Esta semana nos convocan las amigas de ARTESANOS DE LA PALABRA con un reto singular. Construir una historia sobre FVNIs (Fotos Voladoras No Identificadas), partiendo de la imagen que nos aportan, que no es otra que esta:
Podéis encontrar el resto de Fotos AQUÍ:
El domingo pasado paseaba por la avenida Meridiana en dirección al barrio de Prosperitat cuando, a la altura del número 524, alguien vociferó desde lo alto:
―¡¡A la mierda!!
Intenté localizar el origen del berrido entre el enjambre de balcones del edificio a mi derecha, y justo cuando vi uno cerrarse, escuché un golpe unos metros sobre mi cabeza, y acto seguido, sin solución de continuidad, un álbum de fotos cayó a unos centímetros de ms pies. Si no me hubiera parado a mirar, me habría acertado en la cabeza.
«Será cabrón…», pensé. El álbum era de aquellos pequeñitos, de una foto en cada página. Cayó abierto, mostrándome en una de las imágenes una escena típica de boda. Bueno, de banquete de boda. La otra foto de aquella página abierta no estaba, o había volado, o nunca estuvo. El ruido del golpe fue sin duda el impacto del álbum contra el muro junto al que paseaba, justo antes de caer a mis pies. Eso me tranquilizó. Significaba que no lo habían lanzado con la intención de agredirme. O quizás lo había lanzado un jugador de baloncesto inseguro, acostumbrado a lanzar a tablero y no directamente a canasta.
Volví de nuevo la vista hacia la otra acera para intentar ubicar de nuevo el origen de aquel lanzamiento, cuando vi que todo el mundo que por allí pasaba se había detenido, y me miraban algunos a mí, y otros al muro que se alzaba hasta seis metros a mi lado; lo que empezaron a hacer todos fue aplaudir, en cuanto una chica tomó la iniciativa. Por no desentonar, y como a mí ya me tengo muy visto, miré a lo alto del muro.
Allí estaba plasmada, impregnada, revelada, una imagen que mostraba a los protagonistas que había visto en la foto que permaneció en el álbum, junto con muchos otros, en la gloriosa conga que no puede faltar en cualquier banquete nupcial que se precie cuando las bebidas espirituosas empiezan a hacer su efecto.
La imagen, que sin duda saltó del álbum en el impacto, había quedado impresa en aquel enorme muro, haciendo su tamaño honor a su soporte. A saber, unos doce metros de ancho por tres de alto. Alguno de los aplaudientes seguro que pensó que era obra mía. Cuando el público reanudó la marcha, volví a dirigir la mirada hacia el balcón furtivo, y pensé: «¿A la mierda las fotitos? Ahora te vas a jartar…»
Dejé allí el álbum a modo de segunda oportunidad para el tonto aquel que seguro que no la merecía.
Y por si parece poco verosímil, para muestra un botón
ajajajajja, esa conga es patrimonio nacional ajajá, en que banquete de boda no se ha hecho.
ResponderEliminarAhora el tirar las fotos por el balcón no dan buena señal que sea matrimonio ideal, ya se verá.
Un besote Gabi.
Jaja un delirio que parecía de lis tuyos en realidad ha sido consumado pasea la inmortalidad! Jaja
ResponderEliminarJajajaja, me imagino la cara cuando todos aplaudían y no sabías por qué, increíble lo de la foto, me encantó tu historia, como siempre me arrancó una sonrisa.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar de nuestra propuesta.
Un abrazo y que pases una Feliz Nochebuena y Navidad.
PATRICIA F.