Cuento para la convocatoria de EL BIC NARANJA
sobre el tema: La cuarentena obliga. Consiste, como habreis supuesto, en hacer
un texto sugerido por la imagen
―¿Quién es?
―Soy Caperucita, abuela. Ábreme ―contestó el Lobo, fingiendo con poco acierto, la voz de una niña.
―No pareces Caperucita. A ver, mete la manita por la gatera. ―Así lo hizo la falsa niña―. Uyy, que mano más sucia. Tú no eres Caperucita. Ella… ―Sintiéndose descubierto, el Lobo metió la pata en un cubo de pintura blanca que había en el andamio de los grafiteros que estaban pintando la fachada. Luego volvió a meter la pata por la gatera―. Ahh, ahora sí que te reconozco. Pasa Caperucita ―dijo la abuela abriendo la puerta.
El lobo empujó la puerta y la franqueó. La abuela viendo el engaño, pusó la trabanqueta al Lobo, que cayó de bruces, y se dio con todos los morros en la esquina de una mesita. La abuela, percatándose de la pequeña ventaja de que gozaba, se dirigió a la ventana y pidió ayuda.
―¡Socorro, socorro!
Pero nadie hizo caso. Viéndose desamparada, la abuela sacó, primero su pierna y luego el cuerpo entero por la ventana, y no sin gran esfuerzo, logró pasar hasta la ventana del libro de al lado. Allí, viendo la visita inesperada, el cerdito albañil empezó a correr y gritar, brazos en alto, dando vueltas a la mesa del salón:
―¡Brecha de seguridad! ¡Brecha de seguridad! ―Sus dos hermanos, que ya se habían refugiado en la casa del hermano mayor, lo imitaron, ya que no conocían las costumbres de la casa. «Allá donde fueres, haz lo que vieres», pensaron al unísono. El espectáculo dejo perpleja a la abuela , que tampoco conocía las costumbres de la casa.
Finalmente, el Lobo logró recuperarse, y siguió los pasos de la abuela. Una vez dentro de la casa del cerdito albañil, percatándose del banquete que le esperaba, ni corto ni perezoso, se dirigió a la puerta, la abrió y llamó al Lobo que hacía rato que ya no soplaba intentando derribar la casa.
―Eh, venga entra, que aquí voy a necesitar ayuda, para despachar toda esta carne ―Pero allí no había nadie.
Mientras tanto los grafiteros, ayudaron a salir a los tres cerditos y la abuela, por aquella ventana. Luego, antes de que el Lobo pudiera seguirlos, la pintaron con imprimación blindada y laca de acero. De este modo el Lobo se quedó sin merienda.
MORALEJA: Todos los Lobos de los cuentos son el mismo. Solo hay uno.
Una alucinada muy buena y divertida. Los tres cerditos llevaban la miel a la abuelita, pero claro, ese lobo se había mudado de cuento, lo que puede el hambre ¿no?:-)
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
el grafitero feroz
ResponderEliminarJaaaa, Gaby eres tremendo con tus relatos y muy buenos esos diálogos. El lobo no cambia siempre es igual de cruel. Un Abrazo y muy feliz semana.
ResponderEliminarOriginal y divertido.
ResponderEliminarAbrazo gigante, Gabiliante!!
VEO QUE TE ENTRETENES CON TUS AMIGOS Y LOS GRUPOS
ResponderEliminarQUE BUENO
NO HAY NADA MEJOR QUE PARA SER FELIZ
COMPARTIR LO QUE UNO SABE
Saludos desde la Lluvia en Miami
Muy,muy bueno! :)
ResponderEliminarSalu2
Un cuento con imágenes muy simpáticas; y como todo aquel que se precie, con una buena moraleja.
ResponderEliminarDesde luego, imaginación no te falta. Eres un crack.
Un placer, Gabi.
Abrazos, y feliz noche.
Jajaja. Me reí desde el titulo. Lo siento por mi simpleza, pero el título aquí en México deja abierta la ventana al albur.
ResponderEliminarLos cuentos así mejoran muchísimo.
ResponderEliminarHay que adaptarlos al 2020.