Esta semana nos convoca la superanfitriona Mónica desde su blog NEOGEMINIS con un tema tan sencillo, que no es lo mismo que fácil, como el Tic-tac, y todo lo que de ahí se deriva.
Podéis encontrar el resto de TICS (abstenerse los nerviosos) AQUÍ
―Tic ―dijeron al alimón la cabeza del clavo y la bola del martillo. Y exactamente un segundo después pero no a modo de respuesta:
―Tac ―dijeron, esta vez y también al alimón, la cabeza del clavo, la bola del martillo, la tabla superior y la inferior. Esta operación, mediante la cual el clavo atravesaba las dos últimas, las unía para siempre sin posibilidad de que las separase ni tan siquiera la muerte. Así de feroz era esta unión. La dureza de la madera hacía que el impacto entre ambas sonara tan metálico o más, que el del martillo y el clavo; si se hubieran dado por separado , que no es el caso.
El estruendoso tic-tac del reloj de la carpintería resultaba incluso molesto para los visitantes. El carpintero ni lo oía; solo para clavar. El tic lo producía un golpecito del martillo destinado a que el clavo mantuviera su verticalidad cuando el carpintero lo soltaba. El tic coincidía indefectible y exactamente con uno del reloj. La pericia del carpintero se manifestaba mediante esta sincronización..
El tac se producía escrupulosamente un segundo después. Tenía su origen en la cadera del artesano; se desplazaba a lo largo de su columna, derivaba en el hombro y recorría el brazo del mismo modo que una onda recorre un látigo antes de restallar. De la mano pasaba al mango del martillo, que perdía y recuperaba su rectitud justo antes de hundir los diez centímetros del clavo en las tablas de un solo golpe. Las matemáticas mandan que el golpe coincidiera con un tac del reloj. Entre un tac y el siguiente tic del martillo podían pasar varios segundos, pero esto carece de interés. No ocurría así con los del reloj; esto sí que hubiera resultado preocupante.
Por ejemplo, entre el tac del clavo número doce ―el último de aquella serie― y el primer toc de la puerta de la carpintería transcurrieron ciento nueve tics, con sus correspondientes tacs, del reloj:
―¿Ya está listo?
―Sí, coge de delante ―contestó el carpintero.
―¿Quién era?
―No sé. Otro al que se le acabó el tiempo ―contestó mientras ayudaba al cochero a subir la caja al carro.
Martillazos acompasados, con la sonería del reloj y el crujir de los huesos. Se le escapó el tiempo retrocediendo, un cochero, un carro… Abrazos
ResponderEliminarEn esto del tiempo, nadie retrocede. Todos avanzamos.
EliminarAbrZooo
Siempre nos invitas a unos relatos donde te explayas en ingenio y humor.
ResponderEliminarY es cierto que el mecanismo de un reloj es sumamente delicado y sobre todo puntilloso, de él depende que de la hora exacta.
Estupendo relato, un besote grande.
El humor se me escapa. No puedo evitarlo.
EliminarBesazooo, campi
Un relato muy bueno que transmite la importancia que tiene el entramado de los relojes. El final me ha parecido una genialidad. Un abrazo
ResponderEliminarGracias. El final desvela lo wue había estado pasando durante el texto.
EliminarAbrZooo, Nuria
Es curioso; se le acabó el tiempo, pero le comenzó la eternidad.
ResponderEliminarMe ha gustado cómo has representado esa parsimonia del carpintero al clavar la tapa del ataúd. Ese rítmico acompasar el golpe del martillo, sin prisa, puesto que, de hecho, no había ninguna para quien ya no la iba a tener jamás.
Un saludo.
No hay prisa que valga, si el reloj no va a celebrar y el carpintero tiene wue cumplir con la sincronizacikn.
EliminarGracias, Necco.
Abrszoo
Perfecto. en ese ir y venir del tic, el tac y sus correspomdemcias entre reloj carpintero y fallecido, todo ha quedado perfectamente sincronizado y expuesto para quien quiera seguir reflexionando. Me alegra que hallaras inspiración, Gabi. Un abrazo y muchas gracias por sumarte
ResponderEliminarTodos tienen su tiempo. No vale la pena correr y menos frenar.
EliminarMe llegó por un pelo la inspiración
Gracias
Mónica
Abrszooo
Carajo, todas estas cosas del tiempo me dejan todo el día meditabundo, o sea su texto es de lujo 10/10 y esas cosas pero mi cerebro no me va a dejar dormir el día de hoy.
ResponderEliminarEl tiempo es algo sobre lo que no vale la pena preocuparse. No ayudaría, como diría el espía ruso de aquella película de Tom Hanks.
EliminarMe alegra que en México aún se puntúe sobre 10. Aquí ya se está perdiendo.
Abrzzooo
Lo has narrado de una forma tan descriptiva que se ha podido sentir en el ambiente los segundos transcurridos al son del tic tac y el martilleo..un trabajo parsimonioso bien elaborado para el fin del viaje, aunque no importe para quien se hizo..Todo un lujo leerte.,.besoss
ResponderEliminarQUISE que se sintiera un smbiente hipnótico e inexorable, pero tranquilo, sin aspavientos inútiles.
EliminarGracias
Anrszooo
Buf! Qué micro magistral. De verdad, Gabi, aquí se muestra toda tu genialidad. TODA entre un tic y un tac (y un toc). Idea y desarrollo buenísimo. El ataúd... la cadera del hombre (marcado también por su propio reloj...), el tiempo y la maravillosa metáfora de clavo y martillo sincronizados con y como un reloj.
ResponderEliminarNo insisto más en que me ha encantado. Qué gusto volver de tarde en tarde para reconocer el talento de mis compis en todo su esplendor. Cuánto quisiera aprender de ti.
Un abrazo grandote!! :)
Jajja. Que exagerada, pero muchas gracias.
EliminarA mibtambiem me gustaría transmitir esa ternura y delicadeza de tus textos, pero casa uno es especialista, y está bien así
Besazoo, Maite
Desde luego de lo que no cabe duda alguna, es que esto es lo tuyo.
ResponderEliminar¡Simplemente magnifico!
Me lo venía imaginando desde la tercera línea, pero es que yo... Es que soy así de negro.
Buen Finde.
Alguien al que se le terminó el tiempo. Bien resumido.
ResponderEliminarFuncionó bien la sorpresa al revelarse la obra del carpintero.
Saludos.
Lo leo y lo leo y con cada tic tac del reloj me gusta más. Extraordinario.
ResponderEliminarUn saludo.
Destreza descriptiva (he ahí tu sincronización) que te envidio, amigo...
ResponderEliminarEl reloj sigue con intervalos precisos y regulares. Igual ocurre con el martillo que cierra la tapa para aquel cuyo tiempo ya acabó.Para el, no hay prisa.Le espera toda una eternidad sin la esclavitud a la que Cronos nos somete.
ResponderEliminarguauuu que fuerte tu entrada, me has dejado boquiabierto , hasta el final no veía el por qué de ese tic tac, y resulta como decimos por aquí que era el sastre del último traje...de madera de cada uno
ResponderEliminarUn carpintero que trabaja en el negocio funerario.... es un negocio redondo, son gente paciente aquellos que trabajan alrededor de la muerte, y tienen eso... algo raro...
ResponderEliminarmira que sincronizarse cuidadosamente con el reloj.... tic, tac
para mi entre ese tic....... corria el riesgo de no ir el tac.....
en el tic ajustaba yo un poquito el martillo, y daba otros tics muy suavecitos para ajusta..... pero el TAC.... podia no darse mas bien escuchaba yo otra cosa, aplastandome el dedo, porque fallaba....
nunca he podido recordar el sonido del martillo golpeando el dedo.... el dolor es tan alto que no da tiempo a pensar en el sonido.
clavar clavos es una actividad en solitario, por eso tampoco tengo a alguien para preguntar como suena el golpe al dedo y no al clavo cunado debe ser TAC
Me encantan tus relatos, Gabi. ¡Son tan ocurrentes! Siempre me ha gustado el oficio de carpintero, tiene algo especial. Tal y como nos haces notar, es importante tanto en la vida como en la muerte ;)
ResponderEliminarUn besazo lleno de tics y tacs
Muy bueno Gabi, entre el primer tic y el último tac llega el siguiente. Me ha encantado el final.
ResponderEliminarBesotes!!
Excelente, muy bueno cada tic y cada tac en tu historia, hasta llegar a ese final que me dejo boquiabierta pues no lo esperaba, sencillamente impactante.
ResponderEliminarUn abrazo.
PATRICIA F.
El TAC puede traer malas noticias...
ResponderEliminarSaludos.
Imaginativo, brillante, medio loco, un relato lindísimo de leer, con tiempo :-)
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, amigo
Muy bueno, la vida tiene su propia sincronización, lo que pasa es que rara vez alcanzamos a verla.. o la vemos cuando ya es demasiado tarde.
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