, y visto por otro personaje.
LA PISTOLA EN PRIMERA PERSONA
Esto está siendo una intervención atípica. La gente está sentada en el suelo o en alguna silla y otros de pie. No gritan, ni llevan pancartas, ni queman contenedores; además es la primera vez que me sacan a pasear por la mañana.
Ahí vamos. Mi portador se aventura a mano; no ha sacado la porra. De todos modos debe andar por los cien kilos, dentro de la armadura de kevlar, y estos de enfrente no parecen carne de gimnasio. Parece que van a buscar algo porque en vez de sacudir porrazos, están lanzando a la gente por los aires intentando abrir un camino. Algún compañero del bestia este, sí que ha sacado la porra y está sacudiendo a los que se resisten, pero…
Eh… ¿qué haces? ¿Quién ha soltado el cinturón? Cuidadooo, que si caigo de punta, aunque esté protegida por la funda, se me puede torcer el cañón, y entonces no serviría para nada y…
Eh… bueno no he caído de punta, pero no paran de patearme. Que alguien me recoja, que soy un objeto de valor. Me van a rallar toda. Cuidadoo, este que me ha caído encima me protegerá. Poco rato me ha durado la protección. A este lo han estampado contra la valla. Esta sangrando por la nariz y la boca, que son las partes del cuerpo que le han servido de freno.
Hay una niña estirada en la otra punta de la valla que me está mirando. Está como ida. Espera; no es una niña. Uy, está gateando en esta dirección, supongo que no irá a… ¡Joder! No me cojas, que se va a liar parda. Que nadie más que mi portador puede cogerme. Uy… la que se va a liar como alguien la vea. Y espero que no me saque de la funda, y mucho menos que apunte a alguien, y mucho menos que…
Suéltame, suéltame imbécil, que se va a…
―Señora, Señora… ¿Qué hace? ―ha gritado un policia.
Sigue como ida. No sé qué coño va a hacer. El que la ha visto se está acercando. Porfavorporfavor, no me desenfundes. Y tampoco eches a correr que acabaré en un container o peor aún, en el fondo de un rio.
Ey, ey, ey, ¿qué haces? Noo, no, no me lances… Uuooooo… pues sí que tiene fuerza la tipa esta. No, no, no, que me voy contar la pata de la papelera… Alaaa, de punta con el cañón. Jodeeer, me ha torcido. Ahora me tirarán a la basura. ¡Ya decía yo que esto no era como otras veces!
Muy buena esta otra visión por parte de la pistola. Miedo no, pero preocupación por su destino, la pobre sí que tenia; tanto, que me ha contagiado su nerviosismo 😅
ResponderEliminarGenial la conexión con ambas versiones.
Me ha encantado, Gabi. Gracias nuevamente por tus magníficas aportaciones.
Abrazo grande, y muy feliz semana.
No me enrollare porque ya te deje comentario, creo que has hecho unas muy buenas entradas ambas dos. Así que te dejo mi admiración y mi aplauso y como no un abrazo ...que te creías ajja feliz noche .
ResponderEliminarYo si estuve en los setenta en un boyo de esos pero escape sin un porrazo afortunadamente aunque si un poco gaseado. En cuanto a la "señora" que cayo de punta jamas he tocado algo que de una sensación tan extraña como tener eso en las manos y que se manche tanto con solo tocarlo.
ResponderEliminarEn fin. Era otro siglo. Sí.
Esa pistola, vista desde diversos ángulos, es muy llamativa. Unos textos estupendos, Ese poner se en la piel es excelente.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Qué bueno conseguir ponerse en la piel desde la perspectiva de la pistola la verdad es que me ha resultado muy divertido relato.
ResponderEliminarUn placer leerte, amigo mío.
Un beso enorme.
Me quede sorprendida en la forma en que logras hilar una temática vista desde diferentes ópticas. Los dos textos te han quedado excelentes!!! Abrazo grande Gabiliante y bonita semana! ( y lo principal. Mi admiración por la forma en que relatas).
ResponderEliminarAlgunos están todavía en 1939.
ResponderEliminarSi pudieran, fusilarían.
Los relatos son muy buenos.
Los dos.
Bien construidos y desarrollados.
Saludos.
Son muy buenas las dos historias. La primera, trepidante, es la base perfecta. Y la segunda pone un colofón de lujo. ¡Enhorabuena!.
ResponderEliminarUn saludo Gabilante.
HaCIA DIAS QE QUERIA PASAR PARA VER TU BLOG Y CONOCERTE UN POCO, Y HE QUEDADO GRATAMENTE SORPRENDIA POR TU RELATO. MUY BUENO EN ESENCIA, Y REDACTADO A LA PERFECION. UN AUTÉNTICO DISFRUTE EL LEERTE. SALUDOS CORDIALES Y AFECTUOSOS.
ResponderEliminarCreo que es muy interesante construir un relato a partir de dos ópticas distintas.
ResponderEliminarAmé la película "Roshomon" de Akira Kurasawa cuando la vi y que es un ejemplo de esto.
A mi, personalmente, de tus dos relatos me gustó más el primero en el que has manejado ña angustia de esa pobre mujer a la perfección y con esas idas y venidas en el tiempo que me parecen geniales.
Un abrazo grande, Gabriel