Este jueves anfitriona MERCHE con un tema de mucha actualidad al menos en el hemisferio norte: Las sandalias.
AQUI podéis encontrar el resto de sandalias
―Diga…
―¿Nathan?
―¿Quién pregunta?
―Tooom.
―¿Qué Tom?
―¿Qué Tom va a ser? Tom Bishop.
―Ah… ―sin solución de continuidad cambió radicalmente el tono― ¿cómo estás? ¿Sigues en la agencia?
―No puedo decírtelo; tendría que matarte… jajaj. Te llamo aquí desde una cabina que he encontrado de milagro en este pueblo. He venido de vacaciones aquí a un sitio con Elisabeth…
―¿De vacaciones? ―interrumpió Nathan―. Ya no estás en la agencia. ¿Te han echado?
―Da igual. Te llamo porque este sitio te encantaría. Mucho mejor que esa isla de las Bahamas que ibas a ir. Aquí las nativas están… y van vestidas…bueno, es un decir que van vestidas.
―¿Dónde es?
―En la polinesia. Su-Chao se llama la isla principal.
―Un pelín lejos, ¿no?
―Da igual. Cuando estés aquí ya no querrás volver a ningún sitio. Lástima que haya venido con Elisabeth… pero bueno. Tienen un problema. Para ellos no es un problema, porque han vivido así toda la vida. El caso es que hace mucha calor y muchísima humedad, y aquí, las mujeres tienen un pudor infinito porque les vean los dedos de los pies; o sea, pero una cosa exagerada, y claro, aquí, las sandalias, para las mujeres no existen. Van con unos zapatos cerrados, que se les cuecen los pies.
―Tampoco será tanto.
―Ya te digo. Aquí una mujer con sandalias sería como en la quinta avenida una tía con la falda por la cintura, y sin… ―Se dio la vuelta y Elisabeth estaba llegando a su lado― …calcetines; las sandalias siempre sin calcetines. Obviamente. Eso es un mandamiento universal. ―Aquí hizo un aparte para explicarle a Elisabeth―: Estoy hablando con Nathan, le explico lo de las sandalias. Le he hablado de ti. Al jefe de la tribu. Les he dicho que eras mago y que encontrarías una solución. Ya sé que no eres mago pero siempre has conseguido cosas imposibles.
―No creas. Estoy estudiando magia. Jubilado con tanto tiempo libre…
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Un par de semanas después Nathan se presentó en la isla. Tom aún estaba por allí. Ninguna nativa se ofreció a hacer de conejilla de indias en público. Hubo que hacerlo en la consulta del médico, con el jefe de la tribu, su mujer, Nathan, Tom y la voluntaria.
―Meta el pie ―dijo Nathan señalando la sandalia que había traído..
La nativa, desnuda de tobillo para abajo, entendió las señas e introdujo muy lentamente el pie. En el momento en que debían aparecer los dedos por la punta de la sandalia, no asomó nada. Metió el pie a fondo, incluso forzando, pero no apareció nada.
―No me jodas ―exclamó Tom―. ¿Cómo lo has hecho? ―Y se abalanzó sobre la sandalia echando mano a la punta.
―¡Aaaggghhh! ―gritó la chica violentada, alarmando a todo el poblado que estaba en su práctica integridad en la puerta del médico.
―¡Coño! Los dedos sí que están ―exclamó Tom retrayendo la mano avergonzado.
La mujer del jefe apartó a la nativa de un manotazo y tras desnudar su pie sin ningún pudor, se dispuso a meterlo en la sandalia. Pero justo un segundo antes:
―¡Aaaggghhh! ―volvió a gritar la nativa, aún más asustada que antes al comprobar que tras sacar el pie de la sandalia los dedos no reaparecían.
―Ostras, ¿no vuelven?
―No se han ido, solo que no se ven. Si queríais que fuera para un ratito, deberíais haber llamado a un ilusionista, no a un mago.
Si es que nadie está conforme...
ResponderEliminarSalud.
Primero: pobre Elisabeth.
ResponderEliminarSegundo: Cómo lo ha conseguido?
Muy bueno. Sandalias de quita y pon y dedos sólo de quita. Habrá que inventar otro hechizo para que los podólogos puedan curar los callos. Repito: muy buena historia.
ResponderEliminarUn saludo
Hay fetichismo del pie... pero no sabia que habia un fetichismo especializado solo en los deditos. Y eso que soy experto en dichos temas, pero lo dicho aqui en este relato, me ha tomado por sorpresa debido a la carga erotica.
ResponderEliminarHola Gabiliante… ja, ja, ja, qué genial historia. Con la frase última lloraba de la risa… y eso que parándome a pensar yo les entiendo… ahora, Nathan tendrá que hacer algún otro conjuro para que se vuelvan a ver los dedos de los pies o no salen de allí vivos.
ResponderEliminarLo enlazo con su foto correspondiente, en cuanto la encuentra, aunque eso va a estar complicado. 🤣
Un abrazo. 🤗
Jajajaja, buen relato cargado de humor, aunque quizás tenga razón la susodicha y debió haber llamado a un ilusionista. Qué bueno. Un abrazo
ResponderEliminarNathan resultó ser un mago muy efectivo.
ResponderEliminarTal vez demasiado.
Saludos.
¿Pero qué acabo de leer? hahaha, me encantó.
ResponderEliminarJjajaja muy bueno, Gabiliante me has sacado sonrisas.
ResponderEliminarUn abrazo.