lunes, 10 de febrero de 2025

LA BOTELLA DE RON

 Este mes el homenaje del TINTERO DE ORO esta dedicado a LA ISLA DEL TESORO, y uno pensaba que el reto consistiría en escribir un relato de aventuras, pero no; se trata concretamente de uno de piratas. Así que he tenido que hacer una actualización.

Podéis encontrar el resto de Tesoros AQUÍ

 

          Jim circulaba por el carril central de la autopista interestatal. Venía de comprar suministros para la discoteca de su padre. Había oído que estaba prohibido conducir así durante mucho rato, pero todos lo hacían; resultaba cómodo.

          Alguien le hizo ráfagas desde atrás. Miró el retrovisor y era un coche de policía que llevaba pegado al culo. Cambió al carril derecho, pensando que le pedía paso, pero en ese momento encendió las luces y su estruendosa sirena. Se puso justo a su lado, bajó la ventanilla derecha y el policía le indicó que bajase la suya:

          ―¡Atraque a estribor y eche el ancla! ―Jim puso cara de no entender―. ¿Está usted sordo? ―insistió el policía. Ante la inoperancia de Jim el policía se lo indicó por señas, luego, parsimoniosamente, cogió la gorra de plato, se la encajó y empujó con el dedo corazón el puente de las Ray-Ban Mariner para ajustarlas debidamente―: Otro marinero de agua dulce ―comentó a su compañero.

          Se detuvieron detrás de Jim y esperaron un par de minutos sin hacer nada. Ostensiblemente, sin hacer nada, para que la víctima los viera cuando mirara por el retrovisor.  Jim, visiblemente nervioso, abrió la puerta para bajarse pero:

          ―¡No desembarque bajo ningún concepto! ―se escuchó por el altavoz del  coche patrulla. Un minuto después el agente Blackbeard y el agente Parrot se apearon. El segundo se colocó detrás del coche interceptado y el primero junto a la ventanilla de Jim:

          ―Ahoy, marinero ―saludó Blackbeard tocándose la visera de la gorra―. Licencia de navegación.

          ―No tengo navegador ―contestó apresuradamente―. Bueno, sí que tengo pero no lo estaba usando.

          ―Li-cen-cia de na-ve-ga-ción. ―Jim intuyó que podía referirse al carnet de conducir y se lo entregó. Tras ojearlo preguntó: ¿Sabe por qué le hemos hecho echar el ancla, no?

          ―Si ―contestó apesadumbrado. ―El agente Blackbeard comenzó a redactar la multa. Era tamaño folio y la remató pegando un post-it al final. La operación llevó casi cinco minutos. Luego se la entregó a Jim:

          ―Aquí tiene. Al final de este mapa encontrará las dos salidas que tiene este atolladero.

          ―¡¿Dos mil dólares?! ―explotó Jim―. ¿Pero creen que tienen patente de corso?

          ―Parrot, ¿estas filmando el amotinamiento? ―preguntó a su compañero echando mano a la pistola que llevaba al cinto. Parrot, efectivamente estaba simulando filmar algo.

          ―…¿por circular…―continuó, aunque se detuvo bruscamente porque quizás no le estaban multando por lo que él creía, y no quería dar ideas para sancionarle también por lo del carril central. Luego examinó la multa, en la que no reflejaba el motivo de la sanción. ―Pero aquí no pone…

          ―Marinero, haría bien en controlar sus reacciones, o nos veremos obligados a tomar represalias. En el mapa, obviamente no figura la información no necesaria, pero ahí, junto a la cruz donde debe firmar, tiene las dos, repito dos, soluciones. ―Jim se fijó en el post-it: “o 1000$ E.C.A”.

          ―¿ECA? ¿Qué es ECA?

          ―Son las siglas de efectivo, contado, ahora.

          ―Ah… ya. Comprendo… Es que vengo de comprar y he gastado mucho. Mil dólares no llevo.

          ―No hay que alarmarse ―intervino esta vez Parrot, que había dejado de fingir que estaba grabando―. Mi compañero ha limitado mucho la traducción. ECA también significa “El datafono, Con tarjeta, Ahora” ―Y seguidamente introdujo por la ventanilla el famoso artilugio de cobro electrónico. Jim sacó la tarjeta y pagó religiosamente. Parrot se retiró al coche patrulla con parte del botín. Blackbeard se disponía a despedirse pero antes echó una ojeada al interior del habitáculo, simulando cumplir con su deber de buen policía. Cuando iba a retirarse quedó petrificado:

          ―¡Por todas las sirenas del mar de los Sargazos! ―dijo pausadamente, asombrado de lo que acababa de descubrir― ¡Parrot! ―gritó a su compañero en señal de que no corriera tanto. Luego se acercó a la ventanilla, introdujo su cabeza por ella, y olisqueó―: ¡Parrot! ¡El alcoholímetro! ―Y luego cambió de interlocutor, desenfundó lentamente la pistola y se separó apuntando a Jim―: Marinero, desembarque con las manos en la nuca, muuuyyy despacito, y, separando las piernas, apoye las manos en el casco de este… ―examinó el vehículo para apelarlo debidamente― …gánguil.

          ―Es que al cargar la mercancía se me ha roto…

          ―¡Silencio! ¡Sople! ―Jim obedeció.

          ―¿Cero cero? ¿Cómo es posible? Parrot, ¿esto funciona? ―comentó asombrado.

          ―Antes lo hemos usado. ―Parrot se acercó, olisqueó a Jim y luego el interior del coche―. No es él. Es de dentro.

          ―Le estaba diciendo que al cargar la mercancía en el maletero, se me rompió una botella de licor.

          ―¿De licor? ¿De licor? ―insistió Blackbeard indignado― El Ron no es un… licor ―terminó por decir con una mueca despreciativa, como si Jim hubiera insultado a la bebida―. ¡Abra inmediatamente el maletero! ―Examinó con detenimiento el interior y concluyó―: Mucho me temo que el Ron vamos a tener que confiscarlo. Los… “licores” ―dijo son retintín― …haría bien en tirarlos por la borda. El alcohol es malo para la salud.



viernes, 7 de febrero de 2025

LA SINCRONIZACIÓN

 Esta semana nos convoca la superanfitriona Mónica desde su blog NEOGEMINIS con un tema tan sencillo, que no es lo mismo que fácil, como el Tic-tac, y todo lo que de ahí se deriva.

Podéis encontrar el resto de TICS (abstenerse los nerviosos) AQUÍ 

 

 

          ―Tic ―dijeron al alimón la cabeza del clavo y la bola del martillo. Y exactamente un segundo después pero no a modo de respuesta:

          ―Tac ―dijeron, esta vez y también al alimón, la cabeza del clavo, la bola del martillo, la tabla superior y la  inferior. Esta operación, mediante la cual el clavo atravesaba las dos últimas, las unía para siempre sin posibilidad de que las separase ni tan siquiera la muerte. Así de feroz era esta unión. La dureza de la madera hacía que el impacto entre ambas sonara tan metálico o más, que el del martillo y el clavo; si se hubieran dado por separado , que no es el caso.

          El estruendoso tic-tac del reloj de la carpintería resultaba incluso molesto para los visitantes. El carpintero ni lo oía; solo para clavar. El tic lo producía un golpecito del martillo destinado a que el clavo mantuviera su verticalidad cuando el carpintero lo soltaba. El tic coincidía indefectible y exactamente con uno del reloj. La pericia del carpintero se manifestaba mediante esta sincronización..

          El tac se producía escrupulosamente un segundo después. Tenía su origen en la cadera del artesano; se desplazaba a lo largo de su columna, derivaba en el hombro y recorría el brazo  del mismo modo que una onda recorre un látigo antes de restallar. De la mano pasaba al mango del martillo, que perdía y recuperaba su rectitud justo antes de hundir los diez centímetros  del clavo en las tablas de un solo golpe. Las matemáticas mandan que el golpe coincidiera con un tac del reloj. Entre un tac y el siguiente tic del martillo podían pasar varios segundos, pero esto carece de interés. No ocurría así con los del reloj; esto sí que hubiera resultado preocupante.

          Por ejemplo, entre el tac del clavo número doce ―el último de aquella serie― y el primer toc de la puerta de la carpintería transcurrieron ciento nueve tics, con sus correspondientes tacs, del reloj:

          ―¿Ya está listo?

          ―Sí, coge de delante ―contestó el carpintero.

          ―¿Quién era?

          ―No sé. Otro al que se le acabó el tiempo ―contestó mientras ayudaba al cochero a subir la caja al carro.

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