martes, 10 de septiembre de 2024

DEUS EX MACHINA

 Este mes GINEBRA BLONDE nos tienta con la I.A. El reto consiste en crear un relato con este nuevo elemento tecnológico como protagonista, usando una de las imágenes sugeridas para inspirarnos.

 

La imagen que yo escogí es la siguiente:


De la Torre preocupado porque llega tarde al juicio

AQUÍ podéis encontrar el resto de aportes

 

          El juez De la Torre tenía un tic. Ocasionalmente levantaba una de las comisuras de la boca; a veces la derecha, otras veces la izquierda. Esto, supuestamente, representaría un problema, porque podía delatar el sentido de sus sentencias; como los antiguos jugadores amateur de poker, cuando se echaban un farol. Pero no en el caso del juez De la Torre. Entre abogados y fiscales ―que continuaban siendo humanos― aún se practicaba aquello de poner motes, y el apellido del juez “De la Torre” se le apostillaba con “colgará el acusado”. Era una exageración porque ya no hay pena de muerte, pero deja claro de qué lado suelen ir sus sentencias. Obviamente era un androide, como todo el resto de jueces.

          Cuando las IAs estuvieron lo suficientemente desarrolladas cambió la legislación y la judicatura humana quedó extinta. Primero era un ordenador cuántico conectado por miles de cables el que ocupaba el asiento del juez, pero la gente comenzó a negarse a ser juzgada por un mamotreto, y finalmente, cuando la robótica lo permitió, fueron los androides, indistinguibles físicamente de los humanos, los que tomaron el asiento. Que las máquinas no pueden fallar seguía siendo tan cierto como con los mamotretos, pero la gente ahora sí que lo aceptó.

          En el caso que nos ocupa, el acusado era un vendedor. Bueno en realidad era un comerciante porque igual hacia compra-venta que alquiler , leasing o renting de niños. Era un todoterreno. Uno pagaba una cantidad importante, en el caso de la compraventa y se lo quedaba para siempre. Si no tenía bastante dinero, hacía un contrato de leasing: pagaba mensualmente un alquiler y cuando había pagado todos los plazos se quedaba la mercancía en propiedad, para hacer con ella lo que quisiera. O podía hacer un renting: pagaba mensualmente una cuota y cuando la mercancía estaba destrozada por el uso, la devolvía y se la cambiaban por un niño sin estrenar. Esta era la modalidad más popular porque evitaba el aburrimiento del cliente.

          Los compraba, ―no quedó claro que los secuestrara―, los almacenaba en una jaula, todos juntos y luego, lo que el mercado dispusiera. Eran siempre niños masculinos. Haber mezclado hubiera sido poco decente según manifestó el acusado en el propio juicio, coincidiendo curiosamente con uno de los referidos tics del juez De la Torre; en este caso de la comisura izquierda.

          Llegada la hora de la sentencia la sala estaba atiborrada, porque se había convertido en un juicio mediático. El problema que se le presentaba al juez es que el secuestro no quedo demostrado, y mucho menos que el acusado abusara sexualmente de los niños. En este caso no hubiera habido problema en condenar a cadena perpetua. Y la sentencia por tráfico de personas, en aquel momento era de tres a diez años.

          ―El acusado queda en libertad, por falta de pruebas. Pueden abandonar la sala. Usted también ―apostilló dirigiéndose al acusado.

          Todo el mundo quedó petrificado en la sala. Ni siquiera hubo abucheos hasta cinco minutos después, solo murmullos. Todo el mundo intentaba digerir lo que acababa de escuchar, pero sin éxito.

          El acusado salió por su propio pie. La calle estaba vacía. Ningún periodista, ni cámaras ni nada. Todos estaban dentro. Nadie podía esperar que saliera en libertad. Se plantó en mitad de la Gran Vía alzando los brazos, casi podría decirse que a modo de provocación. La rueda de un 747 cayó del cielo obsesionada por ocupar el mismo lugar que el ex-acusado, aunque fuera por la fuerza. Esto coincidió con otro tic del juez De la Torre; en este caso de la comisura derecha.

          El informe pericial del accidente del desprendimiento de la rueda no tuvo una conclusión clara. Todo el sistema de aterrizaje del avión está completamente automatizado y controlado por un sistema informático. No quedaron registrados errores que justificaran el desprendimiento de la rueda. No hay intervención humana en ninguna de las fases de aterrizaje y nadie discute que las máquinas no se equivocan.

          También hubo estudios sobre las posibilidades de que la rueda cayera exactamente donde cayó. Estos fueron no oficiales, y concluyeron, como no podía ser de otra forma, que las posibilidades eran infinitesimales. La rueda no es en sí misma una máquina, pero puede considerarse parte de una, y todos sabemos que las máquinas, aunque sea en caída libre, no fallan. Excepto en el caso del juez De la Torre, que tiene ese fallo, ese tic, que cuando lo hace con la comisura derecha se parece extrañamente a una medio sonrisa humana.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

DELITOS Y FALTAS

Esta semana también estreno de convocante. Esta vez le toca a Alma Leonor, desde su Blog HELICON.

El reto consiste en armar una historia con cinco personajes de los cuales  uno debe ser un niño, otro padre o madre, otro abuelo,  y otro  policía , y otro más. Lo mas difícil ha sido meter al policía.

https://almaleonor.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/09/istockphoto-1089060052-612x612-1.jpg?w=612

AQUI podéis encontrar el reto de aportes.

 

          ―Papá, dice el profe que aunque me toque examinarme ya, no estoy bastante preparado. Podría conducir contigo, pero tú vigi...

          ―Estás loco niño. ¿Cómo voy a darte yo clases? Está completamente prohibido conducir sin carnet por la vía pública. El puro que me caería si nos cogiera la policía. Y además el coche nuevo… Ni hablar. Ni se te ocurra.

          Papá se fue a trabajar cuando acabaron de almorzar. Entonces abordó a su madre:

          ―Mamá, papá es muy estricto. ¿Tú crees que podrías darme esas lecciones suplementarias que tanta falta me hacen?

          ―Estás loco. Y tu padre no es nada estricto. Demasiao blando, si acaso. En esta casa siempre se ha hecho y siempre se hará todo, observando el más estricto cumplimiento de la ley. Si suspendes, renuevas papeles, o como se diga ahora, y repites clases y examen. La ley ante todo.

          En aquel momento, casi como respuesta a mamá, el abuelo subió el volumen de la tele.

          ―Papá, baja la tele.

          ―Hija, ya sabes que estoy un poco sordo y no oigo lo que dicen.

          El chico fue al salón. En la tele estaban dando un programa de gimnasia en que todas las chicas seguían una coreografía, pero el abuelo estaba repantingado en el sofá, poco seducido por el ejercicio.

          ―Chaval, ¿quieres aprender a conducir?

          ―Pero, abuelo, si tú ya no tienes carnet de conducir…

          ―Es que no voy a conducir yo.

          ―Y tampoco tienes coche.

          ―Eso se creen por aquí. Mañana a las 10 en la esquina de la nueve con la catorce.

          Al día siguiente, en el sitio acordado:

          ―Venga, chaval. Coge el volante.

          ―Pero vamos primero a un sitio apartado, ¿no?

          ―Vamos donde tú quieras pero conduces tú.

          ―Bueno, vale. Vamos al aparcamiento de la gran superficie que siendo festivo no habrá nadie. ―El chico reguló el asiento, la altura del volante, los retrovisores exteriores―… Abuelo, no tiene retrovisor interior…

          ―¿Para qué? Es una furgoneta.

          ―Nunca he conducido una furgoneta.

          ―Mejor, así aprendes dos cosas.

          ―¿Algún consejo?

          ―¿Has aprobado la teórica, ¿no? Pues ya sabes más que yo. Lo del chiste: Verde pasa, rojo para, ámbar acelera.

          En el polígono industrial donde se encontraba el centro comercial practicó algunas maniobras de aparcamiento. En una de ellas, poco acostumbrado a aparcar sin retrovisor interior, se puso nervioso, resbalo el pie del embrague, el coche salió disparado marcha atrás y derribó con gran estrépito una señal de prohibido aparcar.

          ―Mira, la ilusión de mi vida, y nunca la he podido hacer en cambio tú…

          Al poco rato, se presentó un coche patrulla. El agente, un típico wayfarer aviator con sombrero de gran ala, se acercó a la ventanilla del chico:

          ―Documentación.

          ―Verá, agente. Mi nieto me lleva de regreso a casa porque a mí me ha dado un jamacuco esta mañana, y me ha llevado al Kensington, ya sabe, pero allí me han dicho que solo ha sido un susto, que me fuera a casa. Bueno, esto viene a cuento de que, hemos salido así sin nada, con lo puesto.

          ―Bien. No llevan documentación.

          ―Pero bueno. Usted con la matricula lo mira en interné y sale todo, ¿no?

          ―Hay que llevar la documentación. ―El agente se dirigió a su coche.

          ―Agente, voy a salir un momento; creo que estoy volviendo a encontrarme mal. ―Y por lo bajini, a su nieto―: Cuando me baje, cámbiate de asiento.

          En un momento en que el agente no miraba, el abuelo se subió en el asiento del conductor y salió quemando rueda.

          ―Abuelo, ¿qué haces? Te van a identificar por la matrícula.

          ―La he robado esta misma mañana. Seguro que aún no lo han denunciado.

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